Capítulo 4

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Sin lugar a dudas, tal como les habían contado en su anterior visita al templo, el clérigo Garrote era un tipo peculiar.

Lo conocieron tras pasar por unos cuantos trámites. Primero tuvieron la bienvenida y recibimiento de las novicias, con caras de asombro y asco, al ver el estado del necromante. Después, esperaron la llegada de la abadesa, que envió a Herrero al hospital, y al hechicero a una celda de presos, no eclesiásticas. Robledal les informó de que Garrote ya había vuelto de su recorrido sacramental, pero que no lo había visto en toda la mañana.

Aprovecharon el tiempo para narrar brevemente los hechos, con caras de asombro, alabanzas e indignación por parte de la superiora, según la historia se iba desarrollando. La abadesa mandó buscar al clérigo por todo el templo. Al final, le encontraron en un apacible meandro del río, dando buena cuenta de una hogaza de pan, embutidos y un odre de vino tinto.

Unas tres horas después de su llegada al templo, los servidores de la Muerte vieron aparecer, bordeando el bosque sagrado, a un sacerdote de la Diosa del Jardín Sin Fin..., o a un tipo disfrazado de sacerdote. Aunque tenía los tatuajes mágicos adecuados, iba bastante zarrapastroso. La túnica, además de estar muy remendada, le llegaba hasta las rodillas en vez de a los tobillos, quizá a causa de la barriga descomunal que hacía que la tela tirara hacia arriba. Aunque estaba calvo por las marcas de la cabeza, llevaba una larga barba, en contra de la costumbre. Zhersem y el resto de iniciados se afeitaban todos los días. El tipo era alto, con brazos y piernas musculosos, cosa que indicaba que la panza había crecido más por abandono que por genética. Para rematar el conjunto, su gran nariz se había roto por lo menos tres veces con pésimas reparaciones. Se iba apoyando en un garrote enorme, con muchas muescas causadas por golpes. Tenía, calculando por las arrugas de los ojos, alrededor de cincuenta años. Y, otra frivolidad a añadir a la lista, el ojo tatuado para la visión de muerte era el derecho; al contrario que todos los clérigos de la Muerte que habían visto, tanto Tria como Zhersem, y habían sido muchos.

—Sacerdote —empezó la presentación inclinando la cabeza—, se presenta humildemente ante Su Gracia, el Iniciado Zhersem Sort Flejen, acompañado por la Devota Triannora Sort Fanora.

Esta copió su gesto pero le añadió un toque marcial, al golpearse con el puño la malla a la altura del corazón.

—Bienvenidos sean, Iniciado y Devota —contestó el aludido inclinando la cabeza con menos ángulo, ya que era de rango superior—. Yo soy el sacerdote Tercero Guardia, sin el Sort de nacido entre el clero de la Diosa. Pero todo el mundo me llama Garrote, así que pueden... ¡no!, mejor llámenme así.

—Como quiera... Sacerdote Garrote. Perdone mi rudeza, pero esto no es una visita de cortesía, tenemos un problema. Capturamos a un necromante, pero tiene incrustadas piedras de resurrección. Y nosotros carecemos de Daga de Misericordia.

—Hmm, mejor continuamos la conversación en la capilla. Síganme. —Reforzó sus palabras con un descuidado gesto con la palma de la mano.

Marcharon en silencio hasta el templo. Alguna de las novicias les siguió con la mirada. La capilla de la Tatarabuela Muerte se ubicaba en el lado contrario del hexágono al ocupado por el púlpito de Cherm. Estaba dedicada a su aspecto de la Diosa de las Alas Fuertes, la que sube las almas. Consistía en una estatua alada de la deidad, con las manos cruzadas sobre el vientre, y revestida de una túnica de seda negra rematada por una capucha que velaba su rostro; y un altar con una tela encima con rosas, igualmente negras, bordadas.

—¿Una Paladina del Cráneo sin una ejecutora? —reinició el interrogatorio el inmenso sacerdote—. ¿Cómo es eso?

—La perdí, Su Gracia —contestó Tria, con un tono mucho más deferente que el que usaba con Zhersem—. En un combate con dos gigantes.

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Where stories live. Discover now