Capítulo 20

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-Viejo, ya llegué. ¿Puedes poner a Dom al teléfono?. -Me detuve justo frente a mi antiguo colegio. Al ser de noche, las calles estaban desiertas y con poca iluminación. 

-Si, Paul me avisó que ya te había ido a recoger. -Dijo Richard con voz ronca. -Tabi... ¿Sabes que tenemos 5 horas de diferencia ¿cierto? 

Demonios, había olvidado eso. 

-Mierda... Bueno, no importa, ¿en cuanto se despierte me podrías llamar? Por cierto, pasame la dirección de la casa, no recuerdo tu explicación. 

-Claro, no hay problema y... Ah, te la paso por mensaje de texto. Cuidate Tabitha y por favor no mates a Gabriel. 

-No lo haré si no me provoca. -Colgué el teléfono y espere a que me llegara la dirección. Me impacté cuando me di cuenta que apenas si estaba a unas cuantas calles de acá. 

Manejé la motocicleta hasta la casa y al estacionarme los recuerdos me inundaron enseguida. 

¡Era la misma casa donde Gabriel me había curado luego de aquella pelea!

Estaba prácticamente igual, solo que un poco remodelada en la fachada. 

Pequeña en comparación a todas las enormes casas en las que he vivido, con amplio jardín delantero y de un solo piso. 

Al bajarme de la motocicleta pude darme cuenta que dentro estaba estacionado el auto de Paul. ¿Cómo mierda llegó tan rápido? 

La reja de entrada estaba abierta y no tuve problemas al entrar, tomando en cuenta que tenía las 6 pizzas con las raciones de papas y los refrescos en mis brazos. Pasé por el jardín y observé a dos personas sentadas en las escaleras del pórtico. Uno de ellos se levantó en seguida para ayudarme. 

-Llegas tarde niña. -Dijo Paul levantándose para abrazarme nuevamente. -¿Por qué trajiste tantas pizzas? ¿Mueres de hambre?

-Solo ayúdame y ya. -Estaba tratando de fingir demencia e ignorar a aquel hombre que me miraba fijamente, levemente impactado, quizás por mi cambio físico o quien sabe. Nos miramos por unos cuantos segundos y puedo jurar que la tensión podía palparse con una mano. Un mimo sería feliz en este momento. 

-Hola Tabitha. 

-Hola Gabriel. 

Él... Había cambiado. Seguía un poco más alto que yo, su mirada era más dura y sus facciones más definidas. Además ¡Tenía barba! Una no muy prominente, pero que le hacía ver muy maduro. Había crecido, eso sin duda. 

Casi no quedaba rastro de ese Gabriel de 24 años, alocado e impulsivo. Pero la mente y los recuerdos eran unos malditos perros y no pude evitar recordar ese mal rato que me hizo pasar y mi mirada cambio de asombro a rabia y tristeza. Él lo notó y bajó la cabeza. 

Fue Paul el que aligeró el ambiente haciéndonos pasar a la casa para cenar. 

Definitivamente me sentía... ¿Extraña? Si, tal cual. Extrañamente me sentía como en casa aun cuando esta era apenas la segunda vez que me encontraba acá, pero era imposible no sentirse así, la casa era acogedora. 

-Voy a dejar las pizzas en la mesa y me vo...

-¿No te quedarás a cenar? -Hablé rápido. No quería que se fuera, no aún. No puedo quedarme sola con Gabriel todavía. 

-No, tengo que ir de nuevo a Caracas niña. 

-Paul, quedate a cenar. -Dijo Gabriel. 

-Hermano... 

-Es tarde para irte, te quedas aquí y sales en la mañana. -Supongo que tenía sentido para él, pues asintió levemente. 

-Bueno... -Gabriel abrió las pizzas y tomó un trozo de la doble queso. -Aún están calientes. ¿Cenamos? 

La Chica StormWhere stories live. Discover now