Capitulo 29

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Capitulo 29.

¡Maratón 5/5!

Era casi la hora de almorzar del día siguiente, cuando Justin llamó. Estaba tratando de terminar de vestirme para poder llevar a Layla al Hut Burger.

—Hola.

—Hola, nena. —Esa respuesta trajo de vuelta algunos recuerdos muy agradables de la forma en que solíamos hablar por teléfono. También era muy exasperante.

—¿Qué quieres, Justin? Estoy un poco ocupada ahora.

—¿Qué estás haciendo? —pinchó.

—No es que sea asunto tuyo, pero me estoy preparando para llevar a Layla a conseguir algo de comer. Se está muriendo de hambre, como siempre.

—Bueno, simplemente baja y te llevaré.

Me detuve en seco. —¿Estás aquí? ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a pasar tiempo con mi familia. Baja.

—¿Tu familia? Querrás decir que viniste a pasar el tiempo con Layla. No somos una familia, así que no hay razón para pasar tiempo conmigo —le respondí con arrogancia.

—April, trae tu culo aquí con mi hija o las iré a buscar a las dos. —Ahora su voz sonaba enojada.

—¿Y si te permito llevar a Layla y traerla de vuelta en... digamos... una hora?

—¡Voy subiendo! —gruñó con impaciencia y oí revolver en el fondo.

—¡No! —le grité—. Vamos a bajar. Pero nos llevarás a ese nuevo restaurante en el centro de mariscos y pagas. —Era costoso y si podía jugar el juego mandón, entonces yo también.

—April, ¿de verdad crees que me importa? —suspiró—. Por favor, sólo apúrate, bebé. Quiero verlas a las dos. —Click. Colgó el teléfono. Miré fijamente el teléfono antes de tirarlo en mi bolso.

En el restaurante, Layla se sentó justo al lado de Justin, aunque bien podría haber estado sentada en su regazo.

También lo llamaba papá ahora como si fuera la cosa más normal del mundo.

Resultó ser un muy buen almuerzo...

Hasta que vi una hermosa rubia desfilando hasta nuestra mesa.

Era alta y delgada, con enormes (probablemente falsos) pechos. Llevaba un traje ajustado, una estúpida camisa femenina abotonada abajo y abierta casi hasta el sujetador, y tacones que dejaban ver la punta del dedo del pie. El escote estaba en todas partes. Era impresionante, no obstante.

Me sentí desaliñada.

A pesar de que no estaba siendo comparada con ella, seguro como el infierno que me sentía de esa manera. Gracias a Dios que me cambié a mi vestido blanco con flores sin tirantes y tacones de chica mala de doce centímetros de cuero, con una pulgada de plataforma antes de que nos fuéramos.

Su cabello rubio pulido brillaba en la luz, y tenía los labios llenos y sensuales, y piel perfectamente impecable. Sus ojos eran azules y lo sabía porque mostró su increíble sonrisa en mi dirección antes de hablar.

—Hola Justin, es tan bueno verte. ¿Cómo has estado?

Incluso sonaba dulce.

Atrapé la mirada de Justin cuando me miró y luego a Layla antes de volverse hacia ella y contestar—. No puedo estar mejor, Tiffany. ¿Cómo estás?

¡Tiffany! ¡Blah! No es tan malo como Destiny, pero casi.

—He estado bien, Biebs. Finalmente conseguí ese trabajo del que te hablé. En realidad estoy aquí por negocios. Tal vez podamos reunirnos y ponernos al día mientras estoy en la ciudad.

En primer lugar, ¡lo llamó Biebs!

Técnicamente no tenía derecho a reclamarlo, pero ese nombre era mío.

Le di ese apodo, y ahora otra mujer lo llamaba así. Solía enojarse cuando alguien más lo usaba y siempre les ponía fin. Obviamente, ella si lo tenía permitido.

Y en segundo lugar, ¿soy invisible? ¿No me ve y a la niña muy entrometida sentada en la mesa lanzando dagas en su dirección?

Miré a Justin, que se movió incómodo en su asiento, y ahora me molesté.

—¿Quién es esa, papi? —preguntó Layla. Justin la miró, pero no dijo nada.

No dijo nada.

No nos presentó.

Nada.

Miró a la rubia y de regreso a mí... y espera, ¿fue lástima lo que vi? ¿Sintió lástima por mí?

—¿Tienes una hija? —preguntó la rubia en un tono de sorpresa. Justin todavía no respondió.

—Sí, soy su Preciosa —respondió Layla impertinentemente.

La rubia se sacudió ante las palabras de Layla. Se veía completamente sorprendida y conmocionada. Casi me sentía mal por ella. Parecía bastante agradable.

Me sentía harta de esta situación extremadamente incómoda. Recogí la servilleta de mi regazo y la tiré sobre mi plato de comida apenas sin tocar. Me puse de pie y le tendí la mano a Layla, esperando a que la agarrara y luego me dirigí a la rubia.

—¿Por qué ustedes dos no se ponen al día, mientras mi hija y yo vamos al baño de mujeres? —No esperé una respuesta antes de alejarme de la mesa.

Di alrededor de dos pasos, cuando Justin habló suavemente. —April, nena, por favor siéntate.

Sacudí la cabeza. —No, ustedes dos pónganse al día. Estaremos de vuelta.

¡Sí, claro!

Iba a llamar a Trish para que viniera a recogerme.

Infantil, tal vez, pero no me importaba.

—¿Esta es April? —Oí preguntar a la rubia; su tono dolido—. April, la de tu tatuaje. ¿Esa es ella?

April, nena.Where stories live. Discover now