Capítulo Veintisiete

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Llame al resto, pero de ellos solamente Guillermo contestó. Frank estaba en el trabajo, y ya sabía que no contestaba en ese horario, y según me dijo Samuel, Abraham había llegado desde poco después de que salí para llevarse a Alex, no me extrañó que no contestará. El de ojos achinados llegó casi en seguida, para ayudarme a hablar con Rubén. O para al menos, calmar a Miguel.

Samuel habló con él, pero el de lentes estaba tan alterado que no nos escuchó, solo quería ver al noruego. Logramos hacer que por lo menos dejara de gritar, y que aceptara que debía dejar un momento a solas al castaño rubio. Desde entonces estaba sentado en las escaleras, cubriendo su rostro mientras lloraba. 

El dueño de la casa regresó con Julio, y me explicó que debía llevarle a casa, así que me pidió que cuidase del resto en lo que él volvía. Accedí, esperando en aquel momento a Guille.

Y eso nos traía a estar frente a la puerta de la habitación a la que no había entrado jamás, donde escuchábamos los fuertes sollozos de Rubén.

Guillermo volvió a tocar --Vamos Rubén, déjame entrar.

--¡Váyanse!

El peli negro suspiró, y luego de dedicarme una mirada preocupada, volvió a hablar --Anda, Sé que quieres un abrazo y yo puedo dártelo-- sonrió, apoyándose en la puerta para hablar más de cerca --. ¿Puedo entrar? Recuerda que sé lo que ocultas ahí.-- volvió a reír.

Ambos nos sorprendimos cuando se escuchó que se retiraba el seguro de su puerta --Solo tú.-- susurró. Vi que Miguel se puso de pie y fui a frenarle, mientras Guillermo nos miraba y susurraba un "Yo me encargo".

--Vámonos.

--No, Luzu, déjame intentar hablar con él. Por favor.-- le tome del brazo, y aprovechando que estaba distraído, le lleve a las escaleras para que bajáramos.

Cuando llegamos a la planta baja, seguía sosteniéndole, y Miguel me observaba con notable preocupación y tristeza --No sé que has hecho-- comencé a decirle, tomando aire para luego dejarlo ir, no quería ser tan rudo con él. Se veía realmente mal --, pero dale un momento, sé que quieres arreglar las cosas pero no lograrás nada ahora ¿Escuchaste?

Se quitó sus lentes, y con sus manos cubrió sus ojos mientras más lágrimas salían. Podía imaginar que él fue quién hizo algo malo, algo que probablemente hizo sentir muy mal a Rubén, pero se veía arrepentido, y sus lágrimas me hacían mirarle con pena. Suspiré, dando un paso hacia él y abrazándole, sintiendo como se acercaba más a mí buscando consuelo, algo que yo casi nunca en mi vida había dado. Aun así, le di unas palmadas en la espalda, esperando que aquello le reconfortará.

La puerta se abrió, y por ella entró un apurado Samuel, quien al vernos se acercó dando grandes pasos, sin cerrar la puerta completamente --¿Qué ha pasado?-- nos preguntó, observándonos.

Me encogí de hombros, y Miguel soltó otro sollozo 》¿Quieres hablar?-- le preguntó Sam, acercándose y colocando una mano sobre el hombro del castaño. Él negó, separándose de mí para limpiar sus lágrimas inúltimente, colocándose de vuelta sus lentes.

--Q-quiero hablar con él.

--A ver, ven.-- Samuel colocó su brazo al rededor de los hombros de Miguel, llevándoselo a la sala. Iba a seguirles, cuando note que la puerta era empujada con tal fuerza que chocó contra la pared. Se escuchó muy fuerte, y por un momento pensé que los cristales se romperían.

Volteé a ver, alarmado por el ruido, pensando lo peor. Tal vez ver a mi hermano parado hubiese sido menos preocupante. Frank casi se cae, agarrándose con fuerza del picaporte, y entró a la casa cerrando la puerta tras él. Momentáneamente volteó a vernos, y vi su rostro golpeado.

La Casa GAYWhere stories live. Discover now