Capítulo 40

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Coralie rompió en llanto tras la pregunta de Cristopher.

Lágrimas cómo la llovizna que cae intensamente y que se arrastran por una ventana sólida y maltratada; lágrimas con gran peso de resentimiento; lágrimas cómo el tiempo perdido de los días que son sólo días... En pocas palabras, lágrimas íntimas de vergüenza y perdición.

- Coralie... ¿Estás bien?- Preguntó Cristopher al ver la necesidad de querer saberlo.

- No estoy bien, Cristopher. Hay algo que aún no sabes- Afirmó para luego centrarse en las pupilas de Cristopher y notar cómo se contraían con cada gesto que le transmitía.
Enterrándole sus emociones profundas de repulsión, preguntó:

- ¿Qué es?- Tomó el brazo de Coralie con suavidad.

Y mientras la luz del sol perezoso se apagaba, se rompía el hechizo del pensamiento de ser los jóvenes más tranquilos y libres de confesiones "absurdas" o inapropiadas para un par vidas alejadas.

- ¿Recuerdas a Arnold?- Preguntó Coralie.
- ¿Arnold?, ¿El novio de tu madre?
- Sí, el mismo que te atendió cómo un principe cuando fuiste a mi casa, esa tarde, hasta que parara de llover

- Esto no es bueno, ¿verdad?- Preguntó y tomó las manos de Coralie con las suyas- ¿Sabes que de cualquier modo tendrás que decime, no?

Coralie continuaba con su llanto imparable, y al ver que Cristopher se quedó callado, se dispuso a romper silencio.

- Una vez que muriera mi padre... Arnold se acercó a mi madre cómo una sorpresa y más que todo, cómo una oportunidad. El cariño de mi madre abría las puertas a toda posibilidad que pudiese tener Arnold. El siempre actuaba cómo el "esposo perfecto". Mi madre estaba ciega. Ya había pasado un año de la muerte de mi padre, y todo lo que Arnold aparentaba ser... Se estaba comenzando a destruir- Hizo una pequeña pausa y bajó su cabeza para continuar- Un día, él entró a mi cuarto, pude escuchar sus pasos mientras se acercaba a mi cama, cada paso me aceleraba el corazón y me daban miedo- Al recordarlo, el dolor hizo que Coralie se levantara rápido y corriera hacia la puerta para escapar de esa escena llena de remordimiento.

Cristopher corrió tras ella.

- ¡Coralie!, ¡Coralie!- La alcanzó antes de que saliera por la puerta y rodeó la muñeca de Coralie con su mano- No te vayas... Necesito saberlo. Sólo dime... ¿Qué tan grave puede ser?
- Suéltame, Cristopher.
- No, Coralie. ¡No dejaré que te vayas!
- ¡Suéltame!- Coralie lucho brevemente por soltarse, pero esa lucha de querer desahogarse sin abrir la puerta en realidad estaba haciendo que confesara todo más rápido. Miró a los ojos de Cristopher mientras respiraba con fuerza y mientras su cabello caía sobre su rostro interviniendo entre sus miradas.

Cristopher seguía insistiendo y Coralie estaba apunto una y otra vez de gritarlo todo
- Vamos Coralie... No te dejaré ir

Coralie empezaba a tartamudear y a evitar la mirada de Cristopher. Pero de pronto...

- ¡Maldita sea!, ¡Abusó de mí!
¡Ese hijo de puta abusó de mí!

Coralie tras su confesión cayó al suelo resbalándose por los brazos de Cristopher. Gritó con desesperación cómo nunca lo había hecho, sus lágrimales hinchados no daban para más.

- ¡Era una niña! ¡Era una niña! ¡Era... Una niña- repitió varias veces mientras apretaba la alfombra con sus dos manos

Los sentimientos de Cristopher salieron a flote en forma de escala.
Al verla en el piso después de que confesara, tomó aire y se colocó una mano en su cabeza. Al ver que gritaba... Se arrodilló. Luego llegó "la saturación", se levantó y actuó cómo una bestia; una bestia que se desquita con todas las cosas a su alrededor, una bestia que no dice ninguna palabra pero grita fuertemente en su interior. Caminó de un lado para otro, inquieto, y tomó una loción de cristal en sus manos para lanzarla con determinación a el espejo que se encontraba al fondo de la habitación sombría. Pateó cada cosa que encontraba en su camino sin importar que fuera. Tomó un pintura enmarcada que se encontraba en la cocina y la golpeó varias veces contra la pared, una y otra vez... El cuadro se rompió y Cristopher quedó posicionado en el medio de la casa mientras sus pensamientos peleaban y se atacaban entre sí cómo un par de hombres ebrios matándose, a mano limpia, sin ningún juez.

