Capítulo Veinticuatro

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Con la cama ya arreglada, como si no escondiese nada bajo ella, me encontraba recostado borrando varias cosas de mi móvil. Tenía los audífonos puestos mientras una de las tantas canciones de mi lista se reproducía. La voz del vocalista de Codplay se vio interrumpida.

--¿Puedo pasar?-- los suaves golpes en la puerta junto a la voz de Guille me hicieron fruncir el ceño. No quería verle, si fuese posible, en muchos años --. Por favor.

Aumente el volumen de la canción, tratando de ignorarle. Sin importarme en absoluto el desafinar, comencé a cantar lo más fuerte que podía, para darle a entender a la persona de al lado que no le escuchaba. Entonces me llegó un mensaje de él pidiéndome lo mismo, que le dejase entrar.

Decidí dejar de actuar como un tonto, al recordarme que seguramente yo odiaría que alguien se comportase de una manera tan infantil como esta. Detuve la reproducción de música, y me levante de la cama para abrir la puerta. Mis ojos se fijaron en chico de cabellos negros, quién me miraba con una mezcla de sorpresa, y preocupación. 

--Luzu-- me dedico una débil sonrisa, nerviosa, y guardó su móvil --, ¿Podemos hablar?

--¿Qué acaso no estamos haciendo eso?

Con sus manos me empujó al interior de mi habitación sin brusquedad. No me quejé, ni si quiera mis labios se abrieron. Cerré la puerta, suponiendo que eso deseaba, y para cuando me giré le vi de pie a un paso de mí, frotando sus manos.

Rápido, ¿Qué me quieres decir?-- pregunto, no muy dispuesto a prestarle atención.

Guille suspiró --¿No quieres preguntarme nada?-- no lo hice, aunque tenía algunas preguntas atoradas en la garganta --. Bien, Luzu, ese hombre que viste hoy, sí es el mismo Carlos que piensas.

--Oh vaya, que sorpresa.-- susurre, manteniendo la misma expresión de indiferencia.

--Cómo sea-- rodó sus ojos, y siguió hablando --, lo que yo quiero decirte es que no digas nada, te lo suplico Luzu, nadie puede enterarse.

Decidí no decirle nada, ni dar mi opinión sobre su estúpida decisión. Solo suspiré, y apunte a la puerta --Si ya acabaste, vete. 

Me miró por unos segundos, tal vez intentando comprender si estaba mintiendo, o sí iba a abrir mi boca para contar su sucio secreto, pero de igual forma se marchó. Me coloque bajo el marco de la puerta, viéndole llegar hasta las escaleras y soltar aire antes de comenzar a bajar, sin dirigirme si quiera una mirada. Mejor por mí. Retrocedí y cerré la puerta, dispuesto a recostarme y tal vez dormir. Por supuesto que no esperaba escuchar que alguien subía las escaleras a toda velocidad.

--¡Luzu!-- oí la voz de Frank, y casi sonreí. 

La puerta no tardó en abrirse, y apareció el castaño con una expresión preocupada --Por favor dime que era una broma tío-- y posó ambas manos frente a su rostro como si rezará, reí, observándole --, por favor.

--¿Quieres que te diga que es una broma que me despidieron?-- y le vi asentir, al tiempo que hacia una mueca --. Pues lo siento, es real.

Le di la espalda para ir hasta mi cama, y dejarme caer de lado, soltando su sonoro suspiro. Pasaron unos segundos de total silencio, y luego le vi de reojo caminar hacia su cama para sentarse, sin quitar sus ojos de mí --¿Po-por qué?

--Que importa-- escupí molesto, removiéndome en el colchón mientras me cruzaba de brazos --, ya veré que hago.

A mi mente vino el pensamiento de que era el momento ideal para irme, lo sabía, pero al parecer mi boca no quería pronunciarlo aún.

La Casa GAYWhere stories live. Discover now