Capítulo 1

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Otro día más en esta mierda de barrio, ya estoy harta.

Justo ahora hay una fiesta donde los delincuentes del barrio cierran la calle impidiendo que carros pasen, nadie sale o entra en esta calle, el ruido hace que los objetos de la casa vibren, no sé cómo mis hermanos pueden dormir con este ruido.

Es como si estuviera presa sin poder escapar, no tengo más remedio que acostumbrarme, pero ¿Qué pasa si por más que llevo toda mi vida aquí no resisto más? No aguanto esta vida, solo quiero escapar de aquí, pero no puedo y me frustra.

Estoy terminando un trabajo de la universidad, porque yo si quiero superarme y salir de este lugar. Estoy estudiando Contabilidad, resulta que los números se me dan muy bien así que aproveché la oportunidad y estoy estudiando.

¡Dany!—mi hermanito Luis, me llama soñoliento—mamá llegó borracha otra vez.

Cuando no—rodé los ojos.

Está en mi cama.

Esto es el colmo—me levanto de la silla.

Camino hacia su cuarto que comparte con Oscar el mayor entre ellos. Entré a la habitación y olía a alcohol puro, está tirada en su cama con el maquillaje todo corrido, esto es casi todas las noches.

Madre—la sacudí—levántate, no es tu cama—me pegó en el brazo.

—No me jodas—me enojé.

¡¡Patricia LEVÁNTATE CARAJO!!—grité haciendo que se levantara Oscar.

¿Qué pasa?—se frotó los ojos.

—Tu querida madre está de nuevo en la cama de Luis.

Luis duerme conmigo pues, déjala allá.

Está bien—dijo renegando.

Terminé mi trabajo a eso de las tres de la madrugada. Caí rendida en la cama, ya ni el ruido de la fiesta me molestó. Me levanté a las seis a preparar el desayuno de los chicos para llevarlos a la escuela e irme a la universidad.

Arreglé a Carla y salimos todos, primero llevé a Carla y Luis a su escuela ya que está cerca del barrio.

Los llevé hasta la entrada de la escuela, antes de que se fueran les doy las advertencias de todos los días.

Ya saben lo que les digo—asintieron y Luis empezó a decir.

No subirse a ningún carro, no aceptar regalos de nadie—me miraban.

¿Y?

No detenerme en ningún lugar, caminar rápido para la casa, cerrar la puerta y no abrirle a nadie.

Ni al primo Gustavo—los miré seria—¡repitan!

Ni al primo Gustavo.

Bien, entren nos vemos en la noche—se despidieron y entraron.

Rápidamente llevé a Oscar y le hice repetirme lo mismo, lo hace de mala gana, pero lo hace.

Ya sabes, cuida de tus hermanos y no salgas a la calle por favor—asintió.

Ya vete.

Adiós, grosero de mierda—me fulminó con la mirada.

Caminé hacia la parada a tomar el bus para ir a la universidad, el tráfico infernal que debo aguantar diariamente. Yo me quejo de todo, pero es que la vida cabrea, lo mismo todos los malditos días, no recuerdo la última vez que haya sonreído sinceramente. 

Sobreviviendo al Bajo MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora