Capítulo 15

124 17 0
                                    

Logramos hacer un antídoto inyectable. Hablamos con el jefe sobre este antídoto, pero se niega a dárselo a una persona. Primero tenemos que probarlo en un animal, y si no muere, recién será probado en humanos. Aceptamos a pesar de no ser lo que queríamos.

Nos llevan ratas, como las que siempre ocupan en experimentos. Primero le inyectamos una cantidad del virus sacado del tejido de una persona contagiada. En las ratas los síntomas se presentan unas horas después. Una comienza a cojear mientras la pierna se pone morada, lo que demuestra que el virus está haciendo efecto. Inyectamos la primera dosis del antídoto en la zona afectada. Tendremos que aplicar una dosis cada 10 minutos.

Comienza a tener una muy buena evolución, incluso parece estar mejorando.

—Sabía que lo lograríamos —dice mi esposa con una tímida sonrisa, observando la evolución de la rata. Permanece estable y el virus va desapareciendo. Esperamos unas horas más por si hay efectos secundarios.

De pronto vemos que la rata, al intentar caminar, empieza a caer, como si perdiera el equilibrio. Su ritmo cardíaco comienza a ser poco constante, subiendo mucho de vez en cuando. Le damos la última dosis rogando que funcione. Estamos muy cerca de la cura, no soportaríamos que algo salga mal ahora.

El ritmo se acelera más, de hecho, es demasiado. Tratamos de disminuirlo, pero eso no funciona. La rata muere de un paro cardíaco.

Gruñimos en frustración mientras observamos nuestro experimento fracasado. Mi esposa agarra su cabeza mientras veo unas lágrimas deslizarse. Se las limpio, tratando de darle apoyo.

—Creí que lo lograríamos. De verdad pensé... que habíamos encontrado la cura. Pero solo conseguimos un antídoto que termina matando de todos modos —tiene razón, en parte.

—Pero da más tiempo de vida. La rata no dura más de 3 horas, y esta duró 10 horas. Sabes que estamos avanzando, al menos encontramos una manera de hacer que la persona dure más tiempo viva —logro animarla un poco, pero una sonrisa triste parece demostrar lo contrario.

—No es suficiente

Entregamos los resultados del experimento al jefe de la investigación. Parece satisfecho con lo que obtuvimos.

—No lograron la cura de la rata, pero hicieron que durara más horas. Es un paso más cerca de la cura, así que sigan así. Investiguen los posibles errores que tuvo el antídoto y corrijan lo más que puedan. Eso lo complementaremos con lo investigado por el otro grupo. Allá están experimentando con una vacuna, pero no resultó. Las ratas contrajeron el virus igual, aunque tardaron más en manifestarlo. Ambos grupos están logrando más tiempo de vida a la persona, pero sabemos que eso no es suficiente —dice guardando nuestros resultados en un gran cajón con muchos papeles. Asentimos y nos retiramos aún un poco frustrados por los resultados.

Cada vez estamos más cerca.

***

Mi esposa lleva varios minutos sentada en el sofá viendo televisión. No hace contacto con nadie y parece estar mirando a un punto fijo. Me pregunto en qué estará pensando.

—¿Pasa algo? —pregunto. Necesito saber qué ocurre, ella ha estado un poco aislada este último tiempo, pero hoy ha sido más de lo normal.

Suspira negando con la cabeza, como si recién me hubiera escuchado.

—No pasa nada, estoy bien —habla de forma automática. Es como si decir que está bien fuera una obligación, no como si lo estuviera realmente.

Se levanta al baño. Se encierra ahí por varios minutos.

Supongo que lo que ha ocurrido este último tiempo la tiene mal. La dejaré por mientras, quizá le haga bien estar sola. No quiero ser una molestia para ella sino un apoyo, y dejándola sola unos minutos puedo serlo.

