Capítulo Veintiséis

413 69 20
                                    

Por obvias razones, ya no me sentía cómodo estando en Madrid, y aquello me parecía detestable. Con mi hermano siguiendo mis pasos, tenía que ser muy cuidadoso con mis acciones.

Esperaba de pie junto a varias personas a que el semáforo cambiara su color a rojo, para poder atravesar la avenida. Iba camino al centro de la ciudad, sin saber si buscar un trabajo o comprar un boleto lejos de aquí. No quería irme, pero parecía que solamente tenía una sola opción por delante.

El movimiento a mi alrededor me hizo despabilarme, y suspiré antes de seguir a la gente. Era prácticamente temprano, y mucha gente estaba trabajando por lo que el centro de Madrid se veía un tanto vacío.

Entré a varias tiendas simplemente para hacer tiempo, y pensar mejor, llegando a la conclusión de que sí me iba a ir tendría que comprar mi boleto por Internet, pero yo jamás había comprado algo por ese medio así que tendría que pedir ayuda a alguien. Solo vino una persona a mi cabeza.

Saque mi móvil del pantalón, y tan pronto como estuvo en mi mano, me llegó un mensaje nuevo. Lo abrí casi de manera automática, convencido de que se trataba de alguna tontería de spam. Me sorprendí al descubrir que era de un número desconocido, pero las palabras escritas en él me hicieron saber quien lo mandaba.

"Cuida a tú novia.

Atte: Desconocido"

El leer eso se asemejaba a recibir un golpe con un bate en el pecho. Mi aliento, mis fuerzas, mis pensamientos, se fueron, mientras una pequeña parte de mi cerebro procesaba aquellas palabras y me pedía correr.

Mis dedos fueron los primeros en moverse, tecleando hasta que pegué el celular en mi oído, y escuche atento los pitidos hasta que su voz sonó por la bocina --Luzu, no pue-- le interrumpí.

--¡No salgas de casa!-- rogué a Lana, comenzando a andar mirando a todas partes, noté a alguien de pie a varios pasos de mí, observándome, y comprendí que era uno de los trabajadores de mi hermano. Le mostré el dedo de en medio --. Debes quedarte en casa Lanita, y ten tu celular a la mano para llamar a la policía ¿Escuchaste?

--¿Es una broma?-- la rubia, quería reír, pero no podía --. Luzu, si estás jugando con alguien para asustarme.

--No Lana, jamás bromearía con algo así-- susurre, comenzando a andar --. Estás en peligro, por mí, lo siento mucho.

--¿Qu-qué quieres decir?-- se oía asustada, y me odie.

Me giré, el hombre comenzaba a caminar hacia mí, y gruñí antes de acelerar el paso --No puedo contarte todo por aquí, y no puedo ir contigo. Quiero que llames a algún vecino para que te diga si no ve nada sospechoso afuera de tu departamento, y si no es así, dile que te haga compañía. No quiero que estés sola.

--Luzu.-- noté que la voz le tembló, y suspiré.

--Haz eso Lanita, por favor, intentaré hablar con él para que no te toque. Lo siento, mucho.

--¿Quién?-- apenas y le escuche.

--¡Sé que no tiene sentido lo que te digo! ¡Pero hazme caso! Por favor-- suplique, sin dejar de caminar --, dime que lo harás.

Su silencio no me preocupó tanto, sabía que me escucharía --Promete que vendrás, luego, y me explicarás todo.

--Lo prometo.-- mentí, por que no estaba seguro de poder volver a verla, a los demás. Sabía que era un peligro.

Sin más colgue, y seguí avanzando hasta que note que el lugar en el que estaba no había tanta gente. Camine una cuadra más, y me detuve, no sin antes recargarme en una de las paredes. Observe al hombre, quien mantenía la misma maldita cara inexpresiva que todos los trabajadores de mi hermano. Se paró a mi lado, y me imitó, recargándose. Solo pasó un momento en silencio, hasta que sacó una cajetilla de cigarros --No deberías hacer las cosas tan complicadas.-- le oí decir y reí.

La Casa GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora