CAPÍTULO #44

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INFIELES #44.

EMMANUEL

Siento que mi cabeza me va a estallar, de repente él aroma y los sonidos me hacen recordar cómo era mi vida años atrás.

Cómo los domingos por la mañana, en dónde Katrina preparaba el desayuno mientras los niños jugaban por toda la casa, sus risas inundaban todos mis sentidos, el aroma del tocino frito al sartén hacía gruñir mi estómago y me obligaba levantarme de la cama con un hambre voraz.

Sí, esos eran buenos días…

¿Será que he muerto?

—Niños, dejen que papá descanse

—Pero mamá, no estamos haciendo nada.

—Dejanos unos minutos más.

Mientras escucho sus voces a lo lejos, puedo imaginar a mi linda mujer vestida con algún vestido de domingo y su mandil favorito de vaquitas.

—¡Vamos! Ya salgan de aquí.

«No, déjalos cariño»

Si esta es mi última vez que estoy aquí dame la oportunidad de estar con ellos…

Intento abrir los ojos, mis párpados pesados me lo impiden, mi cuerpo se me antoja lento, amarrado por una extraña fuerza.

«¿Qué me pasó?»

Poco a poco los recuerdos de un accidente del cual soy protagonista llegan con fuerza a mi cerebro.

Primero un golpe sordo, un dolor agudo, sangre en todo mi cuerpo… una voz pidiendo, no, rogando por mí regreso y después… nada

«Estoy muerto»


—Tranquilo mi amor, estás a salvo.

—Tiene mucha fiebre

—El doctor dice que es normal.

—Mi amor, lucha. Por nosotros… por tus hijos.

De nuevo esa voz se va convirtiendo en mi ancla para no dejarme ir, para seguir luchando.

¿Para que vivir? Estoy tan cansado de todo esto que me dejo llevar por la paz que llega a reclamarme…

Mi cuerpo me duele y quema, arde, tengo sed, frío… oscuridad de nuevo.

—Por favor, por favor, regresa mi amor.

—Te dije que está no era una buena idea, él necesita estar en otro lugar.

—Él está dónde debe estar, en su casa. Con su familia.

—Recordaste eso ¿Cuando? ¿Mientras estabas con Marco?

La perdí, él me la arrebato de mi vida.

Le besaba, le decía lo importante que él era en su vida.

Oscuridad…

No puedo más, no puedo seguir así.

Estoy atrapado en mi propio cuerpo, y el no me responde, grito pero nadie me escucha solo la oscuridad acude a mí para acunarme en su regazo, he llegado a pensar que le pertenezco que no tengo escapatoria.

Puedo escuchar a mis hijos hablarme, me leen sus historias favoritas, quisiera… como quisiera poder abrazarlos y decirles que los amo, aunque sea por última vez.

Abro mis ojos y vuelvo a cerrarlos la luz que se cuela por las ventanas me lastima. Vuelvo abrir mis ojos esta vez lentamente obligándome a acostumbrarme al brillo de los rayos del sol.

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