Capítulo 32

148 16 10
                                    

*Lisa*

Las píldoras me hacían perder la noción del tiempo, más que cualquier otra droga. Y las prefería por sobre la heroína, aunque todas las drogas que me metía eran para evitar consumirla.

Odiaba ausentarme, no visitar San Francisco, no llamar, no dar contacto, pero es que todo se me había descontrolado otra vez.
San Diego me tragó por completo. Lo que vendíamos era en su mayoría éxtasis, LSD y hongos, pero eso no era lo único que llegaba a mis manos, y nuevamente me sumí en una vida completamente dependiente de las malditas drogas. Durante el día aprovechaba de dormir y de pesar y etiquetar mercadería, mientras que en las noches vendía por diversos lugares.

Le había dicho a Billy que había dejado de consumir, pero la verdad es que no me ayudaba para nada, y de hecho me incitaba a hacerlo. Si bien la pasaba genial de fiesta en fiesta, tenia constantemente fresca la culpa de no dar noticias sobre mi. Pretendía seguir enviando todo el dinero que pudiera, y volver en cuanto pudiese lucir mejor.

-¿Por qué traes esa cara nena? -estábamos desayunando en un café junto a una gasolinera, habíamos viajado hasta Los Ángeles, nos tocaba rotar de ciudad.
-Ya sabes...
-Vamos, no es para tanto, te prometo que no volveré a llevar heroína a la casa.

Sabía que eso no era verdad. Me había acercado mucho más a él en este tiempo, e incluso eramos casi una pareja normal. Pero no confiaba en él, no entendía el daño que me hacían las drogas. Hace unos días caí nuevamente, y me estaba matando, sólo pensaba en resistir y juntar dinero suficiente para mi madre.

Miré desanimada por la ventana del local, me sentía un pedazo de bosta maloliente.

De pronto un automóvil se estaciona en el espacio del gas, y un chico se baja. Era delgado y llevaba el cabello colándose por debajo de un jockey vuelto hacia atrás. Aunque no hubiese tenido ese color tan distintivo, nunca se me habría pasado de alto quién era.

Me puse de pie y corrí hacia afuera. Billy me llamó, pero no lo pesqué ni un poco. Estaba concentrada en no perder al chico de vista.

-¡Joey! -grité apenas estuve algo cerca de él.

Al verlo de frente mi corazón latió frenético, no sabía qué hacía ahí, sólo sabía que era él. Me miró y primero se quedó quieto, pero luego sonrió y corrió hasta mi.

-¡Maaaa! -me agache y lo atajé cuando llegó, ya no era capaz de tomarlo en los brazos como antes.
-¡Hola mi amor! Oye, ¿qué haces aquí?
-Estoy pasando las vacaciones con mi papá, vamos a ir hasta la costa.

Me separé de él, manteniéndolo frente mío. Giró su cabeza y miró hacia el auto desde el que se había bajado. Dave venía caminando hacia nosotros. 

Abracé a Joey como si de eso dependiera mi vida. Después de todo lo que le dije la última vez, no creía que nuestro reencuentro fuese muy amable.

-¿Qué haces aquí? Joey, ven -Dave me habló apenas mirándome, agarró al chico del brazo y lo jaló hacia él.
-¿Qué hace él aquí? Debería estar en San Francisco.
-Qué, ¿te desapareces por meses y vienes a reclamar qué hace aquí? Está conmigo hace un chorro de semanas. La pregunta es dónde estabas tú.
-Qué te pasa, hipócrita de mierda, no te hagas el puto buen padre ahora.

Una chica rubia vino hasta nosotros.

-¿Todo bien, Dave? -pasó su brazo bajo el suyo y me miró de arriba a abajo.
-Cuida a Joey un momento, por favor

Comenzó a caminar, a los pocos pasos de volvió y me tomó fuertemente de la muñeca, comenzó a arrastrarme con él. Me resistí e intenté soltarme, incluso dejé de caminar, pero estuve a punto de caerme de hocico, porque sólo logré que me jalara más fuerte.

Ashes In Your Mouth Where stories live. Discover now