32•Capítulo final-Lo echo mucho de menos•

1K 59 5
                                    

Megan

—Yo...— suspiro y recuesto mi cabeza en el sofá, mirando al techo—. No sé amar.

—Pero has amado— vuelvo a mirarla, está sentada con las piernas cruzadas y la misma libreta de siempre sobre ellas.

—Sí— cierro los ojos—. Hace mucho tiempo, una vez.

—Entonces sabes que puedes amar— abro los ojos, mirándola con confusión.

—No, no hay nada aquí dentro, no hay nada. Es como si fuese un pozo vacío— le explico intentando que me entienda—. Está seco y estéril.

—¿Por eso te acuestas con tantos hombres?

—No— contesto despacio, observando el suelo.

—¿Entonces qué buscas?— coloca las gafas sobre su cabello rubio.

—No busco nada— suelto exasperada.

—Tienes que buscar algo, sigues haciéndolo— la observo sin poder encontrar una respuesta—. ¿Cómo te hace sentir eso? ¿Feliz?

—No.

—¿Guapa?

—No— vuelvo a decir, negando con la cabeza.

—¿Pues qué?— insiste.

—Me hace sentir...— entrecierro los ojos— Me hace sentir... Algo. Porque normalmente no siento nada— encojo los hombros con tristeza.

—Pero son hombres que ni siquiera te gustan— arquea una ceja, confundida.

—Cierto.

—¿Y qué harías si conocieses a un hombre que te gustara de verdad?— juego con el collar que me regaló Luke hace varios días.

—No lo sé— río sin ganas—. Probablemente le haría arrepentirse por haberse fijado en mí.

—Debes intentar pasar página, Megan, rehacer tu vida— escucho sus palabras como una lejana posibilidad—. Tienes que dejar de aferrarte al pasado.

—¿Cómo dejo de hacer eso?— la observo con lágrimas en los ojos.

—Escucha, Megan— parpadeo, intentando alejar las lágrimas—. Si quieres pasar de capítulo, debes antes terminar de leerte la página— me sonríe con tristeza—. ¿Cómo te sientes ahora?

—Lo echo mucho de menos, Alice— sollozo, cubriéndome el rostro con las manos.

(...)

Cierro los ojos, inspirando profundamente y notando cómo la brisa del mar acaricia mi rostro. Las olas se mecen suavemente y rompen contra las rocas. Al final de la playa, la gran silueta del sol del amanecer va subiendo cada vez más arriba, al cielo.

Giro el pomo de la ventana y al cerrarla, me quedo observando la hora en el reloj de la pared.

La residencia está completamente sola, a excepción de mí. Las chicas salieron hace no menos de una hora al centro comercial y después de mucho insistir en que fuera, se rindieron.
No tengo las fuerzas ni la alegría suficientes para poder salir a divertirme.

Algunos rayos del sol se cuelan por las rendijas de la ventana y hay uno de ellos que llama en especial mi atención.
Sigo la dirección de la luz con mis ojos, que da a parar en un objeto brillante en uno de los rincones del estante.

Lo reconozco al instante.
Es el disco de vinilo que escuchábamos cuando era pequeña mi padre y yo.
Posiciono el disco en el plato giratorio del tocadiscos y coloco la aguja en contacto con el disco. Al momento, una suave armonía enamora a mis oídos.

Dangerous Women®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora