Capítulo 18

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Era 15 de mayo, y se presentó el deslumbrante fenómeno del choque de partículas del sol contra la atmósfera, creando así, una resplandeciente aurora boreal en el cielo de la noche; donde los faroles con luz amarilla presenciaron la soledad de los caminos rectos que se encontraban entre las viviendas con tejado triangular, algunas humildes y otras soberbias.

La ciénaga nublada abrazaba con los helechos a diferentes habitantes que se encontraban en estado hipnótico frente al bello cielo.

La calle que acogía la casa de los Rolvsson transmitía silencio.

Había una casa enfrente, algo peculiar y característica de sí misma. Fue abandonada por su dueño hacía un par de meses; algunos decían que el dueño era un mujer algo asocial, y con un amor a los gatos increíble, y que por algún motivo inespecífico, debió abandonar ese lugar; otros contaban que ahí habitaba un viejo ciego, que había quedado solo al pasar del tiempo, decían que era de un genio muy fuerte, aunque muy sabio, y que por consecuencia le había dado un ataque al corazón, dejando su casa sola.

Sin importar el pasado de esas personas, la casa era el presente, y esa noche desde el horizonte, llegaba un automóvil -Peugeot 1886-, acercándose con decisión a aquella casa.

Se estacionó al lado de la acera. El chófer siendo oportuno, abrió la puerta trasera. Bajó un hombre, con un porte elegante, vistiendo un largo gabán de lana negra; unas botas perfectamente lustradas, y una boina inglesa, el cual, se quitó cortésmente al mirar de manera penetrante a los ojos del chófer. Con su actitud tranquila, caminó despaciosamente hacia la puerta de aquella casa. Con su intrepidez impregnaba ese lugar con convicción y confianza. Giró con seguridad la manija, el cual, no abría, ni con la más culminante presión.

Cristopher estaba ante su ventana, quizá pensando. Miró a ese hombre en frente de la puerta de aquella casa, le resultó algo misterioso. Así que bajó con rapidez a avisarle a su padre, que para entonces estaba en el lavabo ocultando un maletín negro. Cristopher presenció el escondite, y le despertó curiosidad; pero antes de cualquier pregunta que pudiera alterar a Hammer, decidió golpear a la puerta dos veces, para atraer la atención de él.

Hammer volteó algo tenso, y cerró con rapidez y disimulo la pequeña puerta donde había guardado ese maletín.

-Hijo... ¿Qué necesitas?

-Padre, hay un hombre extraño en frente de nuestra casa.

Hammer apagó la luz, y se acercó hacia la ventana, para mirar a través de ella.

-Es un tipo extraño- Tendré que salir, a ver que sucede.

-No, ¡no vayas!- Vociferó Cristopher.

- Quédate acá, y no salgas por ningún motivo.

Cristopher guardó silencio, mientras Hammer salía hasta llegar a la acera de enfrente.

Ese hombre miraba a Hammer mientras se acercaba. No mostró preocupación alguna, ni miedo.

-¿Cómo está?, ¿Le puedo ayudar en algo?- Preguntó Hammer guardando distancia.

- Muy bien gracias. La verdad no, he venido porque me han informado de esta casa; viví aquí en mi niñez, y sólo deseo volver a vivir aquí por algún tiempo-Dijo con un tono amable, mientras pasaba su mano por su prominente mandíbula que estaba cubierta por una barba muy fina y bien cuidada.

Hammer giró ligeramente la cabeza hacia la izquierda mantenimiento la mirada, y pensando en si valdría la pena confiar en él.

-Claro, yo tengo la llave de esta casa, su dueño me la dio antes de... Desaparecer del mapa.

Se acercó a la puerta, y de su bolsillo sacó un llavero con una pequeña cruz; contenía varias llaves de diferentes formas, entre ellas estaba aquella. Abrió la puerta con un poco de dificultad.

- Espero que la cuide, no tengo más copias de esta- Dijo, al entregar la llave en las manos de ese hombre.

- Gracias. Mi nombre es Izan Niemi.

Extendió su mano, y Hammer la estrechó fuertemente.

- Puede llamarme Hammer... Vecino.

Hammer entró a su casa donde estaba Cristopher esperándolo.

- Quisieras ayudar a Izan con sus maletas- Preguntó Hammer confiado a Cristopher.

- Claro que sí.

Cristopher salió corriendo hasta esa casa. A medida que se acercaba, sus pasos disminuían la velocidad; la puerta estaba entre abierta, así que puso un pie dentro de la casa, y asomó su rostro a través de ella, y ahí estaba sentado Izan Niemi frente a la ventana. El era un hombre con un pasado extremadamente trágico. Mientras él era tan solo un adolescente su madre había muerto de una enfermedad terminal; su padre era un alcohólico que tiempo después de la muerte de su esposa, se fue con una mujer adinerada que habitaba en alguna parte de Europa central, quizá aquella mujer tenía algún tipo de interés hacia él, Izan siempre lo había pensado de esa forma. Gracias a ese abandono por parte de su padre, estudió derecho, mientras en las noches trabajaba para una comunidad que producía mercancía ilegal, para finalmente ser exportada a Brasil.

La calidad era muy buena, pero todo lo sucio y lo prohibido... Hacía que ese "Negociecito" decayera al pasar de los meses. La comunidad estaba en quiebra, y no había de otra que apagar esa idea por completo.

Izan se refugiaba en su carrera profesional, al tanto que sus conocimientos progresaban cada vez más. La necesidad lo llamaba; la humildad esperaba el triunfo.

Los años le habían enseñado a mentir de una manera considerablemente profesional; sin duda, su vida en aquella época le pedía a gritos una resignación, pues estaba cansado de su soledad que lo acompañaba día tras día, su frialdad lo hacía un tipo cerrado, que le hacía odiar cada vez más a las personas de su alrededor. Llegó a tomar determinaciones drásticas que le oscurecían su alma por completo.

-¿Puedo pasar?- Preguntó Cristopher.

- Oh, claro. ¿Quién eres?

- Soy Cristopher Rolvsson-Se presentó- Hijo de Hammer, el hombre que le dio la "bienvenida" hace poco.

- Soy Izan, un honor. Sin duda una buena bienvenida para alguien como yo

- ¿Alguien cómo usted?, ¿A qué se refiere?

- ¿Que a que me refiero?, Ja!. Debiste sentir un sobresalto al verme- Rio mientras acariciaba un bastón de madera, que al parecer tenía más de una función.

- Claro que no. Más bien, déjeme ayudarle con sus maletas.

Cristopher movió el equipaje hacia el fondo.

- Puedes dejarlo ahí, yo me encargo- Pidió Izan mirando los equipajes.

- Está bien, si necesita algo... Puede golpear en la casa de enfrente- Terminó Cristopher.

Antes de cerrar la puerta, se fijó en un jarrón de cristal repleto de varios accesorios. Y Cristopher se preguntó el objetivo de esa colecta, como de dónde llegaban, y de quién venían.

Juegos Perversos ©Where stories live. Discover now