Capítulo 13.

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              Las fiestas de navidad para mí nunca han sido algo realmente que me atraiga, pero cuando celebro el fin de año con mi padre y su familia, es lo mejor que hay.

             Hoy es final de año y nos encontramos a tres horas y poco más para que sea finalmente 2011. Sentada sobre la cama de mi prima pequeña, hablo con mi madre por teléfono para felicitarle el año.

-Te echo de menos — dice desde el otro lado de la línea.

Sonrío mientras miro mi reflejo en el espejo de cuerpo entero.

-Yo también — me gustaría que, algún día, pudiésemos celebrar aquellos fin de año como cuando mis padres estaban juntos —. Mañana te iré a ver y comeré con vosotros. Fran también irá.

         Mi madre me comenta lo que comeremos mañana mientras yo la escucho y mi mente vuela a las últimas navidades que compartimos los cuatro, nueve meses antes del divorcio.

         Tengo marcado en mi mente aquellas vacaciones y las de semana santa como si fuesen ayer. Y me da realmente lástima que todo haya acabado y no pueda volver a recuperar el tiempo que ha pasado, reviviendo los momentos de nuevo.

          Fran entra en la habitación y se sienta junto a mí, tendiéndome una copa de vino blanco para yo después besarle la mejilla a modo de agradecimiento.

-¿Es mamá? — asiento -. Pásamela.

           Mi hermano mayor se pone a hablar con ella y yo le observo. Tiene los típicos rasgos de la gente bielorrusa, pero aún así, se nota en su lenguaje corporal que es español.

           Fran me pilla mirándole y me sonríe, tendiéndome su mano para que me acerque a él y ser abrazada por uno de sus brazos. Sé que también echa de menos a mamá en estas fechas, ya que al contrario que yo, a él le encantan.

           Cuando cuelga, me abraza por completo y apoya su cabeza en mi hombro derecho.

-Echo de menos las navidades juntos, nunca me acabo de acostumbrar.

Acaricio su pelo y le obligo a mirarme.

-Yo también, pero sabes que están mejor así.

           Mi padre entra en la habitación y parece estar buscándonos, así que cuando repara en nosotros, nos dice que vayamos ya hacia la mesa a comer.

-¿Cómo estás, gatita? — besa mi mejilla.

-Normal.

Él ríe.

-Me alegro de que pases las navidades conmigo, pero aún así debes de ver a tu madre.

              A pesar del divorcio y su distanciamiento, siempre nos han instado a ver al otro cuando hacía tiempo que no lo visitábamos.

             Se nota en sus ojos que sigue queriendo a mi madre porque se le iluminan de una manera que no le sucede a cualquiera, pero ha optado por encontrar refugio en otra mujer.

-Lo sé, papá. Mañana iré a comer con ella y Fran también.

Asiente y me besa la frente.

-Yo iré a comer con la familia de Leire.

             Después de una larga y tendida cena que ha durado dos horas, nos acercamos al salón mientras tomamos el postre y hacemos la sobremesa. Mis primos empiezan a discutir sobre qué canal de televisión poner mientras yo bebo mi tercera copa de vino blanco y envío mensajes de texto a Saray.

-¿Te irás luego? — la voz de mi padre hace que me gire a mirarle.

Asiento.

-¿Quieres que te vaya a buscar o que te acompañe?

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