Capítulo Veinticuatro

Start from the beginning
                                    

--Tal vez podría hablar con mi jefe-- le escuche decir, y cerré los ojos, deseando que dejase de hablar --, casi siempre contratan.

No respondí, y pensé que se iría luego de oír el rechinido de su colchón avisando que se puso de pie. Sin embargo no me sobresalte ni abrí mis ojos al escuchar el mío, al sentir que cierta zona se hundía por su peso.

Espere que al no contestarle fuese suficiente para que comprendiese que quería estar solo. Pero olvidaba que era Frank, y que el pobre tardaba en comprender las indirectas 》Podemos hablar, de lo que quieras.

Abrí los ojos, y le miré de reojo, realmente lucía preocupado. Poco a poco me senté, en la cama, y me posicione apoyando mi espalda a la pared, di unas palmadas a mi izquierda invitándolo a ponerse a mi lado. No dudó en ocupar el lugar que le ofrecía, y estando hombro con hombro, me miró sonriendo aún con un toque de preocupación. Suspiré sin quitar mis ojos de los suyos cafés, y sonreí tratando de transmitirle confianza --Está bien, ¿Sabes? Sí estoy enfadado, pero no por perder mi trabajo. Son otras cosas.

--¿Estoy entre ellas?-- preguntó riendo, y aunque al principio me confundió, termine riendo al notar su propósito.

--Tu eres la más grande Franker.

--Es mi especialidad Luzu-- también rió, y se removió en su lugar mirando al frente, dándome la oportunidad de ver su perfil --. Me alegra saber que estás bien. Me preocupe mucho porque te conozco, y pensé que habías iniciado una pelea y te habían molido.  Con ese carácter, uf, me sorprende que apenas hayas tenido problemas.

Opte por omitir mi comentario acerca de la verdadera razón de mi enojo, y mejor guíe mi vista a la puerta. Me fue imposible no divagar, pensando en todo lo que había ocurrido desde que cruce esa puerta. Los momentos divertidos e incómodos con la persona a mi izquierda, todo, y el cariño que había ganado de mi corazón. Estaba seguro de que había conseguido una gran amistad, una que me gustaría mantener hasta el fin de mis días, pero que tenía el tiempo contado. Suspiré.

--¿Seguro que estás bien?

--Claro.-- respondí en automático sin verle, y sentí su mano rodear la mía. Tuve que verle a los ojos.

--Aquí estoy, para lo que necesites. No me iré Luzu, lo sabes, ¿Verdad?-- asentí sintiendo una opresión en el pecho al ver sus ojos brillando, recordándome que yo me iría --. Hala, sí que te ves triste, ven.

Y con confianza pasó su brazo por mis hombros, acercándome a él en un abrazo no del todo cómodo, pero que me vi incapaz de romper. Cerré los ojos dejando que me rodeará, y rogando que nos quedáramos así al menos varios minutos. La paz que traía consigo me lograba calmar y alejar de todas las cosas que aquejaban mi mente. "Gracias". Jamás salió de mis labios mientras mi cuerpo se acomodaba entre sus brazos. Sin verle, sabía que sonreía, y eso me hacía hacerlo también.

Una de sus manos se pasaba con lentitud a lo largo de mi espalda, tal vez en un intento de reconfortarme. Quiero decirle que no se preocupe, que con su presencia es más que suficiente, ya que es el único de la casa que conoce más de mí, por lo tanto estoy más cómodo con él. Sin embargo me lo callo, y disfruto del momento. O eso hago hasta que escuchó unas pisadas apresuradas subir.

Mis ojos van a la puerta, atento al ruido, y descubro que alguien quiere llegar a la habitación. Me apartó muy a mi pesar de su contacto, y voy hacia la puerta para ponerle seguro, pero entonces quién subía grita --¡Luzu!--. Es Lana.

Mi mano se queda estirada, y no me muevo hasta que se abre la puerta. Con un vestido holgado y una camisa de rayas por debajo, la rubia aparece sonriendo al verme. Sus ojos brillan, y da un pasó al frente para pasar sus delgados por sobre mis hombros y abrazarme quedando ligeramente de puntas. Correspondo el abrazo con fuerza, a pegándola a mí mientras sonrió contra su cabello.

La Casa GAYWhere stories live. Discover now