26- Reencuentro

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*Narra Vanessa*

—¿Hay algo eficaz contra vampiros? —pregunta mi hermana.

—Creo que sí... Deben de estar en alguna parte —La Sanadora busca en la caja mística—. Aquí están. Piedras solares, esto debe de funcionar.

Miro la cajita de madera. A pesar de ser del tamaño de un puño, ha salido una escoba mágica de ella.

—Quiero ir —digo con seguridad.

Jenni me mira con asombro. Normalmente ella es quien actúa.

—Hay dos escobas voladoras —dice La Sanadora—. Solo puede venir una de vosotras conmigo.

—Yo quiero ir —repito—. Soy la responsable de esto, por desatar a Elisabeth. Jamás me perdonaré, pero me gustaría hacer algo para proteger a aquellos que siguen con vida.

—Vane, no eres la responsable. Elisabeth es quien debe cargar con la culpa —dice mi hermana.

—Aún así... Estoy decidida a arriesgar mi vida, así que, por favor.

—Cielo —la abuela de Evelyn me mira con ternura—. Te mantendré a salvo.

Asiento. Intercambio miradas con Jenni y me desea suerte. La Sanadora me entrega las piedras y una escoba.

—A barrer.


*Narra Evelyn*

Jenni me ha despertado. He tenido un sueño curativo breve, pero ya puedo ponerme en pie. Conseguimos cargar con los niños hasta la casa del árbol. Los dejamos sobre una manta, con cuidado de no estropear sus sueños curativos.

—Me sorprende que recuerdes el camino, Jenni.

—A mí me sorprende que hayas conservado la casa del árbol hasta ahora —mira por la ventana—. Espero que vuelvan a salvo...

Me siento haciendo una mueca de dolor y apoyo la espalda en la pared. Parece que tengo moretones y agujetas por todo el cuerpo. ¿Desde cuándo mi vida se ha convertido en algo más que comer, dormir, estudiar y corretear por el bosque? Cierro los ojos un momento. Esto es real.


*Narra Vanessa*

—Las piedras solares pueden hacer cenizas a un vampiro —explica La Sanadora—. Si no llega a matar a Elisabeth, pedirá la muerte a gritos. Una vez llegué a usarlos, me sorprendió cómo se le despellejaba el rostro a aquel vampiro.

—Solo hace efecto en los vampiros, ¿verdad? ¿No dañaremos a otras personas?

—Puedes estar tranquila. Produce el brillo del sol, pero no su calor. Lo peor que podría suceder es una ceguera permanente, pero dudo que alguien se quede mirando a las piedras fijamente.

La Sanadora me indica las palabras mágicas que debo pronunciar antes de soltar las piedras.

Nos detenemos en el cielo, a metros por encima del barco. Puedo divisar un enfrentamiento entre lobos y Elisabeth. Miro a La Sanadora. Ella asiente. Aprieto el puñado de piedrecitas negras como el carbón.

—Allá voy.

Desciendo un trecho más mientras pronuncio las palabras mágicas. Lanzo las piedras con una mano y, con la otra, me aferro al palo de la escoba. Las piedras solares ruedan y brillan por la cubierta. Salto de la escoba y aterrizo haciendo temblar la madera bajo mis pies. Veo varias expresiones de sorpresa. Los lobos han vuelto a su forma humana y, al parecer, un mago se ha tomado las molestias de recomponer sus ropas sobre sus cuerpos.

La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora