Capítulo 5

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Despierto cuando los rayos del sol entran fuertes e intensos por la ventana del laboratorio. Mi familia y vecinos siguen con sus ojos cerrados, durmiendo.

Me apresuro en levantarme en silencio y salir con el dinero que necesito. Sé que es una irresponsabilidad llevar tanto dinero por el riesgo de asalto, pero en estos momentos no puedo permitirme el privilegio de ir a un banco a cambiar el efectivo a un cheque o algo parecido.

Voy en silencio y con miedo hasta la casa de quien nos llevará en su avioneta, quien ya debe estar esperándome.

Hay varios autos estacionados en el lugar, lo que me hace pensar negativo y desconfiar. Sé que habrá varias personas en el avión, pero no encuentro una razón para que las personas vayan a su casa a pagar a la misma hora. A pesar de mi desconfianza, voy igual. Al entrar al lugar y quedarme al lado de la puerta de entrada, me percato de que hay muchos sacos de dormir esparcidos por el suelo.

—El dinero —me susurra quien me llevará en su avioneta. Le doy una mirada al lugar, y al parecer él se da cuenta—. También uso mi casa como arriendo para quienes quedaron sin la suya. Ahora... el dinero

Por su tono impaciente sé que le incómoda que siga aquí. Le entrego el dinero de inmediato. Pasa unos segundos contando los billetes —obviamente va a desconfiar si esto no es nada legal— y, al terminar, lo guarda cuidadosamente y dice:

—Saldré a las 9 pm justo, sin retrasos. No espero a nadie y no hay devoluciones. No creo que sea necesario dejar una hora para presentarse aquí, pero debe llegar mínimo media hora antes de partir. Irán ustedes y 6 personas más, una familia grande que tiene como destino la ciudad, igual que ustedes —deja en claro las condiciones, pero mi mente se concentra en cómo convencer a mi familia. No puedo ir sin ellos, y el hecho de haber pagado el pasaje de ellos no es muy importante, lo que realmente importa es que vayan y no se queden en un pueblo en cuarentena, eso es muerte segura.

Ojalá existiera aunque sea una manera de saber si una persona está contagiada antes de que lleguen sus últimos momentos, así sabría si realmente nos estamos salvando o si lo que busco es morir en otro lugar.

La puerta cerrándose frente a mi cara me saca de mis pensamientos de golpe, haciéndome retroceder un poco por el susto. Camino, casi de forma automática, al auto y luego me dirijo al laboratorio.

María

Despierto cuando el calor me hace imposible dormir. Creo que nunca me había pasado esto en junio, aunque no me extraña. Estos últimos años ya no hay que pensar en anormalidades en las estaciones, solo hay que sobrevivir.

Me encuentro abrazando con fuerza a una almohada, seguramente es lo que abracé en mi sueño pensando que era mi hijo. Si tan solo siguiera aquí...

Salgo de súbito de mis pensamientos al ver el saco de dormir de mi esposo vacío. ¡Escapó! ¿Cómo fue capaz de huir y dejarnos aquí? Dejo caer lágrimas al imaginarme las razones por lo que lo hizo. Pudo hacerlo por miedo a seguir aquí o por... ¡tener otra familia! Sí, eso justifica que se haya ido sin avisar.

Observo a mi alrededor esperando encontrar algo revelador, pero solo veo personas durmiendo. Nadie se dio cuenta de que huyó. Ahora que recuerdo nuestra discusión de ayer, él dijo que hoy iría a pagar los pasajes. ¡Sí, eso coincide! No creí que fuera a ser tan temprano, pero suena más convincente que haya ido temprano a pagar en vez de irse sin avisar.

El sonido del auto llegando me saca de mis negativos pensamientos. Me acuesto, fingiendo que sigo dormida.

