PUPPET [ T#1 TERMINADA ]

PUPPET| Parte 39

»—» Taehyung «—«

Después un largo debate en la mañana sobre saber si realmente debí despertarla o dejarla seguir con sueño, dado que sus rostro se dibujaban dos profundad ojeras que denotaban cansancio. Erróneamente tomo la segunda opción.

Y no debí hacerlo.

Guardamos silencio en la habitación después de una pequeña discusión de regreso al Hotel donde nos hemos hospedamos hasta esta noche, y digo hasta esta noche porque mañana por la mañana partiremos de vuelta a Korea del Sur - Seúl. Cada uno de los dos volvería a sus vidas y dudo mucho que después de todo lo sucedido, quiera si quiera acercarse a mí. 

Una vez más he sumado a mi lista de estupideces una más de ellas.

Ella se mantiene en la cama leyendo un libro de extraña portada oscura y yo a una distancia prudente permanezco sentando en el sofá frente a ella, mis labios boquean un par de veces intentando decir algo pero nada sale de mis boca, en sus lugar me limito a reclamer la piel seca se mis labios.

En la puerta suenan un par de golpes suaves y entonces me dirijo hacia ella,  Lía finalmente levanta la cabeza de entre las hojas de su libro y surca su mirada hacia la puerta, la cual he abierto. En ella una mujer de no más de cuarenta y tantos años aparece, y consigo trae una cesta con un contenido un tanto abrumador. Extiende sus manos dejando el cesto sobre mis brazos y lo cargó con desconcierto después de lo que acababa de decir.

Un presente por el día de San Valentín.

Acaso... ¿Acaso estaba pensando que Lía y yo éramos...?, el desconcierto me carcome vivo y cuando quiero desmentirlo se ha ido, se ha alejado sin dejar rastros. Lía corre descalza hasta la puerta e intenta alcanzar a la mujer por todos los medios pero no lo consigue, y de repente se gira hacia mi con disgusto presente en su semblante.

—¿Por qué dejaste que creyera eso?. — Inquiere con cierta molestia y entonces me siento amenazado, ofendido y acusado. ¿Qué más podría haber hecho yo?, no es como si fuera real.

Quiero reclamarle y decirle que nada de esto es culpa mía, quiero hacerle entender que solo quiero que se sienta bien y que nada de negativo que nos rodea es culpa mía, o tan solo es provocado por mí, no lo es. Pero miro sus ojos, y aún cuando está enojada, aún así los encuentro iluminados. 

Todo en ella hace que lo que las acciones que pasan por mi mente sean adversos a lo que realmente quiero hacer, controla mis direcciones y me maneja como un títere sin si quiera tocarme.

—No me dió tiempo, yo solo...— Dejó la cesta sobre la mesita de noche y posa sus ojos sobre mí. — estoy tan sorprendido como tú.

Sin embargo, sus facciones se suavizan y de la misma manera se envuelven en sorpresa, soy ajeno a lo que surca por su mente en ese momento.

—¿Pasa algo?.—Inquirió inevitablemente, pero no reponde a mi pregunta como lo esperaba.

Extrañamente cuestiona sobre la fecha en la que estamos hoy y con confusión me dedico a inspeccionar el reloj de mi muñeca, el cual olvidé quitar en cuanto llegué a la habitación de hotel, dado que mi mente daba más vueltas en lo que pasaría al volver que el momento del presente donde nos encontramos ahora mismo. 

—Casi medio noche. — sale de mi boca y entonces rápidamente toma su móvil que se encuentra sobre la mesita de noche a mis espaldas y empieza a marcar en el como si de eso dependiera su propia vida.

Al tercer intento lo logra y se encierra en el baño dejándome a mi con la intriga a flor de piel, quiero pegar la oreja sobre la puerta y saber que está pasando ahí adentro, que es eso que la pone tan inquieta como lo ha hecho. No saber de que va todo esto me pone los nervios de punta y me obligo a mi mismo a dejar de pensar estupideces.

Al cabo de veinte minutos como máximo sale del baño con un semblante poco animado, me preocupa y deseo preguntar que ha pasado pero, sería demasiado, sería una estupidez más querer entrometerme en su vida cuando me ha pedido en más de una ocasión que la deje en paz, que siga con lo mío y que pare de intentar algo más cuando me ha asegurado que no me ama más.

