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¡ALERT SPOILER! ⚠️
Si no has visto la película y odias los spoilers, mejor no continúes.
Caminabas intranquila de un lado a otro en aquella cabaña de barro y techo de palos y hojas de palmeras con refuerzos de madera, comiendo tus uñas, los nervios se implantaban en todo tu sistema. Tu corazón palpitaba descontrolado amenazando con salir por tu boca.
Escuchaste los murmullos de los habitantes Wakandianos, supiste que habían regresado, caminaste de prisa y moviste esa cortina para salir de la choza, te movías entre la multitud visualizaste algunas caras conocidas llegaste hasta Steve para comprobar lo que tu pecho intuía era cierto.
-Steve ¿donde está Buck? Buscaste con tu mirada alrededor esperanzada. El silencio hablo por sí solo. ¿Donde esta? Lo miraste a él.
-El.... Se callo y bajo la mirada. Era más que evidente la respuesta, el dolor entró por cada poro de tu piel destrozando en mil pedazos tu corazón. ¿Quien dijo que el dolor es un estado emocional? Pues sentías más bien que tú piel era traspasada una y mil veces por un cuchillo, ardía como una bala alojada en tu estómago.
-No, no..... Tus ojos se nublaron de lágrimas que caían una tras otra. -Steve me lo prometiste, que lo cuidarías. Steve no me hagas esto!. Le reclamabas, lo culpabas. Con los ojos cerrados golpeabas con fuerza y rabia el pecho de tu amigo que en ese momento querías matar. Tus piernas estaban débiles y temblaban, si él no te sostenía por la cintura agilizando tu ira, hubieras caído.
No querías seguir ahí, entraste de nuevo a esa choza donde hace más de un año cuidabas día y noche, lo alimentabas, bañabas, velabas su sueño, tomabas su mano cada vez que Shuri iba a hacer su tratamiento de des programación , le hablabas así él estuviera dormido no te despegabas de él. Cuando él decidió volver a dormir no te agrado la idea pero aún así lo apoyaste. Desde el día que lo conociste en Bucarest juraste estar con él hasta el final.
Sentada al borde de la cama recordabas esos momentos y más. Steve entró, se acercó sigilosamente y se sentó contigo.
-Regresa a mí, por favor mi amor regresa a mi. Decías y repetías la frase aferrando a tu pecho aquel camisón rojo que usaba desde hace mucho y se había quitado esa mañana para ir a esa estupida guerra.
-El regresará, lo encontraré. Puso su mano en tu hombro. Estabas cansada ya de todo esto, no había un momento feliz para el, para ti, para ambos. Volteaste a mirar a Steve con tus ojos rojos e hinchados de tanto llorar.
-Steve no pude ni siquiera despedirme. Llorabas sin cesar, articulabas palabras entre sollozos. -Está mañana ni le dije de nuestro hijo, que tiene un hijo. Volviste a ahogarte. -Estabas molesta, no quería que fuera a esa absurda guerra. Apenas despertó solo corrió a recibir ese brazo. El rubio Te abrazo. -No sabe que tiene un hijo Steve, James no vio a su padre despertar y conocerlo. Por favor lo necesito, tráemelo. Te habías enterado de tu embarazo días después de su retiro al sueño profundo, fue un parto difícil pero tuviste en brazos a ese pequeño guerrero al cual llamaste igual a su padre James, porque lucho por vivir, ese que ahora tenía un año y jugueteaba con los demás niños de la aldea, con su piel blanca, ojos claros y cabello largo y castaño, cada vez que lo mirabas, lo veías a él, era su viva imagen.
