Capítulo 15.

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              Hace tan solo varias horas que mi padre ha fallecido y no soy realmente consciente del infierno en el que estoy. La gente no para de llamar al teléfono dándonos el pésame, pero pocas han sido capaces de venir a casa para estar con nosotros en estos momentos.

Y es ahí cuando te das cuenta de quien realmente merece la pena.

             Gracias a Dios hoy es fin de semana y no tengo que ir a la universidad, pero sí al trabajo. Llamo poco después de levantarme y cuento la situación por la que estoy pasando, así que me dan la semana libre y lo agradezco.
  
               Entro en el baño y miro mi reflejo en el espejo que ocupa gran parte de la pared. Nunca he sido una persona de tener ojeras ni hincharse mis ojos, pero ahora me encuentro así al no haber podido dormir durante toda la noche y estar llorando constantemente.

                Nunca antes me había planteado qué se debía sentir cuando perdías a alguien de tu familia y cómo debía doler. Ahora lo sé. Es una sensación tan dolorosa, que te cala por dentro y dejas de ser el mismo, o al menos eso siento yo.

-¿Estás ya despierta? — Fran entra en el baño, mirándome a través del espejo.
    
          Él tampoco ha dormido y se le nota en el tono de voz.

-No he dormido, así que técnicamente no sé si estoy despierta, ¿y tú?

Por primera vez, sonríe.

-Yo tampoco — se lava la cara, y después de secarla con la toalla, me mira de nuevo —. ¿Vas a ducharte?

Asiento.

-Entonces te dejo — besa mi cabeza —. No tardes.

          Rato después me meto en la bañera y noto el agua fría correr por mi cuerpo, pero yo estoy más pendiente de mis manos, viendo debajo de mis uñas restos de sangre.

          Cierro los ojos y todo vuelve, azotándome la mente y los sentimientos, provocando así que empiece a llorar de nuevo en la bañera. No sé cómo puedo seguir en este estado sin haber consumido a penas líquido.

               Al acabar, me envuelvo en una toalla y salgo del baño, encontrándome con los amigos de mi madre en la sala. Nada más verme, sus miradas se vuelven más tristes de lo que ya estaban.

No me gusta que me miren así aunque sé lo que sienten.

-Hola — saludo, mirando a todos y viendo que Diego no está entre ellos —, me voy a cambiar y ahora vengo.

           No dicen nada y corro hacia mi habitación, poniéndome un chándal y recogiendo mi pelo húmedo en un simple moño. Compruebo la vestimenta y largo un suspiro, frotándome los ojos.

-Vamos, Esther, sonríe.

Pero no puedo.

Echo de menos a mi padre.

           Tan solo pensar en que no le voy a volver a ver, me hace de nuevo llorar y no es algo que quiera, pero en estas circunstancias es inevitable.

          Sé que voy a añorar nuestras peleas y la manera en la que me amenazaba de pequeña con quitarme el teléfono, pero también los abrazos tan fuertes que me daba y el apodo por el que me llamaba.

            Nunca he llegado a pensar que podría pasar esto, y ser realmente consciente de lo que está sucediendo ahora, me hace sentir un nudo en la garganta, sintiendo que me ahogo.

          Me acerco a una foto que tengo con él en el cuarto de casa de mi madre y la cojo entre mis dedos del corcho, mirándola fijamente. No he querido a nadie tanto como a mi padre y realmente estoy muy orgullosa de él.

Lo último que recuerdes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora