Capítulo 18

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El sol nos dio directamente a la cara y me removí incómoda, seguida de un perezoso Marco.

-No me quiero levantar aún. -Habló con voz ronca, pasando su mano por mi cintura y pegándome a su cuerpo.

-Yo tampoco. -Me giré para quedar cara a cara con él y si bien no quería abrir los ojos, podía imaginarlo despeinado, con su cara hinchada por estas horas de sueño y completamente desnudo a mi lado. Esa imagen mental me gustaba. -Deberíamos aprovechar estas pocas horas de libertad que tenemos.

Poco a poco abrió sus ojos y al verme sonrió malicioso. Solo bastaron unos cuantos segundos antes de tenerlo encima de mi cuerpo. Los besos no se hicieron esperar y al estar desnudos, no paso mucho tiempo antes de volvernos uno. 

Las embestidas fueron lentas en un principio y fui yo la que empezó a marcar el ritmo cuando me coloqué encima de él. 

-No me cansaría de tenerte así. -Sus manos fueron directo a mi cintura, no para apresurar o detener, simplemente las dejó allí y solo las quitaba para tomar mis pechos. 

-No me gustaría que te cansaras. -Bajé mi rostro hasta el suyo, tomando su labio inferior con mis dientes y ejerciendo una leve presión antes de besar sus labios con ímpetu.

El sonido de la cama al impactar con la pared, los gemidos, jadeos y la unión de nuestros labios era lo que se escuchaba en la habitación y eso hacía mucho más excitante el momento.

Yo no era la única mujer que había estado con Marco y tampoco es como si yo no hubiera estado con más hombres aparte de aquella fatídica tarde. Lo importante es que sin importar con cuantos hemos estado, nos tenemos ahora y queremos seguir juntos por un largo tiempo. 

Perdí la cuenta de cuantas veces Marco me hizo entender que podía tocar el cielo y sentirme en el infierno a la vez, pedir más y suplicar que no parara... ya sea con su miembro, dedos o boca, todo él me hacía temblar. 

Quedamos más exhaustos de lo que ya estábamos, pero esta vez no podíamos seguir durmiendo, así que muy en contra de mi voluntad, me levanté para hacer el desayuno/almuerzo. Ya eran más de las 12 del medio día.

-Bajo en un segundo.- Me dijo Marco antes de que yo saliera de la habitación. 

Preparé café con leche, tostadas, huevos fritos y coloqué un poco de fruta para variar. No me preocupaba mucho por Dominic porque sé que el viejo le debió haber preparado su desayuno favorito, panquecas con crema chantilly y fresas. Sonreí con solo recordar a mi pequeño. 

-Nena. -Marco bajó el último escalón, colocándose una camisa negra ajustada que le marcaba sus músculos. Tenía una gorra blanca cubriendo su cobrizo cabello y su infaltable jean gastado con sus Timberland. -Ibrahim me acaba de llamar. Tenemos un encargo con él ahora mismo. Luego iremos con Dom y el viejo. 

-¿Ahora? No. Vamos a desayunar, tengo hambre en serio. -Me abrazó por detrás y dejó un beso fugaz en mi cuello.  

-Comamos rápido, te alistas y nos vamos ¿vale? 

-Vale. 

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-Cuentame, Giancarlo... ¿Para quién trabajas? -Ibrahim estaba sentado frente a un sujeto de piel morena, cabellera negra y ojos extrañamente verdes. Su vestimenta era casual, nada del otro mundo, excepto por sus caros accesorios. El aludido no dijo nada, pero sus ojos variaban entre Ibrahim y la taza de café que este tenía en su mano. -Vaya, no quería usar esta táctica pero no me dejas opción. 

Marco y yo estábamos en el otro extremo del despacho privado de Ibrahim. Nuestro encargo principal era traer a esta rata de alcantarilla que llegó de un día a otro a vender mercancía barata en nuestros sitios estratégicos de Piamonte, Lombardia y Basilica. Tratamos de no ejercer demasiada violencia física, pues ya conocíamos las estrategias y trucos de Ibrahim. A él le gustaba destruir a sus enemigos psicológicamente, volverlos mierda y luego... bueno, el cuerpo siempre va de último, al menos para él. 

La Chica StormWhere stories live. Discover now