45- La luz

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*Narra Evelyn*

Estamos en el jardín exterior. Marshall se niega en montar la escoba en público; dice que si alguien lo viera así, se le caería la cara de la vergüenza.

—¿Estás seguro de que vendrá alguien? —pregunto.

—Sí. Nieveterna piensa en todo. Estoy seguro de que, si esperamos un rato, vendrá alguien a recogernos. Alguno de mis hermanos debe de estar en camino.

Realmente es un príncipe acomodado, los lujos que dispone están más allá de mi imaginación. Al cabo de un rato, llega un dragón alado de color rojo oscuro. Su cuerpo está esculpido en poderosos músculos y le sobra la grandeza por las orejas. El jinete nos saluda con una inclinación de la cabeza.

—Bienvenidos a Haeky, el mundo de los magos —dice el dragón con una grave y elegante voz en el idioma de los magos.

Intento pasar desapercibida detrás de Marshall.

—Los Hermanos Témpano se encuentran batallando —dice el jinete—, así que Dack y yo venimos a recogeros. Espero que eso no os moleste.

—Os estoy agradecido.

—¿Y ella? —pregunta el dragón mirándome fijamente.

—Oh, ella viene conmigo.

—Es una ignis.

Los labios del jinete se hacen una línea y el tamaño de los agujeros de su nariz aumenta a niveles inexplorados. El hombre tiene forma humanoide, pero no termina de ser humano. Desenvaina la espada y aterriza cerca de mí. Doy un paso hacia atrás.

—¡Detente! —ordena el príncipe desenvainando su espada y cortándole el paso.

—¿Es que no sabéis quién es el enemigo, príncipe?

—Independientemente de lo que haya especificado Nieveterna, prohíbo que vengas con nosotros. Puedes quedarte con esa escoba, nos iremos con el dragón. Vamos, Evelyn.

El jinete se interpone en su camino.

—Los ignis no tienen permiso para pisar Haeky.

—Si no se aparta, tendré que abrirme camino.

Sus espadas chocan y el dragón me aplasta con su cola, manteniéndome inmovilizada en el suelo con ella. Cuanto más me muevo, más presiona contra el suelo. Apenas puedo respirar.

Cuando entrenamos, Marshall no se movía así. Ahora es veloz y letal como un dardo envenenado, sus defensas son un ataque y con sus ataques se defiende. Si él es el menor de los Hermanos Témpano y apenas tiene experiencia de combate, no puedo imaginar cómo será el resto de sus hermanos, pues Marshall parece insuperable.

El jinete y el príncipe danzan al son de una música que solo ellos pueden escuchar, no hay manera de interrumpirlos. ¿Es esto lo mejor que puedo hacer? ¿Desear que Marshall salga victorioso?

—Soy un Hermano Témpano. Somos los maestros del esgrima, no podéis ganarme.

—Como Hermano Témpano que sois, solo sabéis usar la espada. No os esperáis esto —el jinete hace tropezar a Marshall hacia atrás.

Por un momento Marshall se balancea en el borde del bloque de tierra, hasta que el jinete le da una patada.

—¡Marshall! —grito forcejeando bajo la cola del dragón.

El jinete se acerca a mí.

—Ahora es tu turno de ir al infierno.

Alza su espada. No he llegado tan lejos para perder la cabeza ahora.

Me giro de modo que la pequeña escoba que tengo en mi pelo apunte hacia él, y pronuncio unas palabras mágicas. La escoba se alarga a la velocidad del pensamiento y le atraviesa el cuello. Morirá. Esto no detiene su espalda, pero sí cambia su trayecto. Acaba cortando un tramo a la cola del dragón; sus alas dejan de funcionar y grita de dolor. Cae al infinito.

Libre de su presión, me levanto y miro por donde ha caído Marshall. Solo veo cielo. Agarro mi escoba y salto tras el príncipe. Si supero la velocidad de su caída, en algún punto alcanzaré a Marshall. Sin embargo, la escoba no puede ir tan rápido. Grito su nombre una vez más, pero no recibo respuesta. Mis lágrimas caen con él. No dejaré que su apoyo caiga en vano.

Vuelvo hacia el bloque de tierra y limpio la sangre de mi escoba en un charco de barro.

He matado a un hombre y perdido a un amigo. No sentía tanto miedo cuando emprendí el viaje en solitario. A pesar del temblor de mis manos, sé que puedo mantener la cabeza fría.

Aprieto en mi puño el colgante y le pido que me muestre el camino. ¿Funcionará así? Lo suelto y su punta se mueve ligeramente hacia un lado. No es una posición que pueda adoptar sin desafiar la ley de la gravedad.

Decido confiar en su indicación y emprendo mi vuelo en línea recta. Si no me hubiera llevado la escoba mágica conmigo, estaría en grandes problemas. Haeky está diseñado a la medida de dragones.

Me sorprende una cortina de cascada y unos hermosos montes. Voy hacia ella. Hay una hilera de polvo azul sobre la tierra. Me agacho sobre la escoba y paso una mano por ella. Algo dentro del polvo choca con mis manos y detengo la escoba. No tenía la textura de una piedra. Salto al suelo y lo destapo con las manos.

Descubro una esfera; es de un color tan oscuro que parece engullir la luz que le rodea. A su lado hay otra esfera, blanca y brillante como una perla. Ambas tienen el tamaño de media cabeza humana. Tomo la bola negra entre mis manos y lo observo desde otros ángulos. Desprende un calorcillo agradable. Doy unos golpes con mis nudillos y la superficie se resquebraja. No parecía frágil. El surco no tarda en recorrer toda la bola.

Entre sus grietas, se asoma la cabeza de un animal.


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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora