Capítulo XII

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De guerra y muerte.

Parte II

Mordred recibió una espada forjada del aliento de un dragón blanco llamado Aithusa. Un dragón que Emrys había traído al mundo y cuyo nacimiento había significado un buen augurio para Albion. Aithusa, una hermana perdida, mi pariente, que luchó para la oscuridad.

Morgana tomó la hoja brillante y la puso en sus manos.

"La mejor espada, para mi mejor guerrero".

Fue esta espada sin nombre la que brilló durante el grito de guerra, contra el rey que blandía a Excalibur; la que cortó carne y huesos y se cubrió de la sangre de los que alguna vez fueron sus hermanos de armas.

Caballero tras caballero, Mordred se abrió paso, aprovechándose de la sorpresa y el titubeo en los corazones nobles de los que alguna vez llamó compañeros.

Mordred nunca estuvo seguro de lo que hubiera sucedido si se topaba con Percival, Gwaine o Leon, aquellos que le habían dado la espalda pero que también, en una vida que le pareció muy lejana, le habían estrechado entre sus brazos, compartiendo bromas y sonrisas, que le habían llamado amigo.

Pero agradeció a los dioses que no lo hizo.

Al emerger de la cueva, Emrys desató todo su poder. Su furia y candor solo podían igualar a los de Morgana, quien bramó su nombre como una fiera herida antes de ser tocada por un rayo.

Ataviado en su traje arrugado, el hechicero volteó la balanza a favor del único y futuro rey, desatando magia que antes jamás había creído poseer. El rugido del dragón que nacía de algún lugar en lo profundo de su pecho, muy cerca de su corazón, le ordenó a Aithusa que se retirara, que dejara a los humanos pelear entre ellos. Ella lo hizo, porque la orden de un señor del dragón es ley.

Mordred no vio a Emrys mientras se abría paso hacia su destino. Caminó, mirando a través de sus ojos como si fuera otra persona, su espada latiendo en su mano y la pesada cota de malla tintineando al caminar.

A su alrededor todo era sangre, fuego, tierra y muerte.

Arthur no lo vio, concentrado en otros sajones que peleaban contra él. Y no lo hizo hasta que fue demasiado tarde. Él surgió de las sombras que se arrastraban sin piedad entre las salientes rocosas y su corazón se detuvo cuando vio al hombre que él había llegado a amar como un hijo.

Emrys corría por los bordes, pensando "Puedo detenerlo. Puedo cambiarlo. Voy a decirle, le diré la verdad a Arthur y lo solucionaremos".

Mordred solo pudo ver el momento en que el rey había dado la señal para que Kara fuera ahorcada; la mirada de Emrys cuando decidió que al final no valía la pena; la realidad de que Arthur jamás cambiaría, jamás los haría libres. Y siempre habría niños pequeños cuyos padres serian asesinados, destinados a vivir en la soledad.

Y fue en un latido que todo sucedió.

A pesar de lo que se puede pensar, la guerra no tiene sobrevivientes. Algunos siguen respirando, pero sus almas han sido marcadas con fuego. Y jamás, jamás olvidan.

Sobrevivir a una guerra solo significa que estarás muriendo lentamente, hasta que un día tu cuerpo sigue ese destino.

Mordred apuñaló a Arthur y, cuando la carne cedió al metal, cuando los ojos de Arthur se llenaron de lágrimas, comprendió al fin lo equivocado que estaba. Apuñalar a Arthur se sintió como apuñalar a Merlín, aunque de una forma u otra, eso fue exactamente lo que hizo.

Sintió sus propias lágrimas quemarle los ojos, el silencio en el que el mundo se sumió. Pudo sentir a Emrys, su presencia poderosa y familiar, más brillante, más antigua. Miró hacia arriba y pudo ver la forma de la leyenda cobrando vida al fin. Sus ojos se conectaron por un instante efímero y Mordred acarició su mente con una mano invisible.

"Es el final, ¿no es así?" Fue su pregunta silenciosa.

El aire se rasgó y Excalibur entró en su carne tan fácilmente que apenas y la sintió.

"Sí, lo es" Respondió Emrys cuando Arthur giró la espada en su interior.

Mordred miró al rey, una sonrisa sincera floreció en sus labios. Estaba agradecido de que todo el dolor por fin se marcharía.

Arthur lo sostuvo brevemente y luego lo dejó ir. En la tierra sangrienta, Mordred yació moribundo el tiempo necesario para dirigir sus últimos pensamientos a Emrys.

"Mi corazón y mi magia se quedan contigo, Emrys. En otra vida, tal vez, todo podría ser diferente".

Hija de la magiaWhere stories live. Discover now