CAPÍTULO IX = SIBERIA PT. 1

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Zemo empujó a Lyna hasta la nave; la chica aún se resistía; pero de nada valía que lo hiciera, pues cada vez que intentaba detenerlo, el frío cañón de un arma le apuntaba en la nuca

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Zemo empujó a Lyna hasta la nave; la chica aún se resistía; pero de nada valía que lo hiciera, pues cada vez que intentaba detenerlo, el frío cañón de un arma le apuntaba en la nuca. Miró a Zemo, dedicándole una mirada de resentimiento y subió a la nave, sentándose dónde se lo indicaban.

-No vas a salirte con la tuya, ¿sabes? – Gimió Lyna – Tarde o temprano te harán pagarlo.

La chica gritó cuando la fuerte mano del hombre aterrizó en su mejilla; ella se llevó la mano al rostro que comenzó a dolerle y lloró en silencio, se hizo un ovillo en el asiento y cerró los ojos, pensando en James y en sus besos. Después no supo lo que sucedió ya que el sueño la venció, sólo sintió la mano de Zemo posándose sobre su hombro y escuchó su voz.

-¡Despierta, Lyna! – Le ordenó – Hemos llegado.

La chica se estremeció al sentir el frío y tiritó, negándose a moverse: - ¡Tengo frío! – Le dijo apretando los brazos contra su cuerpo – Si salgo de aquí voy a congelarme.

Zemo bufó molesto y se dio la vuelta para buscar algo con que cubrir a la chica, le arrojó un abrigo y ella se lo puso para amortiguar el frío de Siberia... ¿Siberia? Se preguntó Lyna cuando descendieron de la nave, habían llegado a ese sitio, aterrizando en una zona cercana al lugar dónde se encontraba la base, que podía distinguirse a unos metros.

-¡Hemos llegado! – Murmuró Zemo - ¡Camina y no te retrases! – Exclamó jalando a la chica.

Lyna tropezó y avanzó a toda prisa detrás del hombre, deteniéndose junto a una puerta herméticamente cerrada. Zemo buscó entre su ropa y sacó una especie de cuaderno de pastas gruesas y rojas con una estrella negra en el centro. El hombre miró una de sus páginas y tecleó el código de acceso que abrió las puertas con dificultad.

-¡Aún funciona! – Gritó triunfante mientras conducía a Lyna al interior de ese búnker.

Las luces se iban encendiendo de manera automática al sentir su presencia, de nuevo, Zemo consultó ese cuaderno y juntos recorrieron varias salas. Lyna le echaba una mirada rápida al sitio; parecía un laberinto y al final estaba segura de que no saldría con vida de ahí.

-¿Dónde estarán? ¿Dónde estarán? – Murmuraba Zemo revisando habitación por habitación.

-Seguro ya se murieron – Intervino Lyna – Mira este sitio, está abandonado, ¡nadie ha puesto un pie desde hace más de veinte años! Una persona no puede sobrevivir tanto sin comer o beber.

-¡No seas tonta, niña! – Gritó Zemo volviéndose hacia Lyna - ¿Acaso tu amado no es uno de ellos? Tu amigo el Capitán, ¡estuvo congelado por décadas! Y no murió. Así que deja de decir idioteces y ¡camina! Debemos encontrarlos.

Lyna suspiró, ese tipo tenía razón; pero ella intentaba bajarle los ánimos; aunque se dio cuenta que era imposible. Él tenía un objetivo y no iba a descansar hasta cumplirlo. Continuó andando detrás de él hasta que llegaron a un enorme salón que parecía ser el centro de la base. Lyna miró, contemplando boquiabierta el sitio en el que descansaban los soldados. Había cinco cámaras que contenían un soldado cada una. Ellos reposaban, durmiendo, ajenos a todo lo que ocurría a su alrededor. La joven se llevó la mano a la boca y ahogó un grito.

STOCKHOLM SYNDROME (TERCERA TEMPORADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora