Capítulo 43

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Estoy como el día en que te conocí, al desnudo y con un miedo extraño a no volver a ver tus ojos azules el día de mañana; como si la madre que nunca tuve me recuerde por tí al volver a casa, o cuando vaya caminando por la calle de noche y sepa que no tengo nada interesante en qué pensar, no sé... - Contestó Cristopher después de que Coralie, con curiosidad, le preguntara, ¿Qué sientes?.
Y Cristopher ocupando el lado vacío de la cama de Coralie, en la habitación silenciosa y con apariencia romántica, no se limitaba a expresarse tal cual lo necesitaba.

La oscuridad era tan tranquila, lo único malo que hubiese podido traer, era la perdición.
El noventa y tres por ciento de las personas de la época, vivían bajo las reglas que se ligaban a su propia subordinación, o esas reglas que manejaban a la sociedad como títeres que no podían decir o expresar lo que sentían, sus almas estaban encadenadas y el peso de los grilletes amarrados a sus pies estaban deteriorados de tanto arrastrase.
Era triste y destructivo, porque no había una voz que pidiera a gritos un cambio, y eso creaba oscuridad sórdida.

Triste estado el del mundo.
El sexismo: Aceptado. "Desde que no sea a mi esposa, está bien"
Secuestros como objetivo sexual: aceptado. "Un acto más, un caso terminado porque ya no se podemos hacer nada".
Matanzas: Aceptado. "Si nos metemos... ¿Quién los controlará a ustedes?.
Comercio ilegal: Aceptado. "Está subestimado".
Racismo: Aceptado. "Odio a mi tía; su conciencia es cómo el color de su piel".
Amor a corta edad: Rechazado. "¿Están locos?, Son unos mocosos".
Sí, atan a un par de niños para que no puedan sentir lo que debería expresar todo el universo para cambiar, como quién cambia de calcetines. No debería ser tan complicado como lo pintan; cuando algo en la naturaleza crece (como una flor), todo es maravilloso y puede sorprender, pero crece por su naturalidad y no porque estuvo bajo presión.

Lo que hacía a Cristopher y a Coralie diferentes, era su rebeldía. Esa rebeldía traspasaba los límites y rompía las barreras guiadas a la perdición. Hacían parte de ese siete por ciento de las personas que justificaban sus propias reglas, pues habían salido del cascarón desde que decidieron mudarse juntos y romper cada barrera de frustración como lo era la diferencia de creencias, de estrato, de vidas, como tal.

Cristopher ya no era tímido en lo absoluto, Coralie le impulsó a decir más de lo que debía, ella amaba la libre expresión, amaba la libertad como nadie más en el mundo, y Cristopher era su voz de aliento.
Cristopher, más bien, era conservador, pensativo y creativo. La última vez que salió de su casa, dejó la puerta abierta y no dijo nada a su padre Hammer; unos días después, regresó y tomó el correo del buzón, estaba tan saturado que se esparcían por todo su alrededor. Esto no fue lo extraño, lo extraño fue que la casa permanecía con la puerta abierta desde que Cristopher se había ido tres días atrás, y lo primero que parecía era como si, absolutamente, nadie hubiese entrado o salido; había varías señales: La cama sin tender, el radio seguía prendido con la emisora que transmitía música country.

Las tarjetas de invitación estaban intactas, por lo tanto, Hammer no estaba en una "aventura", de esas fiestas de vino, reencuentros y risas, que pertenecen a la primavera donde las flores, de muchos colores, crecen en días donde la tarde llega con un toque de naranja que sube la intensidad según su lugar en la superficie del cielo.

Al no estar Cristopher en casa, Hammer que estaba escuchando música, salió por la puerta dejándola abierta; y no ha vuelto.

Esta, sólo era una posibilidad. Las demás se desconocían.
Para que Hammer actuara de una forma tan desconsiderada y descuidada, tendría que tener algo extraño como para dejar la puerta abierta, y la casa descuidada, como si lo que buscara fuese más importante que ella misma.
Cristopher conocía a su padre perfectamente, y sabría que no todo estaba bien, pero también sabía que Hammer no habría ido a buscarlo cuando este huyera.

Definitivamente algo está mal, pensó Cristopher. Pero sin más, se fue sin encontrar respuestas.

Justo aquella noche, Cristopher comenzó a envolverse en el proceso misterioso con sus pesadillas.
Y dos semanas después, era la noche en la que Cristopher entraba, de forma voluntaria, al horno en llamas.
Algo iba a ocurrir esa noche..., Era la noche. Era decisiva y extraordinaria.

Consentía a Coralie con los dedos de sus manos cálidas.

Y Coralie durmió...

Juegos Perversos ©Where stories live. Discover now