Benjamín

Entro lo más sigiloso que puedo mientras siento las respiraciones lentas de los que se encuentran en la casa, demostrando que siguen dormidos. Pero al ver a María, sospecho que ella no lo estaba hace unos minutos. Su saco de dormir está en otra posición según lo que recuerdo... no, debe ser mi imaginación. Voy a mi saco de dormir, intentando conciliar el sueño. En ese momento siento la mirada de mi esposa. Al girar la cabeza hacia ella me doy cuenta de que efectivamente me estaba observando. ¡Lo sabía! Ella no estaba dormida, estaba fingiendo. Sus ojos se ven cansados y tristes, como si hubiera llorado hace poco. ¡Oh no! Espero no haberla hecho llorar, aunque luchar contra su imaginación es algo bastante complicado. Vuelve a cerrar los ojos como si nada hubiera pasado.

***

Varias horas después despierto cuando ya todos lo hicieron. Abro los ojos encontrándome con mis suegros, mi esposa y mi hijo desayunando, y mis vecinos quizá dónde están. Mi esposa es la única que me mira de vez en cuando, aunque se nota que intenta disimular que no lo hace. Ella sabe que ya pagué los pasajes.

Tenía planeado discutirlo ahora, en el desayuno, pero ahora que ya casi es el momento me asusta que los demás no estén de acuerdo y que no logre convencerlos.

Me levanto con tranquilidad mientras los presentes guardan silencio, aunque no parece ser incómodo ni nada parecido, solo desayunan sin ponerme atención.

—Compré los pasajes... —alcanzo a decir cuando mi esposa me interrumpe.

—Ya nos dimos cuenta, no es necesario que lo digas —su expresión se ve de pocos amigos. Los demás se ven sin una expresión en especial. ¿En qué momento me quedé solo?

—Bueno, el viaje es a un lugar seguro en que habrá más doctores y seguridad: la ciudad, es nuestra única esperanza. ¿Realmente crees que en un pueblo podrás sobrevivir? No sé tú, pero no quiero quedarme a morir aquí —hablo lo más calmado que puedo. A veces no entiendo el cambio repentino de mi esposa al estar en contra del viaje. Incluso pienso que nunca estuvo realmente a favor porque antes de la cuarentena ella quería ir, pero era muy complicado comprar pasajes en un avión comercial con estas circunstancias.

—No quiero... irme del lugar en que murió mi hijo —apenas se escucha un hilo de voz mientras unas lágrimas silenciosas se deslizan con suavidad por sus mejillas. No soporto verla llorar.

—María —comienza a hablar mi suegra, quien, al igual que mi suegro, se habían abstenido de opinar. Escuchar lo que tenga que decir se me hace una necesidad—, es cierto que este fue el último lugar en que vivió nuestro nieto, pero piensa en tu hijo que aún sigue vivo

Ella mira a nuestro pequeño que sigue aquí, el que, a pesar de los golpes que le ha dado la vida este último tiempo, se ve lleno de vida. Su único cambio son los juegos ya que no tiene con quién.

—Tenemos que irnos de acá, por el bien suyo y de todos nosotros. Quedarnos aquí es como un suicidio, es como... —nuevamente soy interrumpido por mi esposa.

—¡Ya entendí! No es necesario que me lo repitas mil veces —se ve molesta—. Es solo que la muerte de nuestro hijo parece no haberte afectado en absoluto. Me siento sola en esto

Esta vez se deslizan gruesas lágrimas, pero ella se mantiene en silencio. No la dejaré sola, jamás lo haré. Me acerco a ella y la abrazo mientras su llanto aumenta de magnitud.

—¿Crees que lo que hay que hacer para mostrarle importancia a su muerte es llorar y derrumbarse? No, no lo haré, no en estas circunstancias. Piensa en lo que hay que hacer por nuestro hijo con vida... hay que apoyarlo más que nunca, no debe vernos llorar. Además, jamás te dejaré sola. Eres mi todo, y sin ti no soy nada. Nunca dudes de eso —le susurro mientras parece llorar menos.

Finalmente lo decidimos: partiremos esta noche.

Caos || Publicado En Amazon #PGP2019Where stories live. Discover now