-Bueno y ¿qué se supone que haremos? ¿Los amenazaremos o...? 

-Vamos a hablar como personas civilizadas y si se niegan a cumplir nuestro acuerdo inicial, les partimos las pelotas y salimos como siempre. ¿Te apuntas? 

-Te dejo la civilización a ti, a mi me llamas cuando quieras sangre, bebé. 

Ambos sonreímos y seguimos con nuestro camino. Por lo que veía, nos dirigíamos una parte alejada de prebo 2, donde las casas eran, si se podía,  más sencillas que el resto, en sí era más la avenida Bolívar que Prebo. Había una en especifico que no parecía pertenecer al vecindario y no precisamente porque fuera fea o con falta de lujos externos, sino que había demasiado ruido, algo muy extraño en la localidad cuando de noche apenas si se lograban escuchar los grillos. 

Habían varios autos y motocicletas aparcados afuera y la música era alta, sin embargo, podía escuchar las carcajadas de varios tipos dentro de aquella vivienda. 

-Comencemos con esto. -Dijimos al mismo tiempo y emprendimos el paso hacia la pequeña casa. Entramos como si fuera nuestra y Gabriel fue el encargado de llamar la atención de los policías allí presentes. Eran solo 6 pero eran demasiado ruidosos. 

-Buenas noches caballeros. -Saludó Gabriel muy cordial, demasiado a decir verdad. 

Todos voltearon y un deje de preocupación invadió sus caras. Podían tener uniforme y placa, pero eran unos malditos que se aprovechaban de las personas del país. Nunca me arrepentiría de asesinar a un policía, eran incluso más escoria que los intentos de delincuentes que abundan en Venezuela. La música me parecía demasiado alta y fui directo al reproductor para apagarlo y hacer que mis oídos descansaran. 

Estaban sentados alrededor de una mesa de madera con forma ovalada, jugando cartas y bebiendo algunas cervezas. 

-Vamos hermano, estábamos festejando...

-No me interesa lo que estén haciendo. Quiero hablar con el imbécil que se cree muy listo al subir las tasas de pago que milagrosamente les damos a ustedes, alimañas asquerosas. -Gabriel interrumpió al hombre. Me dio hasta lastima el pobre. 

No me apetecía escuchar la conversación solo quería salir de allí, totalmente indiferente. No habría sangre, esos tipos estaban que se cagaban en sus pantalones con la mera presencia de Gabriel. 

-Él salió y debe estar por llegar, hermano. -Habló uno de ellos. Era moreno, mucho más moreno que el resto. 

-¿Podrían dejar de decirle hermano? Es algo irritante. -Dije fastidiada mientras me sentaba en una de las sillas desocupada de la estancia y comencé a observar el lugar. Se veía acogedor, solo le faltaba una buena limpieza y la presencia de una mujer. 

-¿Y tú quien eres? -Preguntó altanero otro policía, de piel clara, ojos oscuros y cabello castaño. Me reí. 

-Gabriel, me voy por 7 años ¿y la gente olvida quien es la Maldita Storm? Me parece una falta de respeto, la verdad. 

Si antes estaban asustados con nuestra presencia, ahora mucho más. Me reí internamente, me encantaba causar esa impresión, me la había ganado a pulso y me gustaba. 

Pronto se escucho el motor de un auto frente a la casa y segundos más tarde, como alguien abría la puerta del mismo, se baja y volvía a cerrarla. Los pasos eran relajados pero firmes. 

-¿Porque apagaron la música? Creí que...- Y oh por dios. Me quedé impactada al verlo allí, plantado frente a mi, con una caja de cervezas en su mano derecha y un paquete de cigarrillos en la izquierda, igual de asombrado que yo. -¿Alexandra? 

La Chica StormOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz