Capítulo 21

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—¡Cuerva! —llamó Andremonia—. ¡Cuerva! —repitió aún más alto—. Ven a la sala de reuniones. Estoy con maese Mintri y con... Bigotes. —El sobrenombre que el miriápodo le había puesto al hereje había triunfado.

La guerrera que parecía un espejo oscuro de las Paladinas del Cráneo, apareció al poco tiempo. El duelista enseguida sintió como la temperatura de la habitación bajaba, dando la razón al sobrenombre "del Abismo". Como había señalado la necromante, su ayudante poseía un aura que helaba.

—Sí, Mi Señora —dijo con una voz aún más fría, tras saludar inclinando la cabeza—. ¿Qué desea?

—Te estaba esperando para luego no tener que repetir las instrucciones. Ya sabéis todos el mensaje que tenéis que llevar, ¿no? Pues vais a partir ya —continuó sin esperar respuesta—, así llegaréis justo a tiempo. Tomad. —Les dio a cada uno un amuleto: un collar consistente en una cadena de plata y una pequeña esfera de cristal mate como joya—. El colgante brillará, puede hacerlo en dos colores distintos. Si el color es verde debéis abandonar el viaje y, aunque no hayáis llegado a vuestra meta, volved aquí, ¿entendido? Si lo hace en rojo es que tendremos las manos libres para que empiece el plan. Regresáis, pero con la respuesta. Si lo entregáis antes de que brille esperad allí a que lo haga. Os necesitaré a los tres para otros asuntos. Solo una cosa más. Tanto a la ida como a la vuelta, intentad conseguir alguna montura para ir más rápidos, sobre todo para la vuelta si el color ha sido rojo. Tú, Bigotes, si no vas a volver, que venga alguno de tus hermanos. Necesito al menos uno de vuestra clase. Si venís dos o tres, tanto mejor. Sí, tres estaría bien. Y antes de que os lo preguntéis... —Miró sobre todo al miriápodo—. Sí, los amuletos los he hecho yo, que antes de iniciarme en la necromancia fui maga. No tienen nada que ver con la magia de los muertos. Venga, id a prepararos el equipaje que cuanto más rápido partáis, mejor.

Un par de días más de tiernos cuidados de Atardecer, acompañados por los mimos de la normalmente desabrida Tria, y Zhersem se sintió con fuerzas para seguir el viaje. Él hubiera preferido que los demás lo dejaran atrás y que hubieran continuado con la persecución. Pero el barbudo insistió, otra vez, en que su visión de muerte no era lo suficientemente poderosa para ello. Así que esperaron a que se recuperara un poco más.

A causa de la debilidad que aún le asaltaba, tuvieron que atar las manos del iniciado una vez rodearon la cintura de la paladina, si no, probablemente se hubiera caído de la paniquesa. Al finalizar el día, no podía recordar gran parte del viaje y mucho de ello era descansar en el hombro de la pelirroja. La novicia y Primer Pion empezaron a llamarlo "cara de malla", ya que cuando lo descabalgaban de la comadreja, tenía marcado el trenzado de la armadura en la mejilla.

Antes de partir, hubo tiempo de preguntar a Atardecer la razón de que no hubiera detectado a tales seres. Ella respondió que sí lo había hecho, pero que no tenían la vitalidad correspondiente a su cuerpo. Los había visto del tamaño de ratones y con la misma intensidad. Una dura lección sobre confiar en demasía en sus sentidos místicos que aprendió hasta Garrote, versado en multitud de subterfugios y engaños.

En cuanto acampaban, el iniciado se quedaba dormido. Casi siempre le despertaban para que comiera algo. Nada que tuviera que masticar mucho, porque si no, cabeceaba entre bocado y bocado con riesgo de ahogarse. Él se acostaba de nuevo al acabar, el resto se quedaba alrededor del fuego mirando los mapas a ver si adivinaban hacia adónde iban los ladrones de la reliquia.

—Co, ¿'tais seguros que vamos bien pues? —preguntó Primer Pion—. ¡Qué por ahí no hay naide pues! Ni una villica ni na'... Todo es un secarral despoblau...

—El Iniciado Zhersem no falla en estos casos —contestó un poco molesta la paladina—. Si dice que van en esa dirección, es la correcta.

—Vale pues, pero que no hay na' yendo pa' esas montañas, co.

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora