Capítulo 25

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Su Jul actuaba de lo más extraño últimamente

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Su Jul actuaba de lo más extraño últimamente. Cuando Diane le había dicho eso, la chica se había sonrojado y escondido su teléfono, negándose a contarle el tan gracioso chiste. Dijo que era algo muy tonto y volvió a tomar la regadera, volviendo a regar las plantas, olvidando que ya estaban listas. La tierra estaba húmeda y los pétalos con pequeñas gotas rodando hacia abajo.

-Hija, ya están regadas. Las vas a terminar ahogando.-dijo la mujer, frunciendo su ceño. Jul miró las flores y puso su boca en forma de o. Estaba demasiado distraída. 

-Ah, si, lo siento.-tenía que cambiar de tema, porque eso no se le estaba dando demasiado bien. Al instante recordó algo-¿Sabías lo de los pedidos? Bueno, creo que no te lo conté...-guardó su teléfono en el bolsillo. No debía, por su propio bien, seguir pensando en lo que decía ese último mensaje. Al menos no mientras su madre estuviera presente-Estas últimas semanas estuvimos pidiendo los pasteles de una pastelería cercana, que venían de la ciudad, eran muy buenos...¿recuerdas que te dije?-la mujer asintió, olvidando lo anterior, para suerte de la chica-Bueno, resulta que aumentaron el precio y tendremos que volver a ser fabricantes. Eso nos cambia mucho. 

-Oh, que lastima. Habían logrado sacarse bastante trabajo de encima. ¿Podrán ustedes solas?-preguntó, mirándola preocupada. 

Si bien antes, ambas hacían todo el trabajo, y lo disfrutaban, eso las había obligado a trabajar desde más temprano y quedarse unas horas más tarde. Comenzaban a cocinar desde las seis, abrían el negocio a las nueve y cerraban a las cinco, o seis. Pasaban casi todo el día allí y para colmo, tenían que limpiar, volviendo a las ocho para sus casas, totalmente agotadas. Si bien era el trabajo que ellas habían elegido, no deseaban pasar toda su vida encerradas ahí. Querían pasar más tiempo con sus familias y aunque la ganancia era buena, aquellas no eran sus prioridades.

Diane vio a Jul negar, de forma triste.

-Planeamos todo un poco diferente. Seguro habrá clientes decepcionados, pero no tenemos otra.-ambas comenzaron a irse para adentro, tomando asiento en el sofá-Vamos a comenzar en la cocina desde las siete, y abriremos a las nueve. En el horario, quizá tengamos que cocinar alguna que otra cosilla, eso no lo sé, pero nada demasiado raro. Cerraremos para las tres, una hora antes y limpiaremos.-culminó, encogiéndose de hombros. Diane la miró confundida. No le parecían demasiados cambios. 

-¿O sea que solo entraran dos horas antes y cerraran a las tres? Pero no termino de comprender. ¿Cómo afectará eso a los clientes? Dijiste que algunos se decepcionarían. ¿Les cambiará mucho ir a comprar una hora más temprano?-cuestionó. Si bien despertarse tres horas más temprano si era bastante sacrificio, no veía como aquello cambiaba el negocio. Jul suspiró.

-Bueno, en realidad, haremos días específicos de cada cosa. Me explico...-hizo dos ademanes y prosiguió-Martes de panificados, miércoles de pastelería, etcétera, por dar un ejemplo. No habrá más que lo indicado ese día, haciéndonos mil veces más fácil la tarea de hornear.-Diane se sorprendió al instante.

-¿O sea que no habrá pan todos los días?-preguntó la mujer casi horrorizada. Eso era de lo más básico, y si les faltaba, no se quería imaginar las quejas de las viejecitas. ¿Qué mojarían en la salsa?

-Intentaremos que eso no falte. Quizás saquemos dos días de pasteles, no lo sé. Lo que si sabemos, es que no queremos recargarnos como antes. Ambas amamos hornear y cocinar, así que no queremos terminar odiando.-la chica miró hacia otro lado, rogando porque su nuevo plan les funcionara. Amaban su pequeño negocio, y siempre querían sacarlo adelante, esforzándose, por más que las circunstancias cambiaran.

