27- La Asesina Escarlata

245K 13.9K 2.7K
                                    

*Narra Evelyn*

—Me alegra verte bien, Evelyn —dice mi abuelo—. Tu abuela me ha puesto al día con los sucesos. Oh, tú debes de ser la hermana de Vanessa, Jennifer. ¡Buenos días!

Arturo tira de la mano de Connor para subirlo. El recién llegado me saluda guiñando un ojo.

Imagino que solo falta Vane por entrar, así que camino hacia la puerta. En ese momento, un enorme lobo de pelaje blanco aterriza en la entrada, sacudiendo la casa del árbol. Soy un brinco del susto. El lobo... quiero decir, la loba, se ha convertido en una chica. Frunzo el ceño. Está plantada en la entrada, completamente desnuda.

Alarmada, le doy la espalda y la tapo con mi cuerpo.

—¿Se puede hacer qué haces? —pregunta la chica bajándome los brazos.

—Estoy protegiéndote —digo girando el cuello hacia atrás para mirarla.

—Apártate de mi camino.

Me echo a un lado y se pasea frente a mí, lanzándome miraditas. ¿Tanto le ha molestado que protegiera su intimidad? Ah, tal vez sea cosa de mujeres lobo. Qué mundo tan complicado.

Sus ojos no se apartan de los míos, así que le sostengo la mirada por educación. Si tiene algo que decirme, no me gustaría que se sintiera ignorada. Se acerca a mí y me pone un dedo en la clavícula. Pestañeo.

—¿Me has sustituido por ella, Arturo? —dice.

—¡Cielos! ¡Que alguien haga algo! —dice Vane al llegar, tapándose los ojos.

—Recuérdame que arregle vuestras ropas para que podáis materializaros con ellas cada vez que volváis a vuestra forma humana —dice La Sanadora.

Jenni se acerca y le tiende a la chica loba lo que parece ser un saco de patatas. Contengo la risa.

—Confórmate con esto. No podemos utilizar magia por ahora.

—¡No pienso ponerme esa cosa, bruja!

Jenni se encoge de hombros y deja el saco en su sitio. La nueva se niega vestirse hasta que mi abuela encuentra una muda en la Caja Mística.

El menor de los dos niños despierta de su sueño curativo llorando.

—Tranquilo —me acerco a él—. Has tenido una pesadilla.

El chico me mira, temblando.

—¿Cómo te llamas? —le pregunta Jenni—. ¿Hablas nuestro idioma?

—Deja al pobre en paz —dice Vane tirando de su hermana.

El niño señala a su compañero, que tiene los ojos entreabiertos y no respira. No tengo que acercarme más para saber que le ha abandonado la vida.

—¿Cuánto lleva ahí muerto? —se espanta la chica loba.

La mando a callar con la mirada. Sigo sin saber qué hace en mi casa del árbol, pero, si continúa con esa actitud, tendré que echarla.

—Es mi culpa —murmura el niño y se lleva las manos a la cara—. Le hice algo.

Mi abuelo se acerca a ellos.

—Estrías... Ha adelgazado vertiginosamente —dice mi abuelo observando el brazo del cadáver—. Creo que nuestro chico ha absorbido la energía acumulada en sus carnes, como lo haría un vampiro con la sangre. Seguramente aprendió a hacerlo viendo a Elisabeth.

—Pero si parece tener nueve años.

—Tengo ocho años —corrige el niño sin dejar de llorar—. Solo quería escapar de esa mujer.

La chica del cabello de fuegoWhere stories live. Discover now