07. Todos parecen saberlo

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—Esta será la primera navidad.

Caitlin no dijo nada porque entendió a lo que se refería. No dejó de pasear sus dedos por el cabello del joven, aunque desvió su mirada del techo de la habitación hasta su rostro. Sus ojos estaban cerrados en aquel momento y, honestamente, ella lo prefería de esa manera durante esa clase de conversaciones; después de todo, odiaba ver el dolor que mantenía ahí.

Aunque eso no era del todo verdad. No solo odiaba el dolor, sino lo que se despertaba en ella cuando él la miraba con todo tipo de emociones pasando a través de sus ojos. Lo había descubierto cerrándose, y aquello le dolía de muchas maneras; pero también terminó dándose cuenta de que eso era con todos excepto ella. Seguía siendo un libro abierto en cuanto cerraban la puerta y eran solo los dos, o en cuanto se encontraban solos en STAR Labs; aún portaba el corazón en su mano, confiándoselo para cuidarlo.

Y eso le hacía caer un poco más por él cada vez.

—Sí. —Fue todo lo que pudo decir. ¿Para qué preguntar cómo estaba si ya sabía la respuesta? Percibía el dolor en su voz—. No creo que yo esté lista para celebrar algo tampoco.

Se quedaron un minuto en silencio, pero ella sabía que Barry tenía ganas de añadir algo más. No lo presionó a hablar, pues lo haría en cuanto estuviera listo. En cambio, siguió masajeando su cabello sin prestarle demasiada atención, concentrándose en la oscuridad de su habitación, en el silencio que los rodeaba siendo solo interrumpido por sus respiraciones y las ocasionales palabras que compartían. Había aprendido durante el tiempo que llevaban... durmiendo en la misma habitación, en la misma cama, que aquella acción los tranquilizaba a ambos. A ella la mantenía ocupada, y a él le permitía dormir con mayor facilidad.

—¿Por qué no nos quedamos aquí, en tu apartamento? —preguntó él, abriendo los ojos y mirándola con una expresión suplicante, con optimismo. Ella detuvo la tarea que sus dedos llevaban a cabo y se quedó mirándole con fijeza por más de unos segundos sin contestar, empezando a ponerlo nervioso. La pregunta parecía significar más de lo que dejaba ver—. Claro, ¡solo era una sugerencia! No tienes por qué estar atrapada conmigo también en Navidad, bastante haces ya soportándome todo el tiempo que te obligo a pasar conmigo... Entiendo si decides que es mejor beber... ¡O no! No estoy diciendo que tengas que emborracharte para tener algo de diversión. Eres perfectamente capaz de ser divertida sin la necesidad de hacer eso. Solo digo que quizá no me quieres cerca en esas fechas, y...

—Barry —ella lo llamó con suavidad, una sonrisa jugando con las comisuras de sus labios, sabiendo que si lo dejaba continuar, no iba a terminar jamás—. Cálmate, ¿sí?

—Lo siento. —Sonrió él con timidez, sabiendo que acababa de delatar que estaba nervioso sobre hacerle aquella pregunta.

La sonrisa de Caitlin se extendió. Aquello se sentía más como hablar con el lado divertido de Barry que había estado extrañado tanto. Sí, había cambiado, y ella lo aceptaba de aquella manera —era él, después de todo, y amaba todo lo que era—; pero, si tenía que ser honesta con ella misma, extrañaba tenerlo brincando a su alrededor todo el tiempo con esa vibra alegre que parecía estar recuperando poco a poco.

—Podemos pasar estas fechas juntos, no tiene nada de malo —ella murmuró, sintiendo su nerviosismo. Fue entonces que se dio cuenta de lo que aquello podía significar: solo ellos dos, toda una noche, en vela. No sonaba diferente a lo que habían estado haciendo los últimos meses, pero ella sabía, de alguna manera, que lo sería—. No necesariamente tenemos que estar solo. Podemos... no sé, ¿llamar a Cisco? Si tú quieres. No demasiadas personas, porque ese es el punto de esta conversación. Podemos dejarlo elegir las películas malas de siempre, o las buenas de las que está orgulloso. Podemos hacer ponche, hornear galletas...

Abrazos, secretos y piezas rotasWhere stories live. Discover now