Capítulo 7

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El camarote era pequeño, pero estaba seco y limpio, escaso en mobiliario, solamente una cama y un armario clavados al suelo. La hamaca que colgaba encima del catre había sido un añadido para que durmieran separados. Zhersem y Tria, que llevaban muchos años durmiendo una al lado del otro, lo tomaron como una concesión a la decencia. Cosa innecesaria, los servidores de la Diosa del Jardín sin Fin únicamente podían tener relaciones sexuales durante la Luna Negra. El acontecimiento anual consistía en un eclipse de la luna dela Muerte causado por la de Cherm. Era conocido también como la decimotercera luna, la última antes de los cinco días de fiesta de Año Nuevo; la época en que el poder de la Verde Señora de la Generosidad era más fuerte, justo cuando empezaban a brotar las hojas. En cualquier otra fecha su organismo no actuaba correctamente para esas funciones.

El iniciado sospechaba que era el camarote del primer o el segundo oficial, que había sido reubicado para que ellos tuvieran su cuarto apartado. Se acordó del dicho: "Eres más comerciante que uno del Mar de las Lunas", que sustituía al más ofensivo: "Es capaz de vender a su madre por un buen precio".

Casino salían, y comían en el suelo, como cuando eran novicios. Al llevar tanto juntos casi no se hablaban, no tenían nada que decirse que no supiera ya el otro, bastaba con una mirada. El tiempo pasaba lentamente y la monotonía solo se rompía tras la oración de lacena. A bordo iba una juglaresa que tocaba un arpa cuyo sonido muyera especial, pues sonaba más fuerte que un instrumento normal y mucho más metálico, pero hermoso. La rapsoda cantaba sobre todo viejas canciones épicas: Miedo a la Noche, Los seis truhanes,Cabalgando por las colinas... Y sobre todo, la que nunca fallaba, La Carga. Escuchando esta última, el sacerdote se perdió en sus recuerdos...

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Zhersem andaba todo orgulloso. Había recibido hacía dos semanas el tatuaje encima del corazón que le identificaba como clérigo de la Diosa Muerte. A los diecinueve años, como era la costumbre. La mística marca todavía le escocía un poco, pero ya notaba todo su poder. Marchaba hacia el monasterio de la Diosa del Hueso y el Cráneo, el famoso lugar donde las novicias de la Guardadora de Almas se transformaban en autenticas paladinas.

Iniciado, ese iba a ser su título por lo menos durante diez años, pero le sonaba mucho mejor que novicio. De equipaje solo llevaba una muda, ya que su destino estaba solo a un par de horas del monasterio de La que Siempre Llega, lugar donde se adiestra a los futuros sacerdotes.

Zhersem tenía un Sort entre su nombre y apellido, lo que indicaba que era nacido entre el clero de La Dueña del Jardín Sin Fin. En toda su vida consciente solo había conocido templos y sus alrededores, aunque sí que había relacionado con gente seglar. Este era su primer viaje sin ninguna compañía.

Tras su graduación, le habían asignado al monasterio de las guerreras de la Muerte. Iba a ayudar en El Cambio, los ritos y ceremonias que hacen a una paladina estar en consonancia con la Diosa, dándole la capacidad de realizar hazañas increíbles, y una alta resistencia al dolor y al daño.

Lo escogieron por ser e lmejor de su clase en purificación. Era capaz de quemar la parte muerta casi sin tocar la viva. Incluso estuvo dos lunas ayudando después de sus clases en el templo local de Cherm, sobre todo en gangrenas y congelamientos.

Había dos Paladinas delCráneo en la puerta del convento, más como guardia honorífica quede verdadera defensa. Tras una rápida presentación ritual, una deellas le escoltó adentro en busca de la superiora.

El complejo era sencillo: cuatro edificios de piedra labrada en el centro, rodeados de una muralla ornamental del mismo material, y unas pocas construcciones de madera para almacenes. En el patio se estaban ejercitando las futuras combatientes de la calavera. Eran vigiladas por sus instructoras y, a veces, luchaban con ellas.

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora