Capítulo 26

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Me despiertan para la cena. Apenas abro los ojos cuando entran. Pienso en que es el momento para hablar sobre las extrañas voces que he estado escuchando, pero parecen muy ocupados en mi cuidado físico.

Se ven estresados, ordenando cosas y preparando maletas. No dicen nada de lo que hacen a todos los que fuimos torturados y que, por lo tanto, no formamos parte de la toma de decisiones de este lugar, aunque igual nos damos cuenta de lo que hacen. Nos iremos de acá, y sospecho que será un poco antes del amanecer. No puedo saber con certeza en que tanda estaré, pero espero no ser de la primera.

Después de cenar me llevan a mi habitación. Intento hablarles de las voces, pero ellos solo dicen que descanse. A veces me es insoportable esto, el hecho de que lo que sea que diga no tiene importancia. Que descanse no es una solución, de hecho, es mucho peor porque ahí escucho las voces más nítidas. Escucharlas me vuelve loco. Solo quiero sacarlas de mí cabeza de una vez, pero es imposible hacerlo.

Las luces del lugar se van apagando de a poco, y paulatinamente se dejan de escuchar conversaciones hasta que el silencio es total en el lugar. Intento cerrar los ojos, pero se me hace imposible. No dejo de pensar en cómo serían las cosas si esto nunca hubiera pasado; si nunca hubiera ido al pueblo en cuarentena (a pesar de no haber sido voluntario); si mi esposa no hubiera muerto, pues con su apoyo las cosas serían muy diferentes, incluso ahora me sentiría mejor a pesar de lo ocurrido; si mis suegros no hubieran muerto o si mi hijo, Felipe, no hubiera muerto. Con mi hijo empezó todo, antes estábamos bien, no perfectamente pero sí bien. Éramos felices sobreviviendo al llamado fin del mundo, incluso encontrábamos ridículo que lo considerarán de esa magnitud porque 'no era para tanto'. Pero ahora, después de haberlo perdido casi todo, siento que el fin del mundo está ocurriendo, pero no es para todos. Para mí esto es casi el fin. No hay nada que pueda esperar, no hay nada que anhele. Simplemente esto no tiene sentido.

Por la mañana, cuando apenas comienza a amanecer, me despierto con el murmullo de personas saliendo. Se escuchan sus pasos en la madera por toda la casa, y sus voces no parecen ser un susurro, ni siquiera un intento.

Hago el mayor esfuerzo por dormir, rogando que nadie entre a mi habitación y me saque junto a los demás. Quiero un día más acá, aunque sea uno.

Mucho tiempo después, quizás una hora, el ruido se deja de escuchar seguido del sonido de un auto saliendo. Parece que esta vez me he salvado, esta vez he tenido suerte.

Duermo sintiendo alivio y un poco de felicidad.

Duermo sintiendo alivio y un poco de felicidad

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