Capítulo 42.

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 Me despierto de golpe, notando su respiración caer sobre mi espalda mientras me encuentro rodeada por sus brazos. Lentamente, me doy la vuelta entre las sábanas y sus brazos y me quedo contemplando su rostro dormido, dándome a ver a un descansado Diego.

Repaso todo su rostro, fijándome en todas sus imperfecciones que para mí, juntas, son una completa perfección. Acaricio su barbilla y beso lentamente sus labios, saliendo de la cama para ir a beber agua poco después.

Con su camisa puesta, me dirijo hacia la cocina y me sirvo un vaso de agua, recogiendo de paso mi ropa interior tirada por el suelo del lugar. Recuerdos de hace unas horas vienen a mi mente y no puedo evitar sonreír mientras lo observo.

Antes de entrar de nuevo en el cuarto, me apoyo en el umbral de la puerta y observo el hombre al que amo yacer sobre la cama, rodeado por las sábanas color turquesa de su cama mientras su cabeza está hundida en la almohada y palmea en el otro lado de la cama, buscándome.

Inesperadamente y mientras lo veo incorporarse, dejando ver su rostro desnudo, recuerdo la primera vez que nos besamos, en aquella calle desierta cuando quiso arreglarlo todo. Aún rememoro cómo sus labios se posaron sobre los míos y cómo me rodearon sus brazos, pegándome a su pecho mientras sus manos se movían por todo mi cuerpo, encendiendo cada célula dormida de mi cuerpo.

–¿Qué haces ahí? —me mira con el ceño fruncido, frotándose los ojos mientras yo continúo apoyada en el umbral de la puerta.

Me encojo de hombros y le sonrío, observando al hombre desnudo que está situado a menos de un metro de mí.

–Te estaba mirando.

Se queda quieto, procesando lo que le he dicho y, finalmente, me sonríe. Se pone en pie sin a penas molestarse en cubrirse alguna parte del cuerpo y, nada más estar frente a mí, me tiende su mano mientras sus ojos están fijos en los míos.

–Noto tu ausencia aún durmiendo —sus manos se adentran en mi pelo, acariciándome la cabeza—. ¿Estás bien?

Asiento, rodeando su cuerpo con mis brazos. Al instante, soy rodeada también por los suyos y siento su calor corporal envolverme sin problema alguno, relajándome al instante.

–Ahora mucho mejor —lo aprieto contra mí, notando su piel hacer fricción con la mía y sus labios posarse en mi frente.

–Vamos a la cama, te echo de menos.

***

–¿Estás ya? —Laia entra en mi habitación, asomando parte de su cuerpo tras la puerta.

Acabo de ponerme el tacón y me pongo en pie, observando el atuendo que llevo puesto. Bajo un poco más el vestido burdeos tan corto que llevo puesto y tomo un gran abrigo para irnos a cenar las tres y después salir de fiesta.

–Sí, vamos.

Salgo de mi habitación y me encuentro en el pasillo a mis dos mejores amigas observando los vestidos plateados que llevan puestos, que son el mismo. Cuando estoy ahí, me despido de mi madre dándole un largo y tendido abrazo.

–Id con cuidado —nos mira a las tres, lanzándonos aquella mirada que nos echaba cuando nos íbamos de fiesta con 16 años—. Si necesitáis algo, me llamáis y estaré allí tan pronto como pueda.

Asiento y me acerco, besando sonoramente su mejilla.

–Te quiero.

–Y yo también, cariño.

Lo último que recuerdes.Where stories live. Discover now