Capítulo 19

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La rapsoda respiró aliviada cuando vio que la camarera venía con el vino y los dulces, como había amenazado, pero el Duque le hizo una señal de que no era el momento.

—Bienvenida sea también pues. Esta misma noche nos podrá mostrar lo que vale y ya hablaremos de su sueldo después... En cuanto a usted, mago, le he llamado no solo porque puede que necesitemos de su arte, sino también por aquel otro asunto por el que me carteó. Parece ser que aquellos libros por los que me preguntaba sí que se encuentran en la biblioteca de la ciudad.

—Mañana mismo empezaré a estudiarlos, con su permiso. Por cierto, la bardo aquí presente es bastante erudita en historia. Si vuecencia le da permiso, me podrá acompañar a la biblioteca, que rivaliza en reputación con las de Ciudad de las Torres, ya que quiere buscar temas para sus nuevas canciones. Sobre todo busca hazañas de las Paladinas del Cráneo, los Caballeros de Mercia y, por supuesto, sobre los célebres jinetes del Gran Caudal. Durante el camino nos ha cantado alguna de su cosecha y son bastante interesantes. Y lo que es más importante... ¡son nuevas!

—Está bien. Tiene permiso para visitar la biblioteca. Pero bajo su responsabilidad, mago. Luego les enseñarán sus alojamientos, ahora veamos lo que la juglaresa sabe hacer.

Con la mitad de la dotación en activo, el Ballenato Rojo tardó tres semanas en volver a Puerto Acuerdo desde la ciudad donde desembarcaron los servidores de la Muerte. Los ruegos de su capitana a las Dueñas fueron escuchados y no se encontraron con más piratas en el viaje.

Nada más arribar, Miri se dirigió a la oficina de su cofradía. Insistió hasta que le llevaron a presencia de un vicemaestre, donde informó del ataque. Recibió una reprimenda por haber transportado a los religiosos, culpándolos al suponer que eran el objetivo. Ella replicó que lo había hecho para pagar su deuda, contraída por la ayuda repeliendo el primer ataque sin bajas y por ser Tria su defensora en los duelos. Se calló la amistad que había hecho con ellos e insistió en que las capturas de barcos estaban aumentando de número, haciéndose caso omiso de las leyes no escritas de no causar víctimas.

—Tranquila capitana —explicó el jefe zanjando el asunto— Tanto su informe como sus quejas serán tomadas en consideración. No se preocupe por los heridos, su cuidado correrá a cuenta de la cofradía. Su siguiente carga se demorará al menos una luna, por si hubiera que hacerle más preguntas.

Ella pensó que así, por lo menos, tendría suficiente tiempo para completar su tripulación buscando reemplazos. Luego se fue a distraer un poco a la taberna El Búho Diurno, lugar donde la gente continuaba los festejos de la noche anterior durante el día. El nombre hacía referencia al tamaño de los ojos que lucía la clientela, gran consumidora de todo tipo de drogas. Gracias a sus cinco educados matones, en el lugar no había peleas.

Tomó un par de rondas con varios colegas capitanes, pero no pudo conversar en profundidad, ya que ellos llevaban bastantes horas celebrando el cobro de sus porcentajes. Otra clase de capitán, uno de la guardia de la ciudad, se le acercó. Iba acompañado de dos agentes. No parecían estar de redada.

—Buenos días —saludó el guardia—. ¿Es usted la capitana Miri Com Am?

—¿Para qué la necesita? —esquivó la respuesta afirmativa, mientras buscaba aliados con la mirada.

—Para hablar con ella... extraoficialmente. Soy el oficial Jamur —se presentó auto degradándose—, amigo de Garrote. Creo que lo conoce...

—Creo que esa capitana de la que habla, solo es amiga del Iniciado Zhersem y de la Devota Triannora.

—Ya, pero ellos andan con el otro clérigo. Además, van acompañados de una novicia de Cherm, de nombre Atardecer. Me gustaría hablar con ella delante de una jarra, mejor que en el cuartel.

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt