12- Amenaza

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*Narra Arturo*

Llego a casa, pero no entro.

Me siento en la entrada, como hice años atrás, esperando la vuelta de mis padres.

Alboroto mi pelo, fastidiado. Nunca pensé que mi tío me daría tal noticia. ¿Qué debería sentir? ¿Tristeza, alivio, esperanza? Pero me siento un idiota. Un idiota por haber culpado a mis padres durante todos estos años. Me siento idiota por esperarlos, por rendirme, por culparlos.

—Recibí un mensaje de señales mágicas con el olor de tus padres, Arturo —decía mi tío—. Sin embargo, no soy capaz de leerlo. Está escrito en clave a fuego. Aunque se enviara hace años, existe la posibilidad de que sigan vivos en alguna parte... Quería hacértelo saber —deja el papel en mis manos—. Por lo que sé, hicieron un viaje en barco. Dudo que contaran con un mago en su barco para crear este mensaje, pero, si tocaron tierra, la historia sería diferente.

Me levanto y decido ir a casa de Evelyn. No frecuentan magos por aquí, ella y La Sanadora son las únicas personas que podrían ayudarme.

Frente a su casa, doy unos golpes a la puerta. No está cerrada.

La abro un poco para preguntar en voz alta por La Sanadora. Nadie contesta. Siento el ambiente extraño y tenso como una flecha. Doy un paso dentro de la casa, mi instinto no suele fallar. Veo una sospechosa taza de té rota en el suelo y su líquido derramado.

Me adentro despacio, con los oídos alerta. Capto el sonido de un impacto de flecha en la parte superior de la casa, así que me atrevo a subir las escaleras. A medida que subo, percibo el olor de la sangre. Me asomo por la habitación que tiene la puerta abierta y veo a Evelyn tirada en el suelo, su abuela manchada de sangre y una chica trepando por la ventana.

La desconocida me transmite la frialdad de un bloque de mármol en una sola mirada. Entra en la habitación dejando el arco a un lado y me apunta con un puñal.

—No interfieras en mi trabajo, te aconsejo que te marches.

Avanzo hacia su arma. Para ser arquera, es diestra en el duelo a corta distancia. Pero no es suficiente para cazar a un hombre lobo. Consigo desarmarla e inmovilizarla contra la pared.

—Eres un hombre lobo, ¿verdad? —sigue hablando—. Por estas cosas prefiero mantenerme a una distancia de los ignis, traen mala suerte. Si te retiras ahora, ¡tal vez te deje con vida!

Miro a mi alrededor. Veo un baúl con herramientas. Lo alcanzo para sacar una cuerda y atar a la desconocida de manera que puedo despreocuparme de su existencia. La cuerda tiene una textura extraña y suelta chispas cuando la toco. No sé qué clase de invento será, solo espero que haga su trabajo.

—¡Quítame la cuerda de encima! ¡Me molesta la piel! —vocifera y se retuerce.

—Me molesta tu voz.

Incorporo a Evelyn del suelo.

—Estoy despierta —dice Evelyn medio dormida.

—¿Qué ha pasado? ¿Quién es? —pregunto sentándome a su lado.

Evelyn se da unas palmadas en la cara y mira a la chica atada.

—Probablemente viene a exterminar ignis. Es decir, magos del fuego, como mi abuela y yo.

—Vendrán más, si no me ven de vuelta —escupe la otra.

—Esperemos a que mi abuela despierte —Evelyn apoya su cabeza en mi hombro—. ¿Por qué has tardado tanto?

A continuación, escucho ronquidos. Se ha dormido.


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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora