La habitación de paredes color crema me dan la bienvenida, incluso aquella esquina donde el color no llego.

Recuerdo que Katrina quiso darme una sorpresa en remodelar la habitación, pero su escasa estatura y mi regreso apresurado evitaron que fuera una sorpresa. Se veía tan hermosa con ese mono color azul y un top de color naranja mezclado con el color de las paredes que no pude resistir y ahí mismo me encargue que pintara hasta las estrellas de otro modo, nunca terminamos de pintar las paredes.

Nada a cambiado, el clóset aún tiene ropa mía, la cual no me lleve cuando me fui de aquí. La puerta del baño está entre abierta y de ella él sonido de agua cayendo me hace que mis alarmas se activen.

«Tengo que salir de aquí»

Intenté incorporarme, pero el dolor de mi lado derecho me lo hace difícil, ahora que pongo atención en mi, me doy cuenta de que no podría moverme aunque quisiera.

Mi pecho se encontraría completamente desnudo, sino fuera por la venda que lo envuelve, levantó las sábanas al notar un peso extraño en mi pierna.

«¿Que mierdas paso?»

Tengo un yeso en mi pierna, y el dolor cada vez que mis pulmones se llenan de aire es insoportable.

La regadera se cierra, segundos después escucho pasos que me avisan de su salida.

Me recuesto tratando de retomar mi postura anterior y cierro los ojos fingiendo que estoy dormido.

Katrina sale del baño mojada, envuelta en una diminuta toalla, su cabello más largo de cómo lo recordaba cae cubriendo sus senos en una escena erótica.

Kati sostiene su toalla por la parte de arriba para después abrirla y dejarla caer al piso.

«¡Mierda está desnuda! »

Mi respiración se acelera, mi cuerpo reacciona ante tal escena, quisiera tomarla ahí, adueñarme de ella, su cuerpo, su alma entera.

Kati se gira lentamente al notar mi mirada, no podría cerrar los ojos aunque quisiera, no cuando se trata de ella.

—¡Mi amor estás despierto! -una sonrisa orgullosa se dibuja en sus labios. Yo adoptó una postura dura cuando llega el último recuerdo que tengo de ella.

—¿Qué estoy haciendo aquí? -mi tono de voz la detiene en seco y la hace recordar su desnudez, por un momento creí que se cubriría, pero no la muy descarada se tomó su tiempo al pasearse por la habitación hasta llegar al clóset y sacar su bata de baño color marfil.

—Estas en casa -se encogió de hombros mientras se metía en la bata.

—Esta no es mi casa, te exijo que me lleves a mi departamento -desvie mi mirada de ella, buscando alguna de mis pertenencias, mi móvil por ejemplo. Si lo encontraba podría llamar a Irina y ella se encargaría de venir por mí.

—Emm, creo que no estás en posición de exigir. No te puedes mover ¿Recuerdas lo que te paso?

«Recuerdo tantas cosas, como por ejemplo tú y ese bastardos besandose»

—Tuviste un accidente, y necesitas descansar y recuperarte. -agregó ante mi largo silencio.

—¿Hace cuanto tiempo que estoy aquí? -pregunte fulminando con la mirada. Me siento vulnerable y no me gusta.

—Hace una semana.

«Estar en tu casa, con tus hijos y convertirte en una piedra en él zapato para ese imbécil… no está tan mal»

Mi lado malvado ese que por lo regular escondo en lo más profundo de mi ser, me ronronea como un gato enredándose entre mis piernas.

«Oh sí, vamos a sacar provecho de todo esto»

INFIELES Where stories live. Discover now