Ya no más.

Pero, ¿cómo puedo hacer eso cuando verla de ese modo me destroza irónicamente el corazón?. Sí, irónicamente porque fui yo quien la hizo sentirse de ese mismo modo muchas veces y tantas de ellas ni siquiera era con intensión. Así que lo hago, me arriesgo y suelto las palabras que aguardan en la punta de mi lengua desesperadas por salir.

—¿Ha paso algo malo?.— sus ojos me miran directamente y me estremece cuando siento lo que malditamente causa en mí. 

Un caudal de sentimientos se arremolinan al rededor de mi pecho queriendo hacer que mi corazón explote de repente, pero me mantengo como si nada pasara, como realmente no sintiera nada. 

Y joder que sí duele. 

—No es nada.— se limita a decir mientras tira una última ojeada a la pantalla de su móvil casi sin batería. Quiero preguntar nuevamente y hacer que confíe en mi un poco pero, me detengo, reprimo todo lo que deseo saber y hacerle sentir.

Joder, necesito un cigarrillo. 

Doy media vuelta sobre mis talones y me propongo a alejarme de el lugar, pero sus palabras titubeantes me detienen en mi lugar al cabo de haberme alejado de ella tan solo tres o cuatro pasos. Vuelvo a encararla y me. encuentro con sus ojos sobre mí y de pie. 

—Prometí pasarla con mi madre hoy. — dice sin más mientras desliza las palmas de sus manos hacia dentro de los bolsillos traseros de sus vaqueros desgastados. Me limito a asentir y pronto se aleja de mí pasando por mi lado para ir hasta el otro lateral de la habitación y tomar su pijama. 

De algún modo me siento culpable de lo que acaba de decirme, de alguna manera siempre encuentra el modo de hacerme sentir culpable: culpable de haberla conocido, culpable por el daño que he causado en ella,  culpable de lo dura que se ha vuelto, culpable de estar cerca, y culpable de permitirme amarla como lo hago. 

Siempre encuentra la maldita manera.

Necesito unos malditos cigarrillos, palpo una y otras vez los bolsillos de mis vaqueros y lo mismo hago con mi equipaje a un lado de la cama pero, no hay, supongo que me los he acabado todos de modo que no queda nada. Sin más me dispongo a ir por una cajetilla a la gasolinera más cercana, y mientras voy en el auto de camino a ello mi mente no deja de sentir el remordimiento carcomiendo mi conciencia. ¿Por qué debería sentirme así?, no es mi culpa.

Pero lo es de cierta manera. 

Al encontrar lo que buscaba me lo pienso mil veces antes de querer comprar el collar sencillo, de una sola piedra brillante que cuelga del cuello de un maniquí en una casa de empeño de joyas que extrañamente se encuentra cerca del estacionamiento de la vieja gasolinera donde me encuentro. Entro ahí pago una suma de dinero no muy alarmante por él simple collar dorado del cual cuelga una sola piedra brillante de diamante que ha llamado mi atención a través del transparente brillo. 

Pienso dárselo cuando regrese al hotel.

Lo guardo en el bolsillo de mis vaqueros junto a mis cigarrillos y conduzco hasta allí, pero cuando vuelvo a la habitación las luces se encuentran apagadas y a Lía sumergida en un profundo sueño. Prefiero no despertarla y solo me limito a marchar en silencio en medio de la tenue oscuridad hasta el balcón de la habitación. La presión hace estragos en mi estómago cuando a mi mente acuden los pensamientos de que mañana ya no compartiré más una habitación con ella, ya no tendré la oportunidad de oler su delicado perfume cada mañana al despertar y tampoco podría verla leer en silencio mientras sus delicados dedos toman de la manija de la taza de su café.

Quería tener la oportunidad de recuperarla y lo único que he hecho hasta ahora son puras miardas, quería que al volver tuviera más confianza en mí, pero solo he logrado alejarla más. Enciendo el cigarrillo que yace entre mis labios secos y cuando doy la primera calada, el alivio en mis pulmones y cuerpo entero es claro y satisfactorio. 

Necesito el maldito cigarrillo para obtener un ápice de paz.