El desorden y la contraposición de pensamientos llevó a Cristopher a enfriarse unos cuantos grados de su repulsión. Caminó por la habitación sombría y en el espejo con roturas, en forma de arcoiris, sus ojos vieron el rostro de un hombre incontrolable, lleno de pensamientos malignos inquietos de venganza, inquietos de pasión, inquietos de calidez y frialdad a su vez; era su rostro.

Se detuvo y su mente se emblanqueció al tanto que las velas, al lado de la chimenea, se apagaban restando fulgor al rededor de la sombra de Coralie posicionada en el suelo.

- Cristopher...- Dijo de forma inesperada aclarando de forma leve la intensidad de Cristopher.

Él la miró en el suelo y dió unos cuantos pasos para estrecharle su mano y ayudarla a levantarse.

Coralie no recibió su mano.
No obstante, Cristopher se sentó dejando un corto espacio entre el pecho de él y el de coralie.

La tomó de su nuca deslizando su mano por su cabello rojizo y, en ese entonces, algo alborotado.

Coralie fijo su mirada entonces fría en los ojos de Cristopher que estaban llenos de lágrimas que dudaban en seguir o en retroceder.
- Quiero que sepas, Coralie... Qué antes de la venganza, estás tú. Eres más que mi vida, y te protegeré hasta el fin y hasta más allá, aún cuando recibamos una "sacudida" del mundo- Acariciaba las mejillas de Coralie cómo si fuese lo último que le pudiera causar mariposas en el estómago o lo último que lo pudiese salvar.
- Me lo has dicho varias veces, y no dejaré de creer en nuestra magia, en lo que nos hace distintos de los demás; por eso quiero decir dos cosas, espero que estés atento... - Apretó la mano de Cristopher- Cris, lo siento; debí decirte todo antes. Pero no sabes lo difícil que fue para mí. Ese pasado fue difícil... Aveces no sólo quisiera irme cómo un ave, si no que también quisiera poder regresar a esos días en los que tuve la oportunidad de salir corriendo y escapar para poder vivir cosas nuevas- Sonrió con sus labios cerrados.
- ¿Porqué sonríes?- Preguntó extrañado.
- Porque aún conservo mi dignidad, ¿Sabes?.
- Después de todo...
- Exacto
- Me debes una segunda cosa que tienes que decirme.
- ¿Sabes qué?, Te la diré después- Coralie rió mostrando su sonrisa espléndida a Cristopher.
- Espero que esa bella sonrisa signifique que aquella cosa es buena.
- Lo es, Cris... Lo es...
- Te amo, Coralie
- Casi nunca me dices eso... Podría contar las veces con los dedos de mi mano
- ¡Ja!, Las palabras..., ¿Qué serían las palabras sin que te lo demuestre a diario, día tras día?
- Entiendo la razón... Es una maravilla - Coralie se acostó en la alfombra mientras su rostro era alumbrado con las llamas de la chimenea- Te contaré esa segunda cosa...
-Adelante, "niña maravilla"- Se acostó al lado de Coralie.
- Mi madre...
- ¿Sí?, Dilo
- Ella quiere que regrese a la casa
- ¡¿Qué?!- Cristopher se puso de pie y se sentó en el sillón al lado de Coralie y cruzó sus manos colocándolas bajo su mentón- Dijiste que era algo bueno
- Pues lo es, Cristopher.
- ¿Lo es?...
- Sí, porque no me iré a vivir con ella de nuevo; ¿Crees que estoy loca?- Rió mientras veía las expresiones de Cristopher.
- No quiero hablar, de nuevo, de eso...
- Tranquilo, Cris... No me iré con mi madre; me quedare contigo
- No me refiero a eso
- Entonces... ¿A qué?
- Sabes de que estoy hablando... Sí, de él... De Arnold Fleury. Está muerto, no lo dudes.
- Cálmate, Cristopher; sé que quieres protegerme, pero... Te ayudaré. Sí te enfrentas tú, me enfrento yo... Nos mancharémos las manos de sangre, juntos.
- Me tranquiliza escucharte diciendo eso con ese tono tan maléfico y vengativo, es tan... Sensual.
- Hay algo que sé y debo contarte, o creo que es una posibilidad; el hecho es que mi padre antes de morir quiso decir algo...


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