Capítulo 47

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Tres semanas después

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Tres semanas después.

La etapa auto-destructiva de Juliette había pasado. Por fin, después de todo ese tiempo en el hospital, la declararon mentalmente estable. Ya comía por su cuenta, quería asearse, y podía establecer una conversación. Lo único que no permanecía como antes, era su personalidad. Ella se había vuelto tan apagada, solitaria, gris, por así decirlo, que la alegre chica de la bicicleta blanca, pareció morir esa noche.

Todos iban a verla, e intentaban hacerle compañía, hacerla reír, o charlarle de cualquier cosa. Thania era una de esas personas que iba diario al hospital, aunque le quedara a cuarenta kilómetros, ella siempre estaba ahí. Marissa era la que no podía dejarla ni un segundo, y algo que le rompía el corazón, era ver a Mark día tras día, a la hora de la visita, sentado en la sala de espera. Juliette se negaba a verlo. Juliette era casi otra persona.

—Él está aquí de nuevo, quiere verte.

Thania le había informado de la presencia masculina que ella tanto se esmeraba en alejar. No sabía porque, el recordarlo le traía tanto dolor. No podía imaginar sus momentos buenos con él, y no recordar a su madre feliz por verlos juntos, o a su padre, espiándolos por la ventana. Ellos estaban presentes en cada fibra de su ser, y cualquier cosa era motivo para extrañarlos.

Sin embargo, ese día no le negaría la entrada. Tenía que hablar con él. Necesitaba decirle muchas cosas.

—Déjalo pasar.

La rubia la miró sorprendida, y asintió, para ir a llamarlo.

Jul pudo escuchar las sandalias de Thania alejarse. Su oído se agudizó cuando la puerta chirriante de la habitación, dio paso a esa persona que también extrañaba muchísimo. Presionó sus ojos, cerrándolos para poder tener fuerza de verlo otra vez. 

Lo vio. Lo vio con unos jean desgastados, una playera blanca y su cabello despeinado. Tenía barba de varios días. Su rostro estaba triste, pero al mismo tiempo esperanzado. También vio un ramo de flores, esas que tanto le gustaban. Esas que abundaban en el valle de las mariposas, lugar que nunca le pudo mostrar.

Comenzó a llorar, pero aquella vez, no por su reciente tragedia. Comenzó a llorar porque pudo percibir esa sensación de cosquilleo en el estomago. Se intensificó en cuanto él avanzó hasta ella, y sin dudarlo siquiera, la estrechó en un abrazo. Ellas no estaban muertas, ellas seguían tan vivas como el amor que sentía por ese chico. 

Después de varios minutos, sobre su cabello, lo oye decir:—Te extrañé muchísimo —habla entre lágrimas, dándole besos en todo su rostro—. Estos días sin verte fueron una tortura.

Juliette está tensa, y en ningún momento le devuelve alguna muestra de cariño. Mark siente un agudo pinchazo de dolor, pero se recuerda lo que ella está pasando, y comprende que podría actuar así. Marissa le había advertido de su cambio, así como Thania, antes de entrar. Pudo verla limpiar sus lagrimas, y alejarlo suavemente con el brazo, invitándolo a sentarse. Él lo hizo, aun con las flores en mano.

 —Está bien, lamento haber retrasado esto —dice ella, con su voz tan apagada y diferente, que casi parece otra persona. Lo ve negar, mostrandole que la comprende, así que prosigue—. Mañana saldré de aquí, y volveré a casa. —Los revoloteos en su interior aumentan, en cuanto lo ve sonreír con suavidad. Se obliga a girar el rostro, y dejar de mirarlo—. Tome esta decisión hace una semana, y todos me dieron su aprobación. Aunque parezca exagerado, ahora Marissa es una especie de consejera para mí, porque puede que tome decisiones sin pensar con la cabeza. Sin embargo, me dio su aceptación y estoy conforme con eso. —Las palabras le raspan la garganta, y nota que tiene sed, así que toma un sorbo del vaso que tiene en su mesa de al lado—. Me iré a Italia, a vivir con mi abuela. Me iré a Italia.

El silencio reina en la habitación. Juliette solo puede escuchar el papel del ramo, y ve de reojo como Mark se lleva las manos a la cabeza. Tiene la cabeza baja, y sus manos la sostienen. Está llorando. 

—No podría vivir aquí, necesito sanar. No sé cuanto tiempo pueda llevarme, pero estoy segura de que en algún momento volveré. —Ella también comienza a quebrarse, con solo recordar su casa, y saber que tendrá que volver a recoger sus cosas—. Sé que estaré mejor lejos de aquí. Mi abuela, ella me recibirá con los brazos abiertos.

Una eternidad de tiempo en silencio, esperando a que se moleste, le ruegue que se quede, o cualquier cosa. Después de varios minutos, él habla y dice:—Te estaré esperando, no importa el tiempo que pase.

Lo mira, lo ve con el rostro rojo a causa de las lagrimas y se permite extender los brazos hacia él. Se estrechan fuertemente, y lloran juntos, sintiendo como todos los momentos juntos, pasan a la caja de recuerdos en tonos sepia. Recuerda cuando cantaron por primera vez en su patio. Recuerda cuando estaban arriba de ese escenario, mirándose y dedicándose esa canción en secreto. Recuerda cada beso en la frente. Recuerda ese día caluroso en donde ambos confesaron lo que sentían por el otro. Cada mensaje, cada sonrisa, cada movimiento de mariposa. Solloza cuando recuerda la canción que él quiso cantar junto a ella...

"Así que vamos a tomarnos nuestro tiempo,                                                                                                    para decir lo que queramos,                                                                                                                                            utilizar lo que tenemos,                                                                                                                                           antes de que todo desaparezca,                                                                                                                                  porque no, el mañana no está asegurado."

—Si somos el uno para el otro, volveremos a encontrarnos. Pero por favor, no dejes cosas por mí, no te pierdas de conocer personas por mí... —ella comienza a decir muchas palabras que él no cree correctas, así que la calla con un beso. 

Un beso que le hace recordar todo el dolor que le dará despedirse.

—No me hagas olvidar lo que es sentir algo tan fuerte por una chica, porque sé que con nadie sería igual a esto, a nosotros. —Lo escucha, y lleva las manos hasta su rostro, grabándose la textura de su piel, porque ella tampoco quiere olvidarlo—. No te prohíbo a ti hacerlo, conocer otros chicos, pero no me pidas hacer lo mismo, porque estoy seguro de que no encontraría a nadie que me llenará como puedes hacerlo tu. 

Se prometen despedirse mañana, cuando ella vaya al aeropuerto. 

Juliette percibe como su interior ruega que no lo deje, que deben estar juntos. Pero ella misma se dice que, es necesario. Tiene que alejarse de todo por un tiempo, y sanar la gran herida abierta que tiene. La cicatriz será muy grande, y nunca desaparecerá, pero al menos podrá sobrellevarlo. Gerard y Diane siempre serán sus padres, y siempre los extrañará como el primer día.

...


¡Nos queda un capítulo y el epilogo!






Mi querido Mark ©Where stories live. Discover now