15•El baile del suricato•

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Gale

-¿Quieres dejar de mirarte en el espejo y ayudarme a recoger esto, que todavía nos queda un montón? Siempre aprovechas la mínima para librarte de todo- resoplo por segunda vez.

Danielle termina de maquillarse los ojos y me mira- Mira que eres amargado- rueda los ojos- ¿Quieres liarte conmigo y así se te pasa la amargura?

-Nunca me liaría contigo- afirmo.

-Eso es lo que dices ahora- vuelve a mirarse al espejo y a seguir maquillándose.

-¿Para qué te maquillas si solo vamos a recoger toda la mierda que hay en las aulas?- pregunto confuso- No entiendo a las mujeres.

-Claro que no puedes entenderlas, nunca has estado con ninguna- responde sarcásticamente- Deberías sentirte afortunado de estar hablando ahora conmigo, a solas, en una habitación.

-¿Y tú que sabes si alguna vez me he acostado o no con una mujer?

-Lo sé con solo mirarte a los ojos- me guiña un ojo- Bueno, ¿podemos parar de pelearnos un rato y comenzar a recoger todo esto? Tengo ganas de irme ya a mi casa a descansar un poco.

-¿Cómo vas a estar cansada, si todavía no hemos hecho nada?- me fulmina con la mirada y yo asiento, entendiéndola- Vale, ya paro.

-Bien, comencemos. Estáte atento, porque esta es la mejor parte- dice ella con ironía- Recoger el polvo, pelusas y minas de lápices que hay en el suelo con una escoba de hace ochocientos años. Me encanta- coge la escoba con cierto asco y yo la miro extrañado.

-¿Por qué las chicas sois tan quejicas?

-¿Por qué siempre hablas en plural?- me contesta con otra pregunta.

-Porque todas las chicas sois iguales- digo de manera obvia.

-¡Para!- me señala con el dedo amenazarodamente y yo alzo las manos- Oh, mira, alguien se ha dejado un paraguas- lo coje con cierto ánimo y lo abre.

Comienza a girar en círculos con el paraguas abierto sobre su cabeza y a cantar la canción de Mary Poppins.

-Estás loca- la miro divertido.

-Lo sé- asiente orgullosa.

-No, en realidad, yo estoy más loco que tú- comento de la misma forma.

-¡No! ¡Yo estoy más loca que tú!- dice intentando quedar por encima mía.

-Veo que eres una chica competitiva- alzo una ceja- Lo siento, pero debo decirte que aquí el loco soy yo.

-¡Que no! Y puedo demostrártelo- estira sus labios para formar una sonrisa- Hagamos un concurso para ver quién de los dos está más loco.

-Y, ¿cómo piensas hacer eso?

-Pues es fácil- habla- Nos diremos retos vergonzosos el uno al otro y quién no lo cumpla porque le da vergüenza, daremos por hecho que el otro está más loco. ¿Te apuntas o te da vergüenza?- bromea poniendo un puchero.

-Perderás- estiro la mano para que me la estreche y aceptar el reto.

-Y una mierda- estrecha mi mano con la suya.

(...)

-¿Tendrás el valor suficiente de salir del instituto y gritar en medio de la calle "Cuando estaba viva, solía venir por aquí"?- le pregunto burlonamente, porque sé que va a decir que no.

Comienza a reírse desenfrenadamente y tiene que sujetarse el estómago, para poder parar de reír- Pues claro que puedo- la miro boquiabierto- Me encantan tus ideas, morenito.

Sale corriendo del aula estirando los brazos como si fuera un avión y yo intento correr detrás de ella para poder quedar a su mismo paso. Salimos del instituto y Danielle se coloca en medio de la calle.

Aclara su garganta y estira los brazos como si se estuviera desperezando- Qué bonito está todo. ¡Cuando estaba viva, solía venir por aquí!- algunos transitantes la miran de manera extraña y, otros, más ingenuos, la miran asustados e intentan aligerar el paso. Después, Danielle comienzar a hacer un baile y a sacudir sus manos como si acabara de mojárselas- El baile del suricato, esto es, el baile del suricato- Se acerca a mí y vuelve a sacudir sus manos- Listo- me guiña un ojo- Te toca a ti- toca su barbilla pensativamente- Te reto a que le digas a la anciana esa- la señala con la cabeza- que si tiene condones.

-¿Qué? No lo dirás en serio, ¿verdad?- ella asiente- Supongo que tendré que hacerlo para no quedar como un cobarde- me acerco a ella despacio- Perdone, señora, me gustaría hacerle una pregunta.

-Dime, jovencito- me sonríe.

-¿Usted, por casualidad, tiene condones?- pongo mi mejor sonrisa inocente.

-¿Qué?- se le torna la cara a una furiosa- ¿Quién se cree que soy?- comienza a golpearme con su gran bolso y yo me voy alejando cada vez más hasta que llego a Danielle y la anciana vuelve a colgarse su bolso y se va.

Danielle está riéndose como una loca- La cara que se te ha puesto- me señala- Deberías haberla visto- sigue riéndose de mí- Y te ha pegado con el bolso- se agacha hasta tocar el suelo y comienza a revolcarse en él por culpa de la risa.

-No hace gracia- ruedo los ojos- Anda, volvamos arriba.

-¡Eh, espera!- se levanta del suelo y comienza a caminar detrás mía.

Ya dentro, la miro con una cara perversa y ella me mira horrorizada- No pienso acostarme contigo.

Mi rostro cambia- ¿Qué? No iba a decirte eso, ¿en qué pensabas?- comienzo a agitar las manos repetidas veces.

-Oh, nada- rasca su nuca- Bueno, ¿y qué querías decirme con esa cara?

-Te reto a que te asomes a la ventana y le grites a cualquiera "¿Quieres un poquito de droga?"- ella no duda ni un segundo en asomarse a la ventana del aula y gritarle a un niño pequeño lo que yo quería que dijera. La madre de éste, coje al niño en brazos y sale corriendo.

Comenzamos los dos a reír a carcajadas, hasta que interrumpo su felicidad- Creo que deberíamos empezar con esto, todavía tenemos mucho trabajo.

-Aguafiestas- rueda sus ojos.

Dangerous Women®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora