Capítulo 1

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Mi nombre es Benjamín Gutiérrez, tengo 38 años y estoy casado con la que fue mi mejor amiga de la infancia, María, quien me dio dos hermosos hijos. Soy un químico farmacéutico y médico que quedó sin trabajo ante el aparente fin del mundo. Las exigencias que nos daban para crear remedios que curaran enfermedades que no conocíamos terminaron por quitar mis ganas de seguir trabajando en lo que siempre amé. Aun así, varias compañías me llamaban solicitando mi trabajo para medicamentos; no me sorprende que lo pidan, la noticia del primer latino que recibió un premio Nobel de Ciencias este siglo fue muy transmitida. Aun así, no acepté. Prefiero pasar más tiempo con mi familia en el aparente fin del mundo en vez de pasar trabajando. El dinero no es un problema, aunque tuve un cambio radical. Tuve que vender mi costosa casa por los gastos que esta daba, y me trasladé a la casa de mis suegros en un pequeño pueblo para ahorrar costos y para hacer felices a mi esposa e hijos, quienes son muy felices con ellos.

Aun así, he seguido una pequeña investigación personal de las enfermedades porque no quiero ver a mi familia morir y por un caso muy cercano que tuve: mis padres. Ellos murieron hace 5 años entre los primeros casos registrados. Mi padre era un meteorólogo jubilado que seguía su pasión con viajes a lugares en que era más visible el calentamiento global. Durante su viaje a Noruega empezó a sentir unos extraños síntomas, los que lo llevaron a la muerte. Mi madre me informó de su muerte mediante una llamada por celular. Su llanto en el teléfono es uno de mis recuerdos más desgarradores al ser la última vez que escuché su voz. Ella murió unas horas después, presentando los mismos síntomas que mi padre.

Ese hecho hizo que en el trabajo tuviera más ánimos de seguir trabajando al sentir que ayudaba a encontrar una cura, pero después, a la vista de la masificación de las enfermedades, preferí renunciar. Por suerte sigo una vida con pocos gastos y tengo varios millones de pesos ahorrados que me permitirán tener una buena vida durante años.

Por desgracia, hay muchas ciudades cercanas que están en cuarentena por la enfermedad por lo que tomarme unas vacaciones con mi familia no es posible, solo puedo quedarme aquí a vivir junto a ellos, algo mejor que estar en el laboratorio lejos de todo.

—No sigas tanto en el computador, los niños te necesitan más presente —dice mi esposa al entrar a la pequeña habitación de madera fuera de la casa que he designado por laboratorio. Por ahora lo único que he podido hacer es buscar en Internet los síntomas y variada información que me permita comprender mejor la enfermedad, pero esto no me sirve de mucho. Si pudiera tener el tejido de una persona que haya muerto por alguna enfermedad podría intentar hacer algo, o aunque sea avanzar más. Siento que estoy desperdiciando el tiempo obsesionándome con algo que nunca podré solucionar.

A pesar de mis pensamientos, permanezco unos minutos más investigando. Termino apagando el computador y yendo a la habitación en que mi esposa e hijos duermen en sacos de dormir. Pero al llegar, el clima no es nada alentador: mi esposa llega con rapidez hacia mí con sus ojos llorosos.

—Felipe empezó hace unos minutos con un lagrimeo... y no es por tristeza

Siento un frío helado correr por mi espalda y una tristeza incontenible. No logro creer en sus palabras. Mi... hijo... con una enfermedad que le dará unas horas de vida más.

—Todos aléjense inmediatamente de Felipe, no podemos permitir un contagio —digo tratando de alejar a mi esposa de mi hijo posiblemente enfermo. Mi otro hijo también se aleja de él. A pesar de ser el contagio poco probable entre ellos, prefiero alejarnos en caso de que el virus mute volviéndose contagioso al contacto o algo parecido.

Me acerco a mi hijo y trato de ser lo más paternal posible.

—Hijo, ¿has tenido mucho contacto con algún desconocido? —intento no acercarme tanto por el miedo de que adquiera algún contagio.

Caos || Publicado En Amazon #PGP2019Where stories live. Discover now