-Todo les saldrá maravilloso, cielo. No estés nerviosa, tienen todos los clientes de este pueblo que las aman. A ustedes...pero más a sus comidas...-la castaña le pegó un golpe con su codo, y las dos sonrieron.

Cuando su padre llegó, le contó su plan y él la felicitó. Le gustaba que su hija no fuera de esas chicas obsesionadas con el trabajo, pero sin dejar su responsabilidad y pasión. Y pensar que desde pequeñas, las dos niñitas ya se ponían a vender pastelitos en el centro de la ciudad. Sus padres les decían que no hacía falta que los vendieran, que ellos los comerían, pero ambas en serio lo disfrutaban. Amaban hacerlas con sus manos y que las personas saborearan sus nuevas creaciones, y claro, porque no, ganar algunos centavos. Al principio no eran las mejores, pero poco a poco, comenzaron a mejorar. Ya de adolescentes, realizaban pedidos después de la escuela. No hace falta aclarar que sus padres nunca las dejaron olvidar sus estudios, así que horneaban después de culminar con lo primordial. 

-Estoy nerviosa por el festival.-Gerard y Diane voltearon a verla, sin parar de masticar. 

Se hallaban cenando albóndigas con ensalada. La brisa fresca entraba por la ventana semi abierta de la cocina, mientras los grillos cantaban una melodía poco sincronizada. Simón reposaba sobre el regazo de Jul, y miraba la comida en su plato, ansioso por el próximo bocado de caridad obtenido de su mano. Su madre siempre la regañaba por darle esos caprichos al animal, pero terminaba cansándose de que se los terminara pasando a escondidas. 

-¿Qué te preocupa?-preguntó el hombre. Supuso que sería todo eso de los pasteles que preparaban cada año. Siempre las veía trabajar incansables, para lograr que cada sabor fuera inconfundible y único. Pero a ella no le preocupaba tanto eso. Solo que no pensaba decírselos.

-No sé, aveces creo que la gente nos compra por lastima o costumbre. Quizás porque no tienen otra opción.-Diane frunció el ceño y dejó su tenedor, al oírla decir eso.

-No sé si recuerdes aquella vez, en la que Thania y tú tendrían unos quince años. Recuerdo que viniste toda emocionada porque el colegio había pedido que colaboraran con comida hecha por ustedes mismos, para una feria, no recuerdo que era...-le restó importancia realizando un ademán-La cosa es que Nelly, para competir con ustedes que serían las únicas que venderían pasteles, le pidió a no sé que familiar de ella, para que le preparara varias cosas. 

-Ah, si.-Gerard recordó y sonrió de manera casi melancólica. Su hija asintió, tomando un sorbo de su vaso.

-Todos probaron primero los de ellas, porque era la hija del alcalde y blah blah blah. Ustedes ya sabían todo, porque ella misma se los había dicho burlándose, y estaban con el animo caído. Cuando la gente se acercó a su puesto, no hace falta decir que sucedió. Ese volcán de chocolate que derramaba pasta de maní, hizo que medio pueblo soltará un mmm simultaneo.-culminó la mujer, mientras iba al cajón de los cubiertos, y sacaba una cuchara. Los dos la vieron caminar hasta el refrigerador y hundir el utensilio en vaya a saber que-¿Me van a decir que esta no es la misma mousse de los dioses?-padre e hija rieron al verla cerrar los ojos, mientras saboreaba ese dulce sabor.

-Bueno, descartaré que solo los digas porque eres mi madre...-la castaña se levantó de su asiento y fue hasta ella, para sacarle la cuchara y probarla por si misma. Luego volteó a verla, y con todavía la boca llena, habló-No, tienes razón, está muy buena.-culminó, parándose de forma engreída.

-No se si notaron eso, pero mientras ustedes comían esa mousse empalagosa, Simón se hacía con las albóndigas de Juliette. Si no lo detienen en este mismo instante, ya mismo ira por las tuyas, cariño.-la mujer dejó su sonrisa y abrió los ojos, para ver a un gato relamiéndose los bigotes. Jul fue hasta él y lo levantó en brazos.

-Menos mal que ya estaba llena, sino esta no te la perdonaba, obeso.-dijo, pellizcando sus mofletes regordetes.

...


Capítulo medio aburrido, pero necesitaba explicar lo del negocio de las chicas <3 





Mi querido Mark ©Where stories live. Discover now