Capítulo 5

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Esta vez las novicias les despidieron haciendo un pasillo con ramas de roble, pues el iniciado y la guerrera partieron con la expedición.Durante los tres días que marcharon con ella, estuvieron en todo momento atendidos por la novicia Atardecer. Ella no paraba de darles las gracias de palabra, obra o mirada por su rescate y cuidados. Les contó que había sido asignada como sanadora de la rama guerrera dela Diosa de La Vida. Según la priora, aunque pensaba que solo lo decía para consolarla, ella más que nadie les comprendería, al tener también miembros de madera viva, como muchos de los Paladines del Roble. Los tatuajes mágicos de curación le habían sido puestos un poco más arriba de las muñecas, justo antes del nacimiento delas manos, pero funcionaban. En cambio, y esto lo decía con un poco de tristeza, nunca podría tener los de matrona pues solo podían estar en los dedos, no siendo aptos los miembros leñosos para las marcas místicas.

Con Garrote estuvieron poco, ya que era un hombre jovial y hablador, que se llevaba bien con todo el mundo, sobre todo con Nogal. Entre ambos eran capaces de secar un barril de vino si los dejaban, aunque tampoco le hacían asco a la cerveza. Los Paladines del Roble, aunque habituados a las privaciones y al dolor, celebraban la vida con buenas comidas, canciones e historias alrededor del fuego. La anécdota de la destrucción de la daga del necromante causó bastante hilaridad. Esta costumbre la repetían tanto en el desayuno como en la comida, por no decir de la cena. Así alababan a Cherm. El corpulento sacerdote les echaba una mano aunque no entraba en sus obligaciones religiosas.

También iba con la expedición, a petición propia, Segundo Herrero. Aunque estaba agradecido por todo lo que le habían ayudado, les hablaba poco. Se encontraba en un estado pensativo casi todo el tiempo, y alguna vez se le veía revolviéndose en sus mantas por las pesadillas.

Partieron al día siguiente de la reunión, al estar siempre los paladines dispuestos para las marchas y la lucha. Todas las noches repasaban los mapas que habían dibujado con ayuda del liberado, preparando el asalto. Tria, a pesar de su entusiasmo por la táctica y la estrategia, se contuvo y apenas habló un par de veces. Si no iba a participar, no se sentía legitimada para opinar. Solo lo hacía cuando se lo pedían, a no ser que en los escenarios posibles hubiera necromantes. Entonces daba sus consejos sin casi esperar su turno.

En cuanto la expedición se desvió hacia al sur, ella y Zhersem sedes pidieron de todos, pero sobre todo de Garrote y Atardecer.Siguieron en dirección este ellos dos solos, hacia el paso de las Montañas Grises.

Llegaron al camino al cabo de unas dos semanas, sin más contratiempos que el aburrimiento de la marcha por un paisaje monótono y sin civilizar.El lugar concentraba a todos los viajeros de los Yermos Grises que quisieran ir al Mar de Las Lunas. Incluso se encontraron con un lujo que poseía el descriptivo nombre de Posada del Paso. Aprovecharon para quitarse el polvo del camino, alquilar una habitación para disfrutar de una cama y cenar alimentos frescos. Pagaron todo por adelantado. Después de comer, Tria se dispuso a mezclarse entre los parroquianos para sacar noticias, pues el posadero estaba muy ocupado atendiendo a los clientes, como para tener conversaciones de más dedos frases.

—¡Una mujer en cota de malla! —le espetó un consumidor del brebaje local, que llevaba un buen ritmo con la bebida—. Me gustan las mujeres de verdad.

—Y a mí los hombres de verdad... —replicó la Paladina del Cráneo—.Aunque por aquí no veo ninguno. ¡Pero no pongas esa cara, hombre!Te invito a una jarra de lo que estés tomando.

La técnica era un poco burda, mas daba resultado. La pelirroja había dejado en la habitación el yelmo, el escudo y la espada, objetos que la marcaban como una Paladina del Cráneo. Con solo la armadura y el hacha, se hacía pasar por una luchadora mercenaria, siempre y cuando el iniciado no se encontrara cerca, ya que este eliminaba la ilusión con sus tatuajes de sacerdote de la Muerte. Así que Zhersem hacía compañía a las armas. Con la paga de unas cuantas rondas, la guerrera se enteró de bastantes nuevas, pero de ninguna que les llevara en pos de las reliquias robadas.

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Onde histórias criam vida. Descubra agora