—Te diría que estoy encantado de conocerte, pero sería mentirte.

—¿De qué vas? —Me encaro hacia su persona como él está haciendo conmigo.

—Mira, te conozco por Lucía. —¿Lucía le ha hablado de mí? —No la mereces.

—¿Y tú sí? —Responde un "sí" con un tono de voz bastante alto. —Todavía no te he agradecido que me hayas aclarado la duda de que no sois nada. Cuando consigas algo más que yo, me llamas campeón. —Como se entere Lucía de que he dicho eso me va a dejar sin descendencia, no obstante, ha merecido la pena.

Las dos horas restantes pasan y Lucía tiene que estar a punto de entrar. El director va en su búsqueda. Supuestamente se han quedado las luces encendidas y se ha bloqueado el programa para apagarlas. La puerta principal se abre y aparece ella.

—Pero si están las luces apagadas. —El director le tapa los ojos rápidamente y la lleva hasta la parte de atrás del teatro. —¿Qué haces?

La deja en posición y le suelta la venda de los ojos. Todos gritamos un "sorpresa" haciendo que se emocione a lágrima viva. Se forma un abrazo en grupo y yo me quedo atrás. No quiero que se sienta incómoda. Se separan de ella y algunos viejos actores y actrices la abrazan individualmente. Toda la gente con la que ha trabajado a lo largo de los años está aquí, o casi toda. Es lo que tiene avisar con tan poca antelación.

Levanto la mirada y veo como Samuel la abraza y le susurra algo al oído que la hace reír.

Capullo.

—Muchísimas gracias por todo. —Habla para todos aun con lágrimas en los ojos.

—Si hubiésemos sabido que ibas a llorar tanto le hubiésemos dicho a Álvaro que no hiciera nada de todo esto. —Clava su mirada en mí.

—¿Lo has planeado tú solo?

—Es lo menos que te mereces. Este teatro te ha dado tanto que pensé que sería bonito. Mañana te vas y bueno... —Dejo la frase en el aire.

—¡Qué empiece la fiesta! —Grita alguien. Le sonrío a Lucía y la dejo a su aire. Es su día.

Me pongo a hablar con viejos conocidos y compañeros y recordamos viejos tiempos. La noche va avanzando y el alcohol en mis venas aumenta exponencialmente. Miro hacia la pista de baile improvisada y veo como Samuel está bailando con Lucía. La sangre me hierve y ya no solo por el alcohol. La canción cambia y me acerco a ellos.

—¿Me dejas bailar ahora con ella?

—No. —Responde borde.

—Vamos Samu, no me va a hacer nada. —Samuel 0 Álvaro 1.

Me pego a ella al ritmo de Una en un millón. Esta canción me recuerda a ella. Tan única, tan ella. Lucía se acerca a mí y empieza a perrear. Yo no me quedo atrás y le intento seguir el ritmo. Se mueve mejor de lo que recordaba.

Pego mi frente contra la suya y, antes de que acabe la canción, le susurro una de sus frases.

—Como tú no hay dos. —Ante mi asombro, pega sus labios a los míos y me besa sin cesar.

—No te aproveches de ella. —Grita Samuel cuando se encuentra entre los dos, separándonos.

—Yo no me estoy aprovechando de nadie, imbécil.

—Chicos, ya vale. —Se va dejándonos solos, como si no le importara nada.

Minutos después salgo de la fiesta con mi cubata en la mano. Ya no me apetece estar ahí. Pensaba que después de bailar tan pegado a Lucía y besarnos las cosas cambiarían, pero como no, tenía que aparecer Samuel metiendo mierda. Veo aparecer a Lucía diez minutos más tarde.

Desde que no estás | Álvaro GangoWhere stories live. Discover now