PUPPET [ T#1 TERMINADA ]

PUPPET| Parte 36

Tomo mi móvil mientras Lía aún intenta solucionar el problema y marco a la recepcionista de la empresa, el móvil timbra un par de veces y a al tercer intento logro comunicarme con ella.

—Buenas noches, presidente Kim.— saluda pero de inmediato empiezo a hablar sin devolver cortésmente el saludo, dado que es lo último en lo que pienso.

— Necesito saber sobre la reservación  en el hotel en el cual nos hospederíamos la señorita Song Lía y yo...—habla de inmediato sin darme tiempo a proseguir.

—Lo siento, presidente Kim. Justo ahora he tomado en cuenta que he cometido un enorme error,  lo siento mucho,  presidente kim.— se disculpa varias veces sin cesar.

—No, está bien. Ahora debo irme.— corto la llamada y suelto un suspiro dado que en efecto no había ningún error y sería muy difícil poder enmendar este desastre. 

—Entonces, ¿qué deberíamos hacer?.— Inquiere Lía recargando sus brazos  en el mostrador y dirigiendo su mirada a mí, cargandome de la responsabilidad como si yo tuviese la solución en ese momento.

Pero lo intenté de todos modos.

—¿Hay alguna otra habitación que podamos reservar?.— inquiri a la Señorita de recepción pero de inmediato negó.

—Lo sentimos.— se disculpó,—  las reservaciones se realizan con anticipación y hasta el momento todas están ocupadas.—enunció finalmente. —Lo sentimos.— volvió a disculparse.

Nos retiramos del lugar y volvimos a la habitación en completo silencio, Lía se dejó caer sobre el sofá llena de cansancio,  y yo solo me mantuve de pié, con el hombro recargado en el umbral de la puerta y ambas manos dentro de los bolsillos de mis vaqueros.

—Puede tomar la cama, dormiré en el sofá.— indicó Lía sin dirigirme la mirada.

Sabía que se encontraba molesta por lo sucedido aquí y anteriormente en el avión, pero no estaba en mis manos traer la solución.  Seguramente creía que era otro de mis tantos turcos,  en realidad no era así, todo había sucedido sin que yo tuviese algo que ver. Pero, ¿como hacérselo entender cuando lo único que ve de mí es el pasado que me marca y me pesa?.

—Está bien, solo duermes tu en ella.— dije pasando a la habitación y tomando algunas mantas del armario,  ella se levantó de sofá y quitó sus botas para descansar sus pies. 

Tomé una almohada y la repose sobre el sofá para luego tomar una camiseta y pantalón de pijama y tirar las prendas en una esquina de la cama.  Lía solo se mantuvo sentada con postura rígida, no sabía si era por mí o por el hecho de que estemos compartiendo habitación.

Tal vez serían las dos opciones.

Saqué los zapatos de mis pies y luego mi camiseta por encima de mi cabeza sin percatarme de lo incómoda que se encontraba ella frente a mí,  desabroche la evilla de mi cinturón y bajé la cremallera, pero en cuanto estuve a punto de bajar mis pantalones,  Lía me detuvo.

—Podrías usar el baño, ¿por favor?. —Inquirió con las mejillas enrojecidas,  pero aún así,  mantuvo sus ojos fijos en los míos.

—Creí que...— me detuve al querer decirle que creía que no le molestaría, dado que anteriormente nos habíamos entregado en uno al otro. Pero estaba claro que eso quedó en el pasado.— lo siento.— tomé mi ropa y entré al baño.

Me miré al espejo y eché agua en mi cara mientras seguía pensando que podría intentar algo con ella,  eché mas agua sobre mi rostro para quitarme la estúpida idea de la cabezaza. Solo me dediqué a quitar mis vaqueros y a ponerme el pijama. 

En cuanto salí Lía yacía en la cama dormida, y lo mismo hice yo, pero el insomnio era mucho mas grande que mis ganas de dormir. La luz de la Luna se filtraba levemente por el mirador y caía suavemente sobre su tersa y suave piel,  no podía dejar de observarla cuando la tenía frente a mí.

En calma y serena como la brisa que en ese momento recorría y helaba la habitación.

Seguía observando en medio de la tenues oscuridad, recostado en el sofá frente a la cama, con cuidado,  en silencio. El corazón golpeaba tremendamente contra mi caja torácica y me daba la leve sensación de que era escuchado en toda la habitación, pero solo lo escuchaba yo.

Lamentablemente solo podía oírlo yo.

Necesitaba respirar, tenerla cerca de mí y sin poder tocarla, besarla, hacerla mía, era un completo martirio. Necesitaba desahogarme. Me levanté del sofá y tomé de mis vaqueros la cajetilla de cigarrillos que había adquirido en una gasolinera antes de llegar aquí, salí al mirador y lo encendí para llevarmelo a la boca y darle una gran calada.

Me sentí calmado, libre de todo por un momento. Dejé salir levemente el humo de mis pulmones y lo vi perderse entre la brisa que golpeaba con sutileza mi rostro, golpee el cigarrillo contra el barandal y de él cayó la colilla evidencia de lo consumido que estaba. Era esto lo único que me aliviaba.

Nesecitaba que la nicotina adormediera mis impulsivos sentimientos.