Ibrahim portaba su típico traje terapéutico y una taza de té con una infusión de manzana. Sus piernas estaba cruzadas y su pose eran tan relajada que en serio pensarías que se trataba de una simple sesión entre un paciente y su psiquiatra. Pronto empezó a darle vueltas a su infusión, ejerciendo un sonido leve entre la cuchara y la taza, mirando fijamente al sujeto. 

-Bien, volveré a preguntar, mi querido Giancarlo... ¿Para quién trabajas? -Su voz era calmada, su mirada era la de un demonio.

-Io...-El hombre dudó, pero la hipnosis de Ibrahim era totalmente efectiva, una vez que comenzaba, estabas a su merced. - Il suo nome è Marcell. -Dijo finalmente, con las venas de su frente totamente expuestas y con la respiración agitada. -Ha detto che si prenderà cura di te una volta finito di popolare almeno la metà dell'Italia con la sua coca.

Ibrahim sonrió con suficiencia. No dejó de mover su taza, pero si se iba acercando poco a poco al sujeto. 

-Muy bien Giancarlo. Ora ho bisogno ... Che ti immerga nel più recondito dei tuoi pensieri e mi dai un'idea... D'ora in poi sarai il mio dipendente personale e mi fornirai informazioni. -Hablaron por unos minutos más y luego Ibra se acercó as nosotros sin despegar la vista de su víctima. 

Dejó de mover el contenido de la taza y el tal Giancarlo permaneció inmóvil en su asiento. Su rostro era de completo shock, pero cuando Ibra terminara con él, simplemente olvidaría todo. El aludido nos miró. 

-En la noche haremos una visita especial a ese tal Marcell. ¿Quieren manchar sus ropas de tintura roja? 

-Lo que se ve no se pregunta, hermanito. -Le contesté. ¿Blancas o balas?

-Lo que sea que pueda matar a ese hijo de puta. No lo quiero respirando el mismo aire que nosotros respiramos, no lo merece. -Rompió la taza y la volvió añicos en el suelo. El impacto hizo que el chico saliera de su trance y antes de que pudiera hacer algo, Marco lo golpeó fuertemente en la cabeza, haciendo que quedara inconsciente. -Déjenlo por ahí y nos vemos a las 11 pm donde siempre. Díganle al viejo que no iré a comer y que Dominic se tendrá que quedar con él por hoy. 

-No, después de ese encargo nos aseamos y nos lo llevamos. -Habló Marco. 

-Como quieras. 

.

.

.

Marco y yo nos dirigimos al centro de Turín en mi tuning, lugar donde se la pasaba el tal Marcell. Ibrahim nos esperaría en uno de los galpones donde solemos guardar la mercancía. 

-Mira, Giancarlo salió con un tipo, debe ser él. -Dijo Marco estacionando el auto.

-Hagamos esto. -Me bajé del auto -Trae la taza. 

Caminé como si nada hacía ambos sujetos y al estar cerca le propiné un puñetazo al más viejo, Marcell. Cuando Giancarlo intentó enfrentarme, el sonido de una taza se escuchó, seguido del impacto del cuerpo del aludido contra el suelo. 

.¿¡Quée!? ¿qué le han hecho? -Preguntó el hombre de acento italiano pero de facciones latinas. Ni siquiera esperó respuestas, solo alargó su mano a mi cuello y no perdí el tiempo, lo mordí para safarme de su agarre y golpee su abdomen. Marco lo pateó, mandando su cuerpo lejos. 

-Suficiente. -Escuchamos la voz de Ibrahim. -El cuerpo de último, que no se les olvide. -Se dirigió al hombre y lo vió con suficiencia. -Lo lamento, no nos hemos presentado. Nosotros somos los Storm. -Los ojos de Marcell se abrieron tanto que por un momento pensé que se saldrían de su lugar. -Te pediría tu nombre, pero ya lo sé, Marcell. 

La Chica StormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora