Capítulo 20

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Termino el día, exhausto, cuando ya son las 9 pm. Para mi sorpresa el jefe no tiene muy buenas condiciones aquí, incluso son mucho peores de lo que me imaginaba. Apenas dio un almuerzo para todos, en el que tuvimos solo 10 minutos para terminarlo, y era imposible intercambiar palabras entre los investigadores.

Me acuesto y cierro los ojos sin decir palabra a mi hijo, quien ya está durmiendo a pesar de lo temprano que es. Se tuvo que quedar todo el día en la habitación, sin siquiera compartir palabra con alguien. Si esta es la vida que desde ahora tendré, no me gusta en lo absoluto.

***

Despierto para seguir un nuevo día de trabajo. Vuelvo a ir somnoliento hasta el laboratorio donde están los mismos investigadores y la nueva integrante, quien recibe toda la atención del jefe. Paso al lado suyo, pero él no dice nada, ni siquiera se da la vuelta. Tal parece que esa amabilidad suya solo fue una actuación para hacerme confiar en él, tal como lo está haciendo con la nueva.

No debería dejarme llevar por conclusiones tan apresuradas, pero las reflexiones que tuve al dormir sobre lo que uno de los investigadores me dijo y el hecho de que el jefe me haya ordenado, sin siquiera dar una buena justificación, a no prestar atención a lo que dirían los demás (él tenía claro que me dirían algo), me ha hecho dudar del jefe y del hecho de que prácticamente me estaban salvando del fin del mundo. Si hubiera decidido ir a Marte habría sido lo mismo, estaría aquí de todos modos, aunque no sé si el haber llegado aquí queriendo ir a Marte me habría hecho odiar al jefe desde el principio o si la forma de tratarme habría sido diferente. Quizá dirían alguna justificación como que el viaje no se pudo realizar y que mientras me mantendrán acá... no sé bien en qué creer en este momento, solo estoy seguro de que no quiero permanecer tanto tiempo en esta vida monótona en que solo trabajo.

Al terminar el día, después de tener que seguir analizando muestras que no se parecen en lo absoluto a las que vi en el laboratorio en la ciudad, vamos a nuestras habitaciones, totalmente exhaustos.

En el pasillo a mi habitación, uno de los investigadores se acerca. Parece que es la nueva.

—¿Eres Benjamín Gutiérrez? —pregunta en un susurro apenas audible. Asiento a pesar de estar un poco oscuro aquí. Ella parece verme pues continúa—: Allá los demás me dijeron muchas cosas confusas que... no logro asimilar. Y quería saber, como también eres nuevo, si el viaje a Marte es real o no

Dudo en responder eso. Hasta yo sigo dudando. No sé por qué me escogió a mí como la persona que puede responder sus dudas.

—No sé bien eso, pero me dijeron que no —hablo muy bajo mientras me acerco sigiloso a mi habitación, con miedo a que el jefe aparezca y pueda hacer algo.

—Bueno. Los demás me mandaron a decirte que hoy a las 3 am nos juntaremos en el laboratorio. No sé para qué será, pero es necesario que lleves a tu hijo... según ellos —habla de forma muy insegura. Se nota que no sabe si creer en lo que dicen, y no la culpo. Quién no dudaría de lo que le dicen unos extraños, incluyendo al jefe.

Por un instante su rostro me recuerda a mi esposa de una forma muy nítida y presente. Trato de desviar eso de mi cabeza al sentir un nudo en el pecho que amenaza con las lágrimas. Asiento y entro a mi habitación, al borde del llanto.

Había estado tan bien este tiempo, apenas había llorado. Pero ahora me siento como el día en que mi esposa murió, dando por muerta a casi toda mi familia. Creí que el dolor con el paso del tiempo iba a disminuir, pero es igual que hace unos meses. No ha disminuido ni aumentado, es el mismo y es por las mismas razones.

Enciendo la luz de la habitación, encontrando a mi hijo boca abajo en su cama. Corro a abrazarlo, tal como lo hacía en esos días en que pensaba en la enfermedad como la solución a mis problemas, cuando solo quería que los síntomas se presentaran para así solo tener unas horas más de sufrimiento. Al ver el rostro de mi hijo siento un ligero calor en el pecho, el que irradia felicidad, aunque esta es mínima. Él es mi razón para vivir, es quien me hace querer alejar la enfermedad de nosotros.

A pesar de ser un muy posible contagiado que tarde o temprano morirá, no logro evitar sentirme consolado al verlo con vida.

Él tiene todo lo que he perdido: tiene un poco de su madre, de su hermano y de sus abuelos. En él está todo lo que no está, y eso me ánima. Antes éramos 6, ahora somos 2. Somos pocos, pero lucharemos por sobrevivir.

Terminamos nuestro abrazo, dejando ver el rostro lleno de lágrimas de mi hijo. Su tristeza no me parece conocida, no es como la que reflejaba después de un abrazo lleno de dolor de este tipo. Preocupado, le pregunto qué pasa.

—Un señor con delantal blanco como el que tú usas entró a la habitación y me hizo tomar unos medicamentos. ¡Te lo juro que yo no quería, pero de verdad me obligó! ¡Me hizo tomar un poco, pero me asusta lo que sea! —apenas lo escucho, pienso en que esa persona es el jefe. Me altero al pensar en lo que pudo darle. Lo llevo con rapidez y sigilo al laboratorio, esperando encontrarlo vacío para así hacer un examen de sangre, identificar el medicamento y ver si es tóxico o no.

Al llegar encuentro al jefe revisando algunas muestras. Levanta la cabeza unos segundos, y al verme parece no tomarme importancia. Continúa en lo que estaba, sin importarle el hecho de que esté ahí sin razón alguna.

Esta vez decido hacer lo que sé que mi esposa haría.

—¿Qué le diste a mi hijo? —mi voz resuena por todo el laboratorio, logrando captar su atención. Mi hijo se abraza a mí, con miedo.

—Yo no he hecho nada —habla sin mirarme a la cara.

—Hijo, ¿él fue el que te dio unos medicamentos? —le pregunto a mi hijo de la forma más paternal que puedo. Espero que eso logre quitarle un poco del miedo que debe estar sintiendo y así diga lo que pasó.

Él asiente de forma tímida, y sé que el jefe lo vio. Fue él, tal como sospechaba.

—Bien, entonces, ¿qué medicamento, antídoto o lo que sea le diste, y por qué? —ríe un poco al escucharme. No entiendo qué es lo que le parece gracioso.

—Eso no es de tu incumbencia —su respuesta me enfurece.

—¡¿Cómo que no es de mi incumbencia?! Es mi hijo, y yo soy el que lo cuida por lo que es mi total derecho saber lo que otra persona le dio...

—Primero que todo, no me subas el tono, y segundo, no hables como si tú o tu hijo tuvieran derechos. Ustedes son contagiados, son la escoria del planeta y lo que está llevando la destrucción de este, así que no hablen como si les debiera algo. Agradezcan que les doy un lugar para vivir, aunque si sigues con ese comportamiento después no tendrás uno —eso me hace recordar lo que el investigador me dijo sobre la muerte de los que desobedecían. Por el bien de ambos, guardo silencio y vuelvo a la habitación, resignado y sin saber qué le dieron a mi hijo. Solo espero que no sea algo tóxico.

Ahora les creo a los demás investigadores, y por eso mismo iré a las 3 am al laboratorio. Solo espero que me ayuden, así como lo haré por ellos.

 Solo espero que me ayuden, así como lo haré por ellos

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Caos || Publicado En Amazon #PGP2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora