03. Oscuridad y sombras

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—No lo lastimes.

Al principio, él creyó que aún estaba soñando. Era la misma voz que había estado escuchando en sueños durante días; la misma que le había permitido cerrar los ojos y perderse por algunas horas. Lenta, suave y tan cálida que lograba ahuyentar el frío que siente en el interior.

—Por favor —ella dijo entre susurros, solo para subir el tono de su voz segundos después—: ¡Por favor no lo lastimes!

El sueño ya no pudo retenerlo por más tiempo, así que no le quedó otra opción mas que despertar. Cuando abrió los ojos lo único que encontró fue oscuridad; la silueta a su lado estaba temblando, y él se movió más cerca para observarla mejor. Apartó el cabello de su rostro y comenzó a susurrar palabras de consuelo para sacarla del trance —decidiendo no despertarla de golpe, ya que eso solo empeoraría las cosas.
—Solo... —La voz se le rompió; en aquel momento comenzó a llorar—. Por favor, no lo toques.

Barry se sentó, llevando a Caitlin consigo. Su espalda contra la cabecera de la cama, la cabeza de ella contra su pecho. La abrazó y siguió susurrando palabras suaves contra su oído hasta que, después de lo que parecieron horas —después de todo, era un velocista—, ella abrió los ojos.

Sus manos se aferraron a la camisa de él sin un segundo pensamiento al respecto. Sus lágrimas comenzaron a descender con libertad por sus mejillas y humedecieron la prenda, pero ninguno de los dos le prestó atención a aquello. No cuando todo parecía estar mal.

Incluso si su primer instinto era disculparse con ella, decidió que era mejor no hacerlo. Barry sabía que las disculpas no funcionaban. No con ella y tampoco en una situación como la que atravesaba. No quería alterarla más.

Eso no hizo que se sintiera menos culpable; él sabía que todo aquello caía sobre sus hombros como muchas otras cosas. Caitlin estaba así porque él renunció a sus poderes y dejó al equipo desprotegido ante Zoom. Ella se encontraba así porque él no había sido capaz de defenderla.

Además, ¿cómo no se había dado cuenta? Él había estado tan adentrado en su pérdida que no pudo notar que la persona que más consuelo le dio también lo necesitaba. Incluso si solo había sido ignorante a aquel hecho por tres días, eso no lo hizo sentir mejor.

«Quiero estar ahí para ti también, para cualquier cosa».

Las palabras que Caitlin le dijo días atrás, aún sonaban en su cabeza. Él se dio cuenta entonces de que haría lo mismo por ella.

—Está bien. Estás a salvo, Cait —él susurró, acariciando su mejilla, pasando los dedos de su otra mano por los rizos castaños de su cabello—. Estás bien, estoy aquí, estoy contigo. Nadie va a lastimarte.

—Estás bien —musitó ella. Su voz era más frágil de lo que alguna vez se escuchó, pero no le importó en aquel instante. A ninguno—. Estás bien.

Esa era su forma de ser. Siempre preocupándose por los demás, dejando su bienestar como lo último de la lista.

Más pronto de lo que él creyó capaz, ella estaba profundamente dormida otra vez, con la excepción de que se hallaba entre sus brazos. Y, no mucho tiempo después, él se dio cuenta de cuán íntima parecía aquella escena. Creyó que sus mejillas enrojecerían debido a eso, pero no lo hicieron. Ni siquiera se sintió  incómodo con la manera en la que estaban abrazados. Ella tenía los brazos alrededor de su cintura, y él se sentía bien con eso. Todo se sentía... correcto.

—Estás a salvo —murmuró él antes de dejar un beso en su frente. Sabía que estaba dormida, pero necesitaba darle voz a esas palabras una vez más. No supo que era por su tranquilidad hasta que algo parecido a alivio le recorrió el cuerpo, y entonces se quedó dormido una vez más.

Aquella noche no tan lejana, frente a la casa de los West, en STAR Labs, en el apartamento de Caitlin, hicieron un acuerdo silencioso sin darse cuenta. Ella mantendría lejos su oscuridad, y él ahuyentaría a los monstruos cazándola en las sombras.

Abrazos, secretos y piezas rotasحيث تعيش القصص. اكتشف الآن