11. Intentos fallidos

965 76 19
                                    


—Te estaba esperando —Cisco dijo cuando sintió la presencia de alguien más en su lugar de trabajo. No tuvo la necesidad de girarse para saber quién era. 

Había estado esperando toda la mañana aquella confrontación, solo que no habían tenido oportunidad de llevarla acabo. Caitlin siempre estaba presente y aquel no era un tema que habrían podido hablar en su presencia.

—¿Lo... estabas? —Barry preguntó, sorprendido, acercándose a él. Había estado recargado contra la pared, viendo a su amigo trabajar.

—Sí. Conozco a mi mejor amigo. —Se giró para verlo—. Relájate, Barry. También conozco a Caitlin, no voy a decirle que vi lo que pasó anoche.

El alivio que lo inundó ante aquellas palabras casi lo hizo suspirar de alivio.

—Gracias, hombre.

—... pero tampoco puedo pretender que no vi lo que pasó. —El velocista se tensó—. Escucha, Barry, no es necesario que lo expliques. —Cisco cerró los ojos un momento, luego alzó las manos, como si ya se hubiera imaginado algo en su cabeza—. En realidad, preferiría que no lo hicieras. —Dejó caer sus brazos a los costados—. Sé que algo está pasando entre ustedes dos, pero también sé que no es asunto mío y no voy a preguntar. Lo que necesitas saber es que sigo pensando que deberías decirle. 

—Cisco...

—Solo piénsalo. Ya te había dicho que lo hicieras. —Cisco golpeó su hombro de manera amistosa antes de salir de la habitación. 







—Pensé que habías dicho que no había nada entre tú y Barry. —Fue lo primero que dijo Cisco en cuanto la vio regresando de Big Belly Burguer con sus encargos. 

—¿De qué estás...? —Se interrumpió a la mitad de su pregunta cuando notó la libreta en el escritorio. Dejó las bolsas con la comida en el otro extremo del mueble y contó hasta diez en su cabeza, tratando de controlar el enojo, la frustración y la vergüenza mientras sus mejillas enrojecían. Luego dijo, con una voz mortalmente tranquila, la amenaza sonando con cada letra—: Francisco. Ramon. ¿Leíste eso?

Ante el tono de su voz, Cisco se preguntó si aquella había sido la mejor manera de confrontar a su mejor amiga sobre el tema. Tal vez debió pensarlo con detenimiento y pasar por Jitters... 

—No —él se apresuro a responder. Ella le envió una mirada asesina y él alzó las manos en señal de rendición—. Bien, tal vez un poco, ¡pero prometo que me detuve cuando vi que no era asunto mío!

—¡No tenías por qué abrirlo en primer lugar!

Cisco dejó caer las manos a sus costados, porque aquel era un buen punto. No debió acercarse a esas hojas, mucho menos leerlas sin el consentimiento de la propietaria, que había resultado ser la persona que era como su hermana.

—Lo sé, lo sé, y lo siento mucho. Se cayó, se abrió la primera página y leí porque vi mi nombre y me mataba la curiosidad, ¿está bien? —Vio la expresión de su amiga. Era una mezcla de todo, y él no podía descifrar qué era cada cosa. Tal vez Barry habría podido, con su conocimiento adquirido en el campo referente a Caitlin Snow, pero no era algo que pudiera preguntar— . No alcancé a leer demasiado, ¿está bien? 

Debía admitir que era algo... bueno que Barry no lo hubiera encontrado primero. Tal vez habría hecho lo mismo, y ella estaba segura de que no importaba en qué página se abriera, su nombre estaría ahí. 

Respiró hondo, y trató de calmarse un poco mientras contaba —no por primera vez— hasta diez. Cuando pensó que había logrado su cometido, su amigo habló otra vez, creyendo que ella querría saber de cuánto habían sido testigo sus ojos.

Abrazos, secretos y piezas rotasWo Geschichten leben. Entdecke jetzt