Mientras, voy a la habitación de nuestro hijo, quien está viendo la televisión. Ve su programa favorito mientras está acurrucado en una esquina de la cama. No me sorprende que esté así, este último tiempo la temperatura sube o baja mucho sin previo aviso. Me quedo junto a él mientras la curiosidad me carcome por dentro.

Sacudo la cabeza tratando de sacar mis pensamientos pesimistas. No creo que María haga algo malo, solo fue al baño.

De pronto escucho que sale. Creo que estuvo casi una hora ahí, lo que es preocupante. Me levanto y voy lo más rápido que puedo. Siento sus pasos pesados acercarse a nosotros. La veo cerca de la habitación de nuestro hijo, con su rostro lleno de lágrimas.

—¡¿Qué pasa?! —sueno un poco dramático, pero no me importa. Este comportamiento es demasiado extraño, y creo que nunca ha pasado que después de un comportamiento así la razón es buena.

Sube la manga del brazo izquierdo dejando ver un camino de manchas moradas que parece ir creciendo. Doy un grito ahogado al verlo. Siento el impulso de abrazarla y de ayudarla a la vez, pero debo ser objetivo. No hay cura, no hay nada que podamos hacer, excepto...

La llevo rápido hasta el laboratorio. Ella parece estar un poco menos consciente, aunque sigue respondiendo a lo que digo. La gente cerca de nosotros parece extrañarse por mi forma de correr mientras llevo a mi esposa en brazos.

No ahora, no a ella.

Llegamos hasta allá. Paso sin justificar mi entrada. No me importa si después me despiden por esto, la vida va antes que el dinero. Entramos a la sala en que ambos investigábamos la enfermedad, donde mi mejor amiga de la infancia se volvió mi compañera de trabajo, mi compañera en todo.

Aún queda un poco del antídoto aquí. Tomo la aguja y la entierro lo más rápido que puedo en su brazo morado y helado. Ella no parece sentir un rastro de dolor con el pinchazo, aunque seguramente ya no siente nada en ese brazo. Llevo una de las camillas del laboratorio para acostarla ahí, pero parece que ya quieren sacarme. Entra el jefe con la furia en sus ojos, haciendo valer su autoridad.

—No puedes hacer tiempos extras sin justificar la razón —habla mientras mantiene la distancia. Aún no ve a mi esposa acostada en el suelo.

—¡Mi esposa se está muriendo! —no logro evitar dejar caer algunas lágrimas, pero eso no me importa en absoluto. Sé que esto no la curará, pero unas horas más de vida es lo que más quiero. Solo necesito despedirme de ella, no quiero dejarla ir sin haber hecho algo, sin haberlo intentado. No quiero darle morfina y luego esperar a que deje de respirar, no como pasó con mi hijo.

Antes éramos una familia normal, ahora solo quedaremos dos personas. ¡No! ¡No lo permitiré!

—No puedes aplicar un medicamento aun en prueba en un ser humano, es delito —ya sabe lo que vine a hacer aquí. Sus palabras tan frías me enfurecen.

Se va acercando al área de investigación profunda. Ya casi escucho su respiración.

—¡No me llevaré las malditas leyes a la tumba! —grito y acto seguido cierro la puerta con llave. Pongo varios objetos delante para que sea imposible entrar. Él intenta varias veces abrir la puerta, haciendo todo el forcejeo que le es posible. Me quedo helado frente a la puerta, esperando a que se rinda, lo que después de unos minutos al fin ocurre. Suspiro de alivio al escucharlo irse.

—No tuviste que hacer eso —dice mi esposa en un susurro—. Quizá después de esto no te dejen ir a Marte

No había pensado en eso, pero no sé por qué le da importancia a ese viaje a Marte. No me importa ir a otro planeta a salvarme si ella no está ahí.

—No me importa. Solo no quiero que mueras, no ahora. Solo quería llegar a estar contigo hasta ver a nuestros nietos —da una sonrisa triste al escucharme. Sé que ella quería lo mismo.

 Sé que ella quería lo mismo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Caos || Publicado En Amazon #PGP2019Where stories live. Discover now