52- Desvío

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*Narra Vanessa*

Estamos sentados en fila sobre la espalda del dragón; Zed es el primero y Marshall le sigue detrás.

—¿Alguna vez los suelos estuvieron juntos? ¿Cómo se formó Haeky? —pregunto.

—Primero tendría que estudiar Historia de Haeky para responderte.

—¿Eso enseñan en la escuela?

—Depende de en cuál estés. Hay tres escuelas; está la típica de teoría, otra llamada Ejército Mágico, y... no recuerdo el nombre la tercera, pero es la más descuidada. Yo quiero asistir a la segunda escuela, pero para ello debo cursar antes la escuela principal.

Un olor a magia prohibida me golpea la cara y arrugo el rostro. Viene de delante.

—Dack, ¿estás bien? —pregunto.

No contesta. Alargo el cuello para mirar a Dack desde un lateral; sus ojos han dejado de ser rojos.

—¿Eso de allá no será...? ¡Dack! —grita Marshall—. ¿En qué estás pensando? Da la vuelta, ¡ahora mismo!

—¿Qué pasa? —pregunta Zed con voz llorona.

Zed ha estado todo este tiempo aferrándose al cuello de Dack con los ojos cerrados, temblando de miedo. Veo una construcción blanca en la lejanía. Alguien ha hechizado a Dack y nos está llevando directos a aquel edificio, el responsable de esta magia debe de estar cerca.

Miro alrededor y descubro a alguien debajo de nosotros. La Sanadora ha conseguido cruzar el portal a Haeky, después de todo.


*Narra el Consejero Skot*

—De ninguna manera —niega Lobo—. El uso de las hojas mágicas en magos menores de edad debería...

—¡Disculpad, Consejeros! —irrumpe alguien en la sala, sin aliento—. Una mujer ha atrapado dos ignis y ha solicitado hablar con ustedes.

Miro a los Consejeros que se sientan a mi lado, están tan sorprendidos como yo.

—¿En Haeky? —dice Diana.

—¿Los dejamos pasar? —pregunta Drako.

—¡Estarás de broma! —responde Aneris, hundiéndose en su asiento.

—Skot, podrías probar la sangre de esos tres y decirnos el grado de amargura, eso nos daría una pista de si vienen con buenas o malas intenciones.

Hombres lobo, siempre tan directos e imprudentes.

—No creo que sea lo más adecuado, Lobo —contesta Drako por mí.

—Drako tiene razón —apunta Aneris—. Si está dulce, tal vez se descontrola.

—Tengo control sobre mi sed —intervengo, molesto.

—Si tan dulce está, entonces no será problema que Skot se exceda —continúa Lobo, sin escucharme—. Significaría que tienen muy malas intenciones.

—Innecesario —digo—. Que pasen, no suponen un peligro para nosotros.

—¿Cómo son? —pregunta Diana al mensajero.

—Se trata de una anciana y dos ignis jóvenes. La mujer afirma ser la madre del ex-Consejero Ródarj, pareja de la Asesina Escarlata. Trae una ignis adolescente y un niño. Los dos están bajo hechizos de sueño.

—¿La madre de Ródarj? —Lobo se levanta de su asiento—. Entonces no se quitó la vida tras la muerte Ródarj, ¿creéis que ha estado todo este tiempo buscando al ignis?

—Es muy posible. La Recompensa sobre el hijo o la hija de la Asesina Escarlata sigue en pie porque nadie volvió con pruebas sólidas de la muerte de ninguno de los dos, y sabemos lo mucho que afectaron las noticias acerca de Ródarj a su madre. El resentimiento a veces es tan poderoso como el amor. Y, muchas veces, van de la mano.

—Pero estamos hablando de la señora Catalina, madre de Ródarj. No es esa clase de persona; además, el ignis buscado es su nieto... No sé qué historia nos traerá, escuchémosla.

—Luz blanca a dejarlos entrar —propongo, haciendo aparecer una bola de luz blanca al centro de la sala.

A ella se le unen tres luces blancas más y una negra.

—Mayoría de luces blancas. Que entren.


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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora