25- ¡Lucha!

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*Narra Arturo*

Impacientes por el regreso a casa, nadie duerme. Estamos a punto de llegar al muelle.

—¿Sigues pensando en ella? —escucho la voz de Mery—. ¿No ves que estoy aquí?

La miro. Ha crecido desde la última vez que la vi, pero su actitud sigue siendo la misma. Entonces éramos críos, yo era un cascarrabias y ella insistía en casarse conmigo por alguna razón. Mery no nació como una mujer loba, la convirtieron por accidente. Tras eso, llegó al Clan de la Luna y no tardó en llamar la atención de los más jóvenes, no solo por su pelaje o sus ojos claros, sino porque también era indudablemente bonita.

—No empieces.

—Di que me has echado de menos.

Antes de que pueda reaccionar, se pone de puntillas y estampa sus labios sobre los míos.

—Oye —la aparto. Podré habérselo dejado pasar cuando era más joven, pero no estoy de humor para soportar sus confianzas.

—¿Por qué me evitas? Llevas todo el trayecto pasando de mí.

—Porque eres un coñazo.

Miro a la gente de la cubierta. Es un alivio que mis padres no estén presente, seguramente me molestarían con Mery si hubieran visto el beso.

—Ya no te intereso porque me estás engañando con otra, ¿verdad? —tiembla de ira—. He visto cómo mirabas a la pelirroja.

Me llevo una mano a la cabeza. Por estas cosas no debería dar esperanzas a la gente tóxica, acaban pensando que tienen derecho a reclamarme cosas.

—Supérame ya, ¿quieres?

—¡Mírame cuando me hables! —grita fastidiada—. Durante todo este tiempo, yo nunca te he olvidado... Sin embargo, tú... Oh, ¡no me queda nadie!

—Deja de decir tonterías. El Clan de la Luna es tu familia, alégrate de volver.

—Me alegra que Evelyn, o como se llame, haya muerto.

El corazón me da un vuelco.

—¿Quieres dejar de ladrar, perra? —interviene inesperadamente Lizz, girándose hacia Mery. Ha estado todo este tiempo apoyada sobre el borde del barco mirando el mar, por lo que ha escuchado nuestra conversación—. Tus lloriqueos estropean la bonita vista al mar.

Camina hacia nosotros.

—¡¿Cómo te atreves?! —la cara de Mery enrojece.

—¿Cómo te atreves tú?

—Sanguijuela...

—No sabes con quién hablas.

—Oh, sí que lo sé —Mery ríe—. La estúpida princesa que se ha escapado de su castillo, dejando la isla a la idiota de su hermana.

—Mi hermana escapó conmigo —dice Lizz. Si le ha molestado los insultos de Mery, no lo muestra.

—No, no. Tú no me engañas. La he visto en el castillo, no ha desaparecido. Tú eres la que lleva desaparecida desde hace incontables años.

La chispa que ilumina la mirada de Lizz no pasa desapercibida.

—Tampoco es para tanto —se entromete Connor, con gesto despreocupado—. Lizz no puede tener más de diecisiete años.

—Los vampiros no envejecemos fácilmente, Connor.

—¿Insinúas que puedes tener perfectamente cuarenta años? —pregunta Connor con los ojos como platos.

La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora