Capítulo 13

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María

Salgo del lugar con un poco de la felicidad que me ha entregado el hecho de ser aceptada. Rechazo lo más que puedo los pensamientos sobre lo ocurrido ayer, un día que prefiero no recordar. Voy hasta el departamento a descansar un poco. A partir de mañana trabajaré en una investigación de importancia mundial. Haré todo lo posible, todo lo que mis conocimientos me permitan. No defraudaré a nadie.

Benjamín

Viendo los cuerpos me he percatado de algunas similitudes entre las enfermedades: estas se comen al cuerpo, pero de diferentes partes. Eso me hace sospechar que se trata del mismo virus, pero aún no aseguro nada. Debo analizar las muestras que sacaré de los cuerpos, y ver de qué manera se podría frenar el avance del virus, aunque sea una semana.

Uno de los cuerpos muestra un claro comienzo del virus en la pierna izquierda, pero no hay ningún otro signo de tiempo antes del último día de vida. Los demás cuerpos muestran lo mismo. Es como si el virus se alojara en el cuerpo, pero no hiciera nada en absoluto, solo esperar el momento de matar.

Me asusta que el tener mucho contacto con el virus me haga adelantar sus efectos, aunque el jefe de la investigación ya dejó claro que de esa manera no se contagia. Sin embargo, estas enfermedades aún son muy desconocidas, por lo que nada de lo que los demás digan es algo seguro.

Ya es hora de salir. Salgo de la sala y me saco las cosas que me puse por el trabajo. Estos hallazgos son mucho mayores que los que conseguí investigando desde un computador.

Mi propósito de quedarme los últimos momentos de vida con mi familia ya no se está cumpliendo, pero me cuesta seguir sin siquiera ayudar. Dudo que pueda hacer la diferencia, pero puedo cooperar para descubrir cosas nuevas. Además, no tengo dinero suficiente para estar siquiera un mes aquí, por lo que es necesario trabajar, y qué mejor que trabajar con mi esposa, parte de lo que me queda de familia y de vida...

Al ir saliendo del lugar, un televisor ubicado en la entrada me llama la atención. Nos muestran saliendo del hospital, aunque casi no nos vemos. Hablan de la enfermedad y de contagiados, de la posibilidad de que haya llegado a la ciudad. Eso parece aterrarles, más al haberlo mostrado varias veces (ayer también lo estuvieron mostrando). Pasan a otra noticia en que muestran un terremoto en un lugar lejano en que una gran ciudad fue partida por una grieta que se llevó varios edificios, dejando magma al descubierto. Varias veces mencionan que esto es solo el comienzo del fin del mundo, y que hay que prepararse para lo peor.

Continúo mi camino sin ser afectado por esas palabras. Varias veces las escuché antes de ir a la ciudad, cuando éramos una familia completa y feliz y no una pequeña fracción de sobrevivientes.

Camino hacia el departamento, pero de pronto una llamada de mi esposa me saca de pronto de mis pensamientos. Contesto de inmediato.

—¿Qué pasa?

—Nuestro hijo... —apenas se escucha su voz, y eso es una mala señal. Ese tono de voz me recuerda a las últimas horas de Felipe, el primer hijo que se fue de este mundo. No quiero pensar que ahora se irá mi segundo hijo, no quiero dejarlo ir, no ahora ni nunca. Trato de no pensar en eso, pero no evito creer en lo peor.

—¡¿Qué pasó?! —no evito sonar nervioso. A esta altura ya he imaginado lo peor y no hay duda de que la forma en que hablé demuestra eso.

—Tranquilo, está bien de salud —dejo escapar un suspiro de alivio sincero. Creo que esta es la mejor noticia que me han dicho en meses—. Solo que... no tuvo un buen día. Está mal de forma anímica... está bastante mal. Por favor, llega pronto

—Estoy por llegar —no se imagina el alivio que me da saber que no está mal de salud. Me hace tan feliz saber que mi hijo está bien, aunque que esté mal anímicamente era algo que se veía venir. Estaba siendo fuerte con la situación, pero demasiada fuerza no es algo bueno.

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