Capítulo 2: Tierra

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Adoraba estar en contacto con la naturaleza, era algo que realmente disfrutaba y lo tranquilizaba. Más que nada en días como estos; soleados y con leves brisas. Le encantaba porque la naturaleza se veía más viva en estos días, como las hojas de los arboles y las plantas brillaban por los rayos del sol, como el sonido de los animales se oía más claro. Nada de bocinas, sonidos de celulares, autos en movimiento ni gente apresurada de aquí para allá.

Simplemente algo extraordinario para él. Y más cuando se escapaba para adentrarse en el pequeño bosque que se encontraba a media hora de la ciudad. Simplemente para poder practicar el manejo de su poder. Algo que le fascinaba. Tenía un buen control de ello.

Se dio cuenta recién de su poder a la cortad edad de diez años, en la clase de naturales, cuando tenían que hacer el típico experimento de la semilla. Pues su maestra le concedió a cada alumno un frasco de vidrio, un poco de algodón y papel absorbente junto con un par de semillas. Y ellos tenían que lograr que la semilla floreciera y no muriera.

Pan comido para todos, menos para Harry, que su semilla no crecía, a pesar de los cuidados que le daba, se sentía frustrado y triste porque sus compañeros ya tenían sus frascos con sus semillas germinadas... Y él aún no. Pues bien, se enfadó consigo mismo y se llevó el frasco a casa para cambiarlo por uno que si tuviera una semilla germinada, nadie se daría cuenta, ¿no?

Había huido a su habitación ni bien llegó y puso el frasco que sacó de su mochila en el escritorio. Lo había observado por un buen rato, hasta que le empezó a hablar, recordando que su madre siempre decía que a las plantas le encanta que les hablen. Pues eso hizo, le habló con su voz infantil e incluso le cantó una canción, mirando fijamente la semilla.

Y en un abrir y cerrar de ojos, apenas segundos después de que dijo en voz alta 'Crece de una vez.' la semilla se comenzó a mover y a largar pequeñas hojitas verdes y raíces del mismo color. Antes de que Harry supiera qué estaba pasando, ya tenía una planta de treinta centímetros delante suyo con raíz, tallo y hojas.

Se sorprendió y alegró cuando eso sucedió. Al principio se quedó donde estaba, mirando anonadado a la planta sin saber cómo reaccionar. ¿Él había hecho eso? A los diez minuto pudo salir de su asombro y fue corriendo a buscar a su madre para contarle su gran creación. Anne sólo lo felicitó y sonrió de manera amable, diciendo lo orgullosa que estaba de su creación. Claro, Anne creyó que la planta creció gracias a los cuidados del pequeño Harry, nunca imagino que el pequeño le dio vida a la semilla de un segundo a otro logrando que crezca así.

Harry lo llamó por un tiempo; su hijo. Pues digamos que plantó esa planta en el fondo de su jardín y le tiene más cuidado que a nada. Es algo así como sagrado para él. Pues bien, nadie le cuestionó nada cuando decidió plantarla y mucho menos cuando se pasaba horas sentado junto a esta y hablándole.

Cuando había llegado al colegio el día siguiente más que sonriente por lo que logró hacer ayer, se llevó una desagradable sorpresa al ser acusado de mentiroso y tramposo por sus compañeros, más aun cuando la maestra lo reprendió por llevarse la planta y suplantar la semilla por una planta, obviamente, más crecida de lo que se suponía debía estar.

Intentó explicar mil y una vez que no suplantó nada, que esa planta la hizo él. Pero se frustraba al ver los rostros totalmente enojados y desconfiados de sus compañeros, y más el de la maestra que lo miraba con desaprobación. Se rindió finalmente y admitió algo que no era verdad, sólo para que la maestra no crea que era un mentiroso. Se llevó su planta a la casa. Pero claro, al decir que él la hizo todos sus compañeros le decían mentiroso, tramposo, rarito, le exigían que hiciera lo mismo con otra semilla para ver si era cierto. Y Harry no sabía cómo explicar de una manera creíble lo que sucedió el día anterior.

The element is in your eyes ~Larry~Where stories live